Introducción a la ética. Edmund Husserl
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Introducción a la ética - Edmund Husserl страница 17
En consecuencia, en la esencia de todas las tecnologías en las que, precisamente, el fin es la categoría que unifica interiormente el trabajo teórico, reside que estas ciencias, en correspondencia con la fundación esencial de su tema, deben reconducir a las ciencias que las fundan y que, finalmente, no son ya ellas mismas tecnológicas. Así, también la ética, que, como vimos, se antepone en cierto modo a todas las tecnologías (en la medida en que, en nuestro actuar, aprecia todas las posiciones de fines desde el punto de vista de lo absolutamente debido), se muestra como fundada. Por ejemplo, puesto que su tema nos conduce al aspirar, al querer, al actuar de las personas y de las comunidades de personas, somos conducidos a ciencias empíricas y a priori de la subjetividad, a la psicología, a la sociología, etc.; además, porque el actuar y, ya antes, toda clase de querer están fundados en un valorar, una ética universal debe, de modo manifiesto, fundarse en una teoría de los valores10.
§ 5. La necesidad de una separación de la investigación orientada de modo puramente teórico de la orientada de modo práctico. La idea de una lógica y de una ética puras
Pero aquí no necesitamos detenernos más. Sea como sea, ahora es perfectamente claro el universal doble sentido de la idea de disciplina práctica, y se entiende también por qué las [25] disciplinas prácticas, históricamente desarrolladas, son en verdad configuraciones híbridas, y que, por eso, fueron impedidas de desplegarse libremente en todas las direcciones como teorías puras. Pues el doble sentido es el resultado de que unas veces puede ser determinante la actitud práctica, la cual quiere dar prescripciones para todos los que quieren por su parte realizar un determinado tipo de fines. La disciplina técnica es en su totalidad, entonces, una configuración sistemática, precisamente, de prescripciones y configuraciones propias de un hombre práctico. Otras veces, puede ser determinante la actitud puramente teórica, interesada solamente en la esfera de acción referida a un fin. Puesto que también la teoría de una praxis es, a su vez, útil para el hombre práctico, se comprende que este pase tan fácilmente de su actitud originariamente práctica a la teórica y que surjan tecnologías propiamente teóricas a partir de disciplinas técnicas originariamente prácticas, en la intención, sin embargo, de ser útiles para estas. Sin embargo, precisamente esta intención introduce en la disciplina práctica un momento extrateórico que le impide desarrollarse plenamente como ciencias puras, seguir incondicionalmente el interés teórico y desarrollar, en todas las direcciones y según todas las fundamentaciones, teorías que requerirían las esferas relativas a una praxis posible precisamente como tema de una ciencia. Esto se puede observar siempre.
Por ejemplo, la jurisprudencia es originariamente la disciplina técnico-práctica de la interpretación jurídica, de la aplicación del derecho, de su lenguaje y de su constitución legislativa [Rechtsauslegung]. De ella proviene la jurisprudencia científica, la ciencia referida a la praxis jurídica y sus configuraciones, esto es, la praxis del derecho mismo. De la misma manera, la teología científica tiene su origen en la disciplina técnico-práctica teológica; la pedagogía en tanto ciencia tiene su origen en una disciplina técnico-práctica de la educación.
Naturalmente, en cada caso permanece siempre el interés de dirigirse a los hombres prácticos y darles prescripciones útiles; siempre se necesita una reglamentación práctica para los juristas, los teólogos (los sacerdotes), los educadores, etc. Y así, siempre debe haber maestros que, estando ellos mismos en actitud práctica, quieran ayudar a sus alumnos empeñados en la praxis. Pero, de otro lado, una teoría pura expresa una necesidad particular y también una teoría de la praxis. Las ciencias puras aquí pertinentes se ordenan bajo la unidad universal del interés teórico, que vincula todas las ciencias y, en definitiva, las vincula en la unidad de la filosofía. [26] Y precisamente ahí es de la máxima importancia que se llegue realmente a una ciencia libre y pura, y que el hombre teórico no dirija, en modo alguno, su mirada a la práctica y, en lugar de ejercitar en una libertad ilimitada su interés teórico, reduzca su teoría a una mera servidora de la praxis.
Obviamente, esto también concierne a la lógica en tanto ciencia práctica, tecnología del conocimiento o del intelecto teórico en general, así como a la estética y no menos a la ética, que aquí nos interesa especialmente. En ellas y en todas partes, encontramos las mismas imperfecciones, que se deben a los motivos universales descritos, la misma inclinación a no ir en lo teórico mucho más allá de lo que a primera vista podría ser útil al hombre interesado y concretamente vinculado al nivel práctico.
Por lo demás, la estrechez de las ciencias tecnológicas tiene sus consecuencias inevitables también para la praxis misma; pues es un hecho, primero, sorprendente y, luego, sin embargo, del todo comprensible, que justamente la ciencia pura, que en su ilimitado interés teórico hace indiferentemente caso omiso de todas las exigencias de la praxis, haga posible los máximos triunfos de la efectuación práctica. Mientras parece, en definitiva, perderse por completo en el reino infinito de posibilidades puramente ideales y alejadas de la realidad, el conocimiento de las leyes ideales, válidas para el universo de las posibilidades, resulta ser muy eficaz (aunque, a decir verdad, solo en tiempos recientes) para el control del campo de las posibilidades reales y prácticas.
La estrechez mencionada debe necesariamente dañar de la forma más funesta a la filosofía en tanto teoría, que, no obstante, también tiene junto a sí su praxis. Si nos limitamos a la filosofía como ciencia pura, entonces esta es afectada por las diferentes ciencias prácticas que la integran, en consecuencia, por las así legítimamente denominadas tecnologías filosóficas, entre las cuales la superior es, según una jerarquía que hay que fundamentar correctamente, la tecnología ética. La filosofía es directamente afectada, digo, del modo más funesto, pues, au fond, no es otra cosa que una ciencia en conformidad con la idea de la más radical y, al mismo tiempo, universal cientificidad. Su esencia consiste, precisamente, en ser la ciencia en la que el interés teórico debe encontrar su satisfacción y realizarse de la manera más perfecta concebible. De hecho, [27] se atribuye a su función determinar de modo último el sentido y valor de verdad de todas las otras ciencias y de anclar todos los valores de verdad en valores últimos, teóricos, y de elevarlos mediante una síntesis universal a los valores máximos, absolutos; así, esta es idealmente la ciencia de la verdad absoluta, que, como reina, confiere a todas las otras ciencias un significado absoluto en el cual las abraza a todas. En un cierto modo, es un pecado mortal para la filosofía moverse en esta ciencia de manera ambigua e incoherente.
Pero es una insuficiencia híbrida si, como hasta hace poco, uno queda bloqueado en considerar tanto la lógica como la ética como disciplinas técnicas que han de ser diseñadas desde el punto de vista del hombre práctico y, por consiguiente, se las trata sin una clara separación entre una disciplina técnica fundada prácticamente y una tecnología puramente científica, en un modo que no puede satisfacer el interés filosófico, o sea, el pura y libremente teórico. La consecuencia fue que, detenidos por la mayor importancia dada a los motivos prácticos, precisamente no se llegó hasta lo filosóficamente último ni se penetró radicalmente en las