Estados homogéneos y estados diversos. Arturo Seminario Dapello

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Estados homogéneos y estados diversos - Arturo Seminario Dapello

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la era soviética, fueron la cristiana ortodoxa, en las repúblicas europeas, y la musulmana, con considerable presencia chiita, en las repúblicas asiáticas. La URSS, no obstante su inflexible política de rusificación, no tuvo el éxito esperado en homogenizar la confederación, subsistiendo las diversidades no sólo étnicas sino culturales. Se considera, además, que en algún momento la república prevaleciente, Rusia, más que obtener ingresos, comenzó a generar egresos hacia las repúblicas periféricas, lo que contribuyó significativamente a la disolución. Con la disolución de 1991, Rusia no perdió significativamente su gravitación económica en las ex repúblicas soviéticas. Pero ya no tuvo que asumir los costos de mantener el orden y seguridad internos, los costos de desocupación y empleo, etc.

      En el caso de las escindidas repúblicas europeas, las nacionalidades eran más bien definidas y los ciudadanos más bien sedentarios. Ello facilitó su inmediato tránsito a repúblicas independientes. Pero en el caso de las escindidas repúblicas asiáticas, las nacionalidades no eran tan definidas, y muchos ciudadanos eran más bien nómadas. Ello dificultó su inmediato tránsito a repúblicas independientes. Había entre ellas interdependencias muy difíciles de obviar. Aunque en unos casos sus lenguas tenían como referente al turco, y en otros casos al persa, lo que todos tenían en común era su fe islámica. Siendo todos Estados mediterráneos, tenían una suerte de imbrincamiento por su dependencia del Mar Caspio y del Mar de Aral y los ríos que en él desembocan. Así, entre las ex repúblicas soviéticas de Asia Central, la riqueza común más apreciada era el agua. Sencillamente porque el agua como tal era escasa, y las nacientes de los ríos eran el origen de las centrales hidroeléctricas. Inclusive el destino de las aguas en el Mar de Aral ha sido de gran importancia para estos países. Por eso, no obstante la independencia, ha habido entre ellos una suerte de interdependencia difícil de desatar, que venía desde que formaban parte del vasto e integrado Imperio Mongol.

      El caso de la Unión Soviética refleja que, no obstante su enorme poderío, no pudo lograr la rusificación de todo su territorio. En ciertas partes de su territorio, las manifestaciones de diversidad eran tan profundas que no se pudo lograr la rusificación, como medio de homogenizar toda la confederación. Por lo demás, los costos de la diversidad significaron en su momento una carga para la mayor de las repúblicas confederadas, Rusia, cuyos ciudadanos empezaron a resistir. Por eso, en gran medida, la disolución de la URSS la decidió Rusia con alguna opinión de Bielorrusia y Ucrania, aunque sin conocimiento y participación de las demás repúblicas de la confederación. La URSS es un ejemplo de cómo los costos de la diversidad a veces pueden resultar poco tolerables por una porción de la ciudadanía.

      El Imperio Otomano fue un caso de Estado sustentado sobre la diversidad étnica, religiosa, lingüística y, en general, cultural. Pero curiosamente, cuando se desintegró, aunque formalmente se proclamó laico, su sustento final fue la religión musulmana, el idioma turco y las poblaciones de Anatolia predominantemente turcas. El Imperio Otomano controló mucho tiempo los estrechos que permiten la entrada y salida del Mar Mediterráneo al Mar Negro y viceversa. Así mismo controló el Canal de Suez, que permite el tránsito entre el Mediterráneo y el Mar Rojo y, por ende, la salida al Océano Indico. También controló el acceso al Golfo Pérsico. En su plenitud colindaba con el Imperio Austro Húngaro, teniendo bajo su control parte de Europa Oriental. El declive de este imperio, paradigma de la diversidad, comenzó en la segunda mitad del siglo XIX, en 1878, y culminó poco después del término de la Primera Guerra Mundial, entre 1919 y 1923.

      En efecto, a partir de 1878, el Imperio Otomano perdió Albania, Macedonia y Grecia. Todos esos pueblos procuraron realizar su propia identidad nacional volviéndose independientes. También, como el Imperio Otomano estuvo al lado de Alemania durante la Primera Guerra Mundial, al término de ésta perdió todos sus territorios árabes, que fueron tomados por las distintas potencias europeas vencedoras. Alemania ya había vislumbrado la importancia del petróleo en la zona del Golfo Pérsico. Por eso propuso la construcción de un ferrocarril de Berlín a Estambul y a Bagdad. Pero las otras potencias europeas, señaladamente Inglaterra, hicieron lo indecible para detener ese empeño. Culminada la Primera Guerra Mundial fueron Inglaterra, Estados Unidos, y en algo Francia, las que trazaron las fronteras de los nuevos países árabes, quedándose sobre todo las dos primeras con el control, bajo las modalidades de protectorados, fideicomisos, u otras, con los territorios de mayor riqueza petrolera. A esa motivación deben su nacimiento estados como Arabia Saudita, Irak y, sin duda, Kuwait y Qatar.

      Otras etnias como los armenios no lograron formar Estados-naciones, y más bien fueron víctimas del ir y venir de poblaciones para homogenizar a los pobladores de cada territorio. Así, los armenios quedaron una parte en la URSS, y otra parte, producto de los traslados, en la zona contigua de lo que luego sería Turquía. El Imperio Otomano se redujo y devino en la República centralista y laica de Turquía, que fundó Mustafa Kemal, trasladando la capital de Estambul a Ankara en el medio de Anatolia. Con la disolución del Imperio Otomano, cuyo núcleo devino en la Turquía actual, desapareció una de las mayores expresiones de Estado diverso, con múltiples religiones, razas, idiomas y culturas.

      Al igual que el Imperio Otomano, el Imperio Austro Húngaro no estaba regido por ideales nacionales. Estaba más bien regido por ideales multinacionales, envueltos en la cobertura de un imperio. Había religiones diversas, poblaciones diversas, idiomas diversos y, en general, culturas diversas, sin que constituyera un objetivo o propósito nacional la uniformización en un común cauce social imperante. Tampoco nadie pretendía reivindicar los valores de su identidad mediante la independencia. Así, se estima que en el Imperio Austro Húngaro no llegaban al 25% los germanos parlantes, y bordeaban el 20% los húngaros. Luego venían los checos, los polacos, los rutenios y ucranianos, y los eslovacos. Y había también poblaciones bosnias musulmanas, rumanas-gitanas e, inclusive, italianas. Por eso la Constitución del entonces Imperio Austro Húngaro declaraba que todos los pueblos eran iguales, con derecho a conservar y a cultivar su nacionalidad y su lengua. Todos se preguntaban y eran conscientes sobre su identidad, aunque no por eso pretendían dejar de ser parte del Estado común que era el imperio.

      Aunque las autoridades imperiales permanentemente iban normando la coexistencia de nacionalidades y culturas diferentes, bajo un mismo ensamblaje de Estado, al término de la Primera Guerra Mundial el vencido Imperio Austro Húngaro se empezó a disolver. Poco a poco los países aliados fueron favoreciendo la causa de la desintegración. Así se fueron escindiendo Checoslovaquia, Rumania, territorios de la futura Yugoslavia, etc. El Imperio Austro Húngaro es otro ejemplo de Estado diverso, en que las prédicas pro autodeterminación en razón de cada identidad lo llevaron a la disolución. Al final quedó reducido a su núcleo en lo que actualmente es Austria. En alguna medida, la Unión Europea ha sido un intento de volver a aglutinar, tenue en lo político y más compacto en la economía, a diversos países de Europa. En lo cultural, los países de Europa Oriental no han resultado fáciles de asimilar. E Inglaterra, por su especial alianza con EE.UU., asumió un compromiso dividido o plural, que culminó en el referéndum pro salida.

      A nivel mundial quizá Japón sea uno de los mayores ejemplos de Estado homogéneo. Tiene una misma raza, fijada y definida desde muy atrás. Tiene una misma cultura y liturgia, entre ceremonial y religiosa. Tiene un territorio sin vecindad fronteriza. Todo ello ha hecho de Japón un país relativamente extraño y ajeno a las experiencias de las migraciones y las invasiones. La homogeneidad de Japón, prácticamente en todo, la percibió con meridiana claridad su gobernante de hecho de la posguerra, el general Douglas Mac Arthur. Por eso Mac Arthur evitó la aplicación indiscriminada de las reglas occidentales para los agresores vencidos. Percibió que si así lo hacía iba a tener una reacción casi unánime del pueblo contra su gobierno de ocupación. En ese entendido fue que liberó al emperador de toda responsabilidad por el ataque a Pearl Harbor y el inicio de la guerra. Con ese solo gesto, no obstante las dos bombas atómicas, se ganó en mucho la voluntad del pueblo japonés, que luego, ya reconstruido, ayudó en la construcción de armamento para la guerra con Corea.

      Naturalmente que hubo tradiciones que ya el pueblo japonés estaba preparado para dejar de lado, como la divinidad del emperador, origen

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