Estados homogéneos y estados diversos. Arturo Seminario Dapello

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Esas reglas básicas las dictaba la recta razón en pro del bien común. De modo que el Derecho natural configuró un gran esfuerzo por conciliar criterios para darles cierta uniformidad a las ciencias sociales. Sobre esos cimientos se desarrollaron los Estados-naciones de Europa Occidental.

      Es más, lo que ahora se considera como instrucción o educación, en el Mundo Occidental y Cristiano nace, en lo que a ciencias sociales se refiere, de todos esos conceptos que se labraron a fines de la Edad Media y principios del Renacimiento. Sobre esas bases se han hecho crecientes elaboraciones posteriores, que prueban que los cimientos eran sólidos. Las instrucciones o educaciones que se han desarrollado sobre los cimientos éticos de los otros ámbitos territoriales no han sido tan exitosas. De ahí nacen muchas de las confrontaciones entre el Mundo Islámico y el Mundo Occidental y Cristiano. Gran parte del Mundo Oriental ha procurado aceptar los idiomas, la Economía, el Derecho, y, por supuesto, la tecnología, del Mundo Occidental y Cristiano. Esa tecnología occidental y cristiana ha tenido un salto exponencial después de la Segunda Guerra Mundial, poniendo al alcance de todos unos medios de comunicación y de transporte que muy pocos entienden aunque casi todos usan. Sin duda, Estados Unidos de Norteamérica lidera esa vulgarización de la tecnología de vanguardia.

       La búsqueda de homogeneidad en los ámbitos ibérico y andino

      La cristianización de las tribus bárbaras fue obra de Arrio y sus seguidores. Las tribus bárbaras que cruzaron por España, los vándalos, los suevos, los alanos, y sobre todo los visigodos, eran cristianos arrianos, que no reconocían el dogma de la Santísima Trinidad. En cambio, los pobladores iberos, celtas o romanos originarios eran cristianos católicos, que reconocían el dogma de la Santísima Trinidad. En las luchas internas, los pobladores originarios sucumbieron ante los invasores bárbaros. Entre los bárbaros prevalecieron los visigodos, que se convirtieron en la clase gobernante. Se estableció así un reino donde la cultura era una mezcla entre lo romano y lo visigodo, y donde la religión prevaleciente, la de la clase gobernante, era el cristianismo arriano. Pero los iberos, celtas y demás continuaron practicando el cristianismo católico. Además había una considerable población que profesaba la fe judía.

      Los enfrentamientos entre arrianos, liderados por el rey Leovigildo, y católicos, liderados por su hijo el príncipe heredero Hermenegildo, llegaron a su clímax cuando el padre venció y mató al hijo. No obstante el triunfo arriano, al morir el rey lo sucedió otro hijo, Recaredo, que se convirtió al catolicismo y paulatinamente fue convirtiendo a la religión católica en la mayoritaria y oficial. De modo que a fines del siglo VI se inició con Recaredo la conversión de la mayoría de la población española arriana al catolicismo. Con la conversión del rey y de la casi totalidad de la nobleza visigoda al catolicismo se adoptó también la cultura hispano-romana y el idioma latino, que luego devino en el castellano o español. Además a partir de Recaredo la Iglesia Católica, dada su apreciable superioridad cultural, se fue imponiendo en las tareas de Estado.

      A principios del siglo VIII, el califa de Damasco inició la invasión de la Península Ibérica. Aparentemente desembarcaron por Gibraltar y las zonas contiguas con el apoyo de algunos bereberes que mantenían trato con la península. También contaron con el apoyo de algunos cristianos. Estos, al estimar que la fuerza que prevalecería era la invasora, traicionaron sus orígenes sumándose a ella. En la batalla cerca del río Guadalete ganaron los invasores, para luego marchar triunfantes por toda la península. Recién fueron detenidos en Asturias, en una zona encajonada llamada Covadonga, por quien fuera el rey Don Pelayo. Desde el ingreso a Gibraltar, con la subsiguiente batalla de Guadalete, y la resistencia y triunfo asturiano en Covadonga, se estima que transcurrieron no más de diez años. De modo que la conquista de la península fue muy rápida.

      La resistencia, inicialmente sólo en Asturias, después se extendió a León, Galicia, Vizcaya, Navarra, y quizá en algo Castilla La Vieja, Aragón y Cataluña. Pero todo el resto de la península quedó sólidamente bajo el control de los invasores, organizados en lo que fue de inicio el Emirato y, luego, el Califato de Córdova. Como emirato se mantuvo relativamente independiente de Damasco, donde gobernaba la dinastía Omeya. Como califato tuvo total independencia frente a Bagdad, donde gobernaba la dinastía Abasida. Se estima que en el siglo X el Califato de Córdova llegó a su mayor esplendor. Se convirtió en un puente cultural y comercial, con activa participación de la comunidad judía local, entre el Mundo Árabe y Europa Occidental. Presumiblemente también hubo en esa época un considerable mestizaje en todos los territorios bajo control del Califato de Córdova. Aparentemente no hubo mucho proselitismo religioso musulmán, sino más bien mudanzas libres de uno a otro credo, por cuanto los gobernantes gravaban más a los que no profesaban la religión oficial. En el siglo XI, el Califato de Córdova, aún bajo control musulmán, se desmembró en numerosos reinos, los llamados taifas, donde cada pueblo o tribu se consideraba un territorio independiente.

      En España, el proceso de la reconquista fue lento. Hubo multitud de pequeños y grandes episodios. Los reinos cristianos hacían pactos entre ellos, aunque muchas veces también con los moros. El mismo Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, estuvo al servicio de distintos reyes, fue desterrado, y tuvo trato con los moros. En general había una permanente interacción entre cristianos, moros y judíos. Así, aunque al final prevalecieron los cristianos, ello no significó que los moros y judíos no dejaran su impronta en el español que emprendió el descubrimiento y conquista de América.

      En el siglo XII se comenzaron a formar las órdenes religioso-militares, tales como las de Alcántara, Calatrava, Santiago, etc., organizadas para combatir a los moros. Los ejércitos cristianos marchaban con religiosos que pregonaban las indulgencias a que se harían acreedores los combatientes. En los ejércitos musulmanes se leían proverbios y frases del Corán, prometiendo el Edén para quienes murieran en combate. Así, aunque en lo personal y cultural había vías que mestizaban a las personas, en lo político había la lucha porque prevaleciese determinada religión. En el siglo XIII Córdova y Sevilla pasaron definitivamente a los cristianos. Sólo Granada, con su salida a través del puerto de Málaga, quedó en poder de los musulmanes. Con la caída de Córdoba y Sevilla, muchos traductores se trasladaron a Toledo. También se inició el uso del español o castellano en los documentos oficiales. Fue también en el siglo XIII que nacieron las órdenes franciscana y dominica.

      La orden dominica estuvo muy vinculada al Tribunal de la Inquisición. Aunque en el pasado la Inquisición había estado motivada sobre todo por consideraciones religiosas, en los siglos XIII, XIV y XV el móvil fue más bien la confiscación de los bienes de los procesados. En base a cualquier delación, manteniendo al delator y a los testigos ocultos, se procedía a inculpar al procesado. Muchos de estos procesados no sólo perdían sus bienes, sino que eran consumidos por las hogueras en los llamados autos de fe. A estos espectáculos concurría la gente para ganar indulgencias. El nivel de castigo que aplicaba la Inquisición la hizo muy temida y, por ende, muy poderosa. Los bienes expropiados se dividían entre la Corona, la Inquisición y los delatores. Las veces que la Inquisición procuró un porcentaje mayor tuvo serios roces con la Corona. Se considera que la mayor crueldad de la Inquisición se manifestó durante el tiempo que la presidió el dominico converso, o hijo de conversos, Fray Tomás de Torquemada. Sus desplazamientos se tenían que realizar con numerosa guardia, para protegerlo del odio que había generado entre la población.

      Para la rendición del Emirato de Granada, los reyes católicos recibieron apoyo financiero, entre otros, de algunos judíos ricos, que después resultaron víctimas de la expulsión. Facilitó mucho la rendición de Granada las guerras civiles que había entre los propios moros. También facilitó mucho la rendición de Málaga en 1487, que dejó a Granada sin acceso al Mediterráneo. La asfixia de Granada, que los moros no pudieron remediar mediante la obtención y retención de un puerto alternativo, hizo difícil que recibieran auxilio del norte de África. El año 1492 fue uno de significativos acontecimientos: en enero se rindió Granada; en marzo se dispuso la expulsión de los judíos, salvo que se convirtieran;

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