Geopolítica y nuevos actores de la integración latinoamericana. Ana Marleny Bustamante
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En consecuencia, más que insistir en el carácter binario de la supranacionalidad y el intergubernamentalismo. El Mercosur es un caso de intergubernamentalismo y desde hace años vive grandes dificultades; la can tiene una fuerte dimensión supranacional y tiene una crisis no menor que el Mercosur. Entonces, el problema debe ir más allá de la dicotomía supranacional versus intergubernamental. Lo que se destaca es la necesidad de crear instituciones eficientes que permitan gestionar de forma eficiente los instrumentos creados para impulsar la integración regional o para resolver los conflictos que siempre surgen debido a una creciente interdependencia regional. Estas instituciones pueden tener un carácter intergubernamental, otras supranacional, pero lo que deben reflejar es un compromiso político de los Estados y los demás actores que participan en un proceso de integración.
Nuevo marco teórico para la integración
Un hecho es incontrovertible: la teoría de la integración nació y se desarrolló para explicar el proceso que se inicia en el viejo continente en 1951 con la creación de la Comunidad del Carbón y el Acero (ceca) en 1951. El neo-funcionalismo y el intergubernamentalismo surgen para explicar el proceso europeo. La teoría vineriana sobre las uniones aduaneras o las propuestas de Bela Balassa de la integración como un proceso gradual y por etapas, tienen como referencia a la integración europea. Nuevos enfoques como el liberalismo intergubernamental, la gobernanza multinivel o el institucionalismo también emergieron para analizar la integración europea.
Muchas de estas teorías han sido usadas para evaluar los procesos de integración regional en América Latina. Esto ha planteado un debate, que también existe en otras regiones del mundo, sobre si la teoría europea puede aplicarse de manera descontextualizada en otras regiones. Este es, de hecho, uno de los temas centrales del regionalismo comparado, una nueva rama en el estudio de los procesos que ha adquirido gran fuerza en los años recientes.
Por ello, es importante discutir el marco teórico del regionalismo latinoamericano. En primer lugar, debe señalarse que en América Latina ha habido una reflexión teórica propia sobre el regionalismo y la integración regional. Este es el caso de la escuela estructuralista de la cepal en el ámbito económico. Como ocurre con sus ideas sobre el desarrollo económico, el pensamiento cepalista sobre la integración ha evolucionado desde las propuestas de una integración al servicio de la industrialización de los años cincuenta, al regionalismo abierto de los años noventa. Los planteamientos sobre autonomía de Helio Jaguaribe y Juan Carlos Puig son otro ejemplo de una reflexión propia sobre la dimensión política de la integración. Se es consciente de que aspectos de estas teorías han sido objeto de intensos debates y cuestionamientos, pero esto no le resta el valor explicativo de muchos de sus aportes. Por ello, la construcción de un marco teórico supone considerar y debatir la relevancia de las contribuciones latinoamericanas. Seguir desconociendo las conceptualizaciones latinoamericanas sobre los procesos latinoamericanos de integración regional es continuar fortaleciendo la inercia del eurocentrismo en la comprensión y explicación del regionalismo en el mundo.
Un tema crucial en este aspecto ha sido planteado en la segunda reunión virtual del gt y que Molano describió como una construcción de una teoría de la integración sin adjetivos. Como punto de partida es conveniente superar el supuesto (aceptado consciente o inconscientemente) de que “teoría de la integración” es sinónimo o se asimila a “teoría de la integración europea”. En otras palabras, parece que cuando se usa la teoría de la integración (sin adjetivo) se está refiriendo a la teoría de la integración europea. Y eso se debe superar, pues una teoría de la integración sin adjetivos debe abarcar cualquier conocimiento generado para explicar los procesos de integración existentes en el mundo, en Europa y más allá de ella.
El segundo asunto es: ¿qué hacer con la teoría europea? En realidad, el eurocentrismo (o ue-centrismo como señala Amitav Acharya) es un problema serio que tiene enfrentarse. La reflexión teórica en las Ciencias Sociales tiene un contexto: histórico, social e incluso personal del autor. No tomar en cuenta ese contexto y tratar de trasplantar un marco interpretativo y analítico a otras regiones puede conducir a equívocos. Incluso, Ernst Haas y Philippe Schmitter, los padres del neofuncionalismo, reconocieron, en un artículo publicado en 1967, las dificultades de aplicar su enfoque al caso latinoamericano. Habría entonces que establecer algunos criterios para usar la teoría europea. Uno de ellos contextualizar los enfoques europeos al aplicarlos a América Latina. Otro es considerar el grado de abstracción de algunas categorías, que permitirían que su aplicación fuera posible más allá de un caso en particular. Otra podría ser distinguir entre los aspectos normativos y explicativos de una teoría. Otro más, quizás podría ser que, mediante el conocimiento crítico de las conceptualizaciones latinoamericanas sobre el regionalismo, se contribuye a revelar el parroquialismo (o para decirlo de forma más elaborada “el problema de n=1”) de las teorías europeas sobre integración regional.
Un tercer aspecto que debe considerarse es lo que Fredrik Söderbaum describe como “eurocentrismo inverso”, es decir, considerar a la integración europea como un “anti-modelo”. Europa occidental tiene una larga experiencia de integración regional y, aunque no es correcto intentar replicarla de manera acrítica y descontextualizada, sí puede ser un laboratorio para realizar comparaciones sobre la forma en la que funcionan los procesos económicos en un bloque regional, su dimensión institucional y la cuestión del liderazgo.
Tampoco se trata de crear una “teoría latinoamericana para explicar exclusivamente los procesos latinoamericanos”, pues ello nos puede conducir a un provincialismo tan nocivo como el etnocentrismo. Eso se relaciona con la idea de una teoría de la integración sin adjetivos. La integración regional (y el regionalismo en general) es un proceso global, cada vez más universal y muchas regiones del Sur Global también han impulsado procesos de integración. La cuestión es, entonces, cómo los aportes latinoamericanos también pueden ayudar a explicar ese fenómeno global. Se pueden observar algunos puntos de encuentro: como en América Latina, en el sureste de Asia el tema del desarrollo es importante; en África algunas coincidencias pueden observarse, como el uso de los bloques regionales como instancia para resolver crisis internas.
Un elemento que se debe incorporar en la construcción de un marco teórico de la integración es el análisis histórico, pues como señaló Giovanni Molano en la segunda reunión virtual del gt, este tipo de estudios históricos permite ver las regularidades del fenómeno de la integración en América Latina. Por ejemplo, como plantea Molano, el análisis histórico permite visualizar cómo las categorías “desarrollo” y “autonomía” han sido modificadas o han sufrido variaciones en su contenido a lo largo del tiempo. Esto permitiría evidenciar las regularidades y las variaciones que se observen en la búsqueda de autonomía y de desarrollo en el marco de los procesos de integración latinoamericanos. Daniel Benzi y Leiza Brumat coinciden en destacar la importancia de esta dimensión histórica y Brumat añade la cuestión identitaria como elemento a ser considerado.
Daniele Benzi, también recomienda prudencia al abordar el tema de la construcción de un marco teórico. Para él, ante la nueva realidad global y, en particular, frente a la crisis de algunos procesos regionales, no hay consenso sobre cuáles son los escenarios actuales que influyen en los debates teóricos. Por esto, Benzi propone prudencia y recomienda no hablar de un “marco teórico” en singular, sino de “marcos teóricos” en plural al abordar el tema de la integración regional en América Latina.
Una propuesta que se ha planteado sobre esto es si sería más conveniente formular conceptos. El argumento es que construir una teoría no es una tarea fácil, en cambio, elaborar conceptos lo es un poco más. Esto fue expresamente planteado por Miriam Saraiva en la segunda reunión virtual el gt y respaldado por Giovanni Molano. La cuestión que se plantea es, entonces, y es algo que debe ser discutido en el gt, cuáles son esos conceptos que se deben construir o profundizar. “Autonomía” y “desarrollo”