Feedback consciente. Gabriel Paradiso

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Feedback consciente - Gabriel Paradiso

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establecer relaciones empáticas, colaborar y trabajar en equipo) son áreas de puntos fuertes, se crea una combinación de competencias sumamente poderosa. Ambas, cuando se contemplan como puntos fuertes y son utilizadas a la vez, catapultan a los líderes a cotas de efectividad general aún más altas.

      Como hemos visto, saber dar y recibir feedback es un comportamiento importante dentro de la “familia de las habilidades interpersonales”, y conseguir un alto nivel de desempeño en el mismo, ayuda a fortalecer y desarrollar una “competencia principal”, como lo es la comunicación efectiva. Aquellos líderes que son percibidos como excelentes comunicadores consiguen mayores contribuciones de los demás, alientan el aporte de ideas y de enfoque alternativos, se aseguran de compartir la visión, logran un compromiso emocional y promueven el empoderamiento de sus colaboradores.

      Todos los ADN conducen al feedback

      Ahora bien, ¿se pueden crear organizaciones rentables y saludables a la vez? Como es de nuestro conocimiento, toda organización tiene su ambiente especial. Ese ambiente especial es “su ADN”: esencia emocional, clima de trabajo, su cultura. El ADN de una organización está marcado por el 50% al 70% del estilo de liderazgo que se vive en el día a día. La calidad de los de arriba marca la calidad de los de abajo, y lo que pasa adentro se refleja afuera, establece un axioma, o sea, una verdad evidente. Es por eso que las organizaciones de alto rendimiento son cuatro veces más propensas a trabajar para asegurar que el comportamiento de liderazgo ejecutivo sea consistente con el comportamiento necesario para ejecutar la estrategia.

      Continuando con el ADN de los líderes de una organización, podemos descubrir que existen estilos de liderazgo que “producen” organizaciones saludables y estilos que generan ambientes laborales tóxicos. Me viene a la mente una investigación de Daniel Goleman presentada en su obra El líder resonante, donde muestra los siguientes resultados: el clima emocional da cuenta de entre el 20% y el 30% del rendimiento global, y un aumento del 1% en el clima emocional de los servicios va acompañado de un aumento del 2% en la rentabilidad. No ha de extrañar que una variable “blanda”, como la de gestionar adecuadamente los “recursos emocionales”, acabe produciendo resultados “duros”, como lo es el aumento de la rentabilidad. ¿Otros datos de Gallup? Un 49% menos de incidentes de seguridad, 60% menos de defectos de calidad, 37% menos de ausentismo, 18% más de productividad y 16% más de rentabilidad.

      Los liderazgos saludables provocan que los colaboradores se sientan valorados, motivados, capaces, queridos, respetados y apreciados. Por el carril contrario están los líderes tóxicos, que hacen que los colaboradores se sientan desconectados, devaluados, enajenados, enojados, frustrados o culpables. Por ello:

       Organizaciones saludables = resultados a largo plazo (sustentabilidad)

       Organizaciones tóxicas = resultados a corto plazo (rentabilidad)

      A veces me pregunto por qué algunas respuestas que nos da el conocimiento científico desde la medicina, o la ingeniería no es aprovechado para tomar en cuenta algunos aprendizajes que, con rigor científico, aportan las ciencias sociales. Contamos con investigaciones más que importantes provenientes de autores de renombre como Daniel Goleman, John Zenger, Jim Collins, Stephen Covey, Dave Ulrich, Marshall Goldsmith, John Maxwell, y Marcus Buckingham, por citar a algunos, que se han quemado las pestañas analizando decenas de miles de casos a lo largo y a lo ancho del mundo, con conclusiones incuestionables. ¿Qué más hay que averiguar para concluir que los mejores estilos de liderazgo combinan un fuerte deseo de logro y una fuerte orientación a las personas? Que lo emocional tiene un peso muy importante. ¿Qué más tenemos que conocer para concluir que los mejores líderes poseen una fuerte base de valores e integridad?

      Meterse con las dimensiones “blandas” del liderazgo aporta a resultados casi exponenciales, dejando un “caldo de cultivo” para duplicar los beneficios netos y la satisfacción de los clientes, triplicar la intención de permanecer en la organización, reducir a menos de la mitad la rotación de personal, duplicar el engagement de los empleados, entre otros. Las experiencias nos dicen que los líderes demasiado orientados al logro tienden a dar órdenes y coaccionar, más que a enseñar y colaborar, ahogando así a sus colaboradores. Suelen tomar atajos y olvidarse de comunicar información clave, y podrían hacer caso omiso de las preocupaciones de los demás. El desempeño de sus equipos comienza a declinar, y se arriesgan a no alcanzar las mismas metas que inicialmente motivaron su comportamiento orientado al logro. Un énfasis demasiado intenso en el logro puede destruir la confianza y socavar la moral, reduciendo la productividad en el lugar de trabajo y erosionando la confianza en la gestión. Y aquí no hay lugar para un feedback participativo. Podría cruzar los modelos conceptuales de muchísimos autores, la respuesta será: no se apalancan resultados extraordinarios y sostenidos en el tiempo sin un proceso comunicacional de ida y de vuelta entre líderes y empleados, y entre estos y los clientes de la organización. Debemos estar convencidos del tipo de preparación, entrenamiento y desarrollo que nuestros líderes necesitan. “Todos los caminos conducen a Roma”, o todos los ADN conducen al feedback.

      El feedback como espacio para crear influencia y credibilidad

      La calidad de la comunicación entre la gente de todos los niveles es lo que mantiene unida a una organización. En la cima de las organizaciones hasta un pequeño cambio positivo puede tener un gran impacto. Desde una perspectiva organizacional, el hecho de que un directivo esté tratando de cambiar algo para mejorar −y esté siendo un modelo a seguir para el desarrollo personal y de otros− puede ser incluso mucho más importante que aquello que el directivo está tratando de cambiar. Marshall Goldsmith siempre les dice a los CEO´s con los que trabaja que “para ayudar a los demás a desarrollarse, empiecen con ellos mismos”. El cambio empieza por cada uno de los líderes de la organización: si los líderes no presentan conductas saludables no pretendamos o exijamos organizaciones saludables. Si los líderes no comunican o se comunican bien no pretendamos que todos los empleados sepan a dónde quiere ir la organización. Si los líderes no se comprometen a trabajar en la comunicación con sus equipos y con toda la organización, habrá radio pasillo, la gente completará el futuro con fantasías, las decisiones se tomarán sobre la base de situaciones imaginarias y no toda la información fluirá alineada a los objetivos más prioritarios.

      Las organizaciones hacen muchos aspavientos al lanzar procesos de cambio, nuevos productos, poner en práctica una encuesta de clima laboral, comunicar una política de reconocimientos al personal, pero se hace “mucho ruido y pocas nueces”. ¿Qué significa esto? Que una organización promete muchas cosas, pero en realidad, al final, hace muy pocas. Imaginemos cuando se lanza un proceso de feedback formal en una organización. Literalmente, he visto líderes jugando a las escondidas, líderes que no han realizado la devolución del desempeño a sus empleados. Ahora sí, en las presentaciones se llenan la boca diciendo a diestra y siniestra “somos líderes de puertas abiertas”.

      En una reunión pasada con la especialista Natalia Kaposvari, gerente de marketing de Great Place to Work en Argentina me comentó cómo era el modelo de análisis del clima laboral y me informó sobre la importancia de la medición e interacción de las tres relaciones existentes que deben presentarse en cualquier lugar de trabajo: la relación entre los empleados y sus jefes, la relación entre los empleados y su trabajo, y finalmente la relación entre los empleados y sus compañeros de trabajo. Luego me mostró una encuesta a nivel nacional de años atrás sobre “prácticas comunicacionales y feedback” y cómo se comparó a las mejores empresas versus el mercado en general. Los resultados hablan por sí solos y dejan conclusiones categóricas: “A mayor cantidad de espacios para construir vínculo con el jefe, mejor es la percepción del clima laboral. Los jefes dan feedback a sus empleados acerca de temas y cambios importantes. Y los jefes comunican claramente sus expectativas”. Revisando los números duros de dicha encuesta pude observar que “las

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