La cábala. Mario Saban

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La cábala - Mario Saban Psicología

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realidad, cuando estudiamos y profundizamos sobre las bases fundamentales del misticismo judío nos encontramos con que trabajamos ambos aspectos de forma simultánea. Debemos trabajar desde una percepción circular y no lineal de la realidad, porque la realidad por su esencia compleja es básicamente circular. La linealidad del pensamiento es un problema de nuestro pensamiento, pero no se ajusta a la realidad en su complejidad intrínseca.

      Por ese motivo, debemos ser muy cautos a la hora de leer textos de la cábala antigua y medieval porque en aquella época la especulación intelectual tenía como centro la teosofía y no la psicología (tal como la conocemos hoy). Es verdad que podemos eventualmente psicoanalizar la teosofía medieval judía, pero los sabios medievales (con raras excepciones) no eran conscientes de que estaban trabajando el estudio de la psique, sino como una derivación de los aspectos cosmogónicos del universo.

      Tengo que advertir que este problema se solucionaría si comprendiésemos el sistema de concatenación de los diferentes universos dentro de la manifestación del Ein Sof en el interior del vacío, y si logramos comprender el sistema de «Partzufim» (o estructuras globales de personificación, o las personificaciones), porque debemos tener en cuenta un factor de importancia fundamental, y es que la psique desde el punto de la psicología mística del judaísmo no puede ser autorreferencial, sino que debe ser estudiada en relación directa con el sistema general de la realidad circundante.

      No existe una psicología en el judaísmo desvinculada del entorno natural en el que esta psique se ha desarrollado. En definitiva, debemos comprender la destrucción de la entropía científica en el estudio de la psique, porque para el misticismo judío las energías interiores de la psique son el reflejo de las energías externas que operan en el orden cosmogónico general, y las energías externas se encuentran reflejadas dentro de la psique del sujeto.

      10. El problema de la entropía en la Psicología

      «El alma comprende diez existencias superiores surgidas de las diez existencias celestiales».

      ABRAHAM ABULAFIA

      El segundo gran problema que se presenta cuando trabajamos el Árbol de la Vida de forma arquetipal es que cada sefirá representa una energía determinada dentro del «Inconsciente colectivo». Entonces debemos ser cuidadosos porque el inconsciente colectivo junguiano no se encuentra en el orden cosmogónico general, sino en el orden psicológico. Jung sigue operando dentro de la psique; en cambio, la psicología del misticismo judío, que comprende la influencia ancestral de los arquetipos sobre el Yo, es consciente de que Jung no trabaja sobre el orden cosmogónico en este nivel de análisis, sino que sigue trabajando en el orden psicológico. Para que la psique trabaje libremente debemos liberarla de su posición central dentro del espacio-tiempo.

      Este es el trabajo fundamental de la psicología del misticismo judío, en el sentido de que si el sujeto (Yo) no encuentra su sentido trascendente más allá de sí mismo, todos los supuestos sentidos de su existencia son espacio-temporales, y por lo tanto sujetos a la destrucción. No se pueden establecer «sentidos existenciales» espacio-temporales porque atrapamos la psique en una especie de juego macabro, buscamos dentro de las terapias convencionales atarnos a las dimensiones inferiores de la realidad.

      La existencia del sujeto no puede establecer una relación desequilibrada con el mundo inferior, porque entonces la existencia material en esta vida se encuentra atada a la velocidad del vacío existencial. Al carecer de sentido todo lo que se hace, simplemente se realiza en términos del mundo inferior. Y sabemos, dentro de la cábala, que toda relación con el mundo inferior es desequilibrada en sí misma. La psicología mística del judaísmo busca soluciones reales a la psique destruyendo su centralidad. Toda sensación de centralidad del Yo en esta existencia hace que el sentido de la existencia se encuentre en función del Yo, y justamente es esto lo que debemos evitar a toda costa, porque en el mundo inferior la psique encuentra elementos anestésicos que suspenden el enfrentamiento con el interrogante del sentido de la existencia personal.

      No debemos confundir el Árbol de la Vida cuando opera como «símbolo psicológico» («símbolo de las energías arquetípicas»), y cuando opera como «símbolo cosmogónico». Así, podemos decir que existen dos operaciones que se realizan dentro del mismo símbolo del Árbol de la Vida. Podemos utilizar el Árbol de la Vida como una estructura simbólica en el orden cosmogónico, o podemos trabajar con la misma estructura simbólica en el orden psicológico.

      En cierto modo, el Árbol de la Vida no es una estructura compleja sino que es una estructura simple de análisis; lo complejo es que la estructura funciona en diferentes niveles de la realidad, de modo que debemos saber exactamente cuándo estamos trabajando las diferentes dimensiones del Árbol de la Vida para no cometer el error de mezclar los niveles donde estemos operando. Si en algún momento del análisis nos confundimos de nivel operativo, entonces estaremos aplicando conceptos que no podrán ser comprendidos ni aplicados dentro de dicho nivel. En este caso, no estamos haciendo referencia a un problema del lenguaje (Hod), sino que estamos diciendo que las energías espacio-temporales como son de diferentes magnitudes producen un sistema operativo diferente en cada nivel. Por lo tanto, no es un problema lingüístico sino un problema real, lo que puede producir como resultado una confusión derivada de aplicar un tipo de energías que no se corresponden en ese nivel dimensional. De este modo, al situar correctamente el problema en su dimensión correspondiente logramos visualizar mejor la situación analizada, y operamos con las energías que requieren dicho nivel.

      Entonces, ¿cómo podemos saber cuándo estamos trabajando en cada nivel? En primer lugar, debemos saber que la manifestación original del Ein Sof fue la que provocó la existencia de los cinco universos fundamentales dentro del vacío. Lo que podríamos denominar como «el Árbol de la Vida original». ¿Dónde existía este Árbol de la Vida original? En el plan general que el Ein Sof poseía dentro de sí mismo.42 Esto lo expliqué en mi segunda tesis doctoral en Antropología.43 Entonces dibujamos el símbolo del Árbol de la Vida donde se pueden encontrar los universos que reflejan el orden cosmogónico general.

      Por lo tanto, toda la existencia, desde los niveles más altos de la manifestación hasta los niveles más bajos, se compone de estas diez dimensiones del Árbol de la Vida original (al plan general de la divinidad en este nivel se le denomina como Adam Kadmón). A medida que estas energías dimensionales van descendiendo a las realidades más densas de la materialidad, entonces ingresan en el mundo de la fragmentación a partir del Universo de la Briá, y es allí donde se provocan las diferencias. Sin embargo, aunque las «diferencias subjetivas»44 (dentro de los sujetos) y las diferencias en la totalidad de la creación son diferencias producto del mundo de la fragmentación (universo de Bet), en realidad, se mantiene la sustancia original del mundo de la unidad (universo de Alef), y, por ese motivo, toda la realidad está diseñada según el modelo del Árbol de la Vida.

      11. El Tetragrama como símbolo de la concatenación de los universos

      «La meta no es ponerse ante ninguna forma finita aunque sea del máximo orden».

      ABRAHAM ABULAFIA

      Ahora bien, como la manifestación general de la realidad cosmológica se fundamenta en el sagrado nombre divino (el Tetragrama) Iod Hei Vav Hei, entonces, cada una de las dimensiones representa un grado o un nivel distinto de la misma manifestación sustancial, simplemente lo que cambia es el nivel en el que se encuentra dicha manifestación. En sustancia, cada dimensión es igual que la otra, simplemente las diferencias dimensionales pueden ser visualizadas de acuerdo con la magnitud (o límites) que tiene dicha dimensión. Por supuesto, Keter, siendo la dimensión más alta, desde nuestra finitud es la que posee la máxima magnitud, y Maljut, la última dimensión, la magnitud menor, pero siempre debemos tener presente que todas las dimensiones poseen la misma sustancia. Este es un punto clave porque si creemos erróneamente que las dimensiones tienen distintas sustancias,

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