La potencia del talento no mirado. Carlos March

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La potencia del talento no mirado - Carlos March

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y los números del bingo13. Muchos de los primeros grupos se disolvieron y muchos se unieron creando nuevos grupos. Muchos compañeros, directivos, project managers se fueron, pero hicieron posible que hoy seamos lo que somos, dejaron un recuerdo y aportaron un granito de arena a lo que hoy es Arbusta. Un día, en un taller de capacitación de redes, nos pidieron que hiciéramos un proyecto. Junto con Gimena14, tomamos Arbusta y la mejoramos, soñamos. Casualmente, nuestro proyecto era que Arbusta llegara al mundo y, a los dos años, se estaba abriendo Arbusta en Medellín (Colombia). Éramos una pequeña semilla y, ahora, somos un árbol que da sus frutos, que sigue fortaleciéndose, y nutriéndonos de experiencias, siendo siempre capaces de enfrentar nuevos desafíos, nuevos retos y objetivos, creciendo en la sofisticación de nuestros servicios. Somos de lugares y realidades diferentes, tenemos diversidad de edades y demás, pero convivimos. Sí hay roces o, en algún momento, puede haber falta de comunicación, pero seguimos siendo uno. Arbusta no es solo un espacio donde ir a trabajar sino más bien una familia, con sus diferencias, donde cada uno tiene su lugar, y donde todos podemos ser y crecer en tiempos diferentes, pero siempre conectados y buscando la excelencia en lo que hacemos. Hoy creo que, para los que están desde el principio, es un sueño cumplido. Este momento de reunión entre Rosario y Buenos Aires se pedía desde hace mucho; se tardó en llegar pero se llegó y es una satisfacción poder vivirlo. Pasamos por tormentas y días soleados, y aún seguimos de pie, creciendo», remataba Diana conversando con Gonzalo, allá sobre el final del 2017.

      «Una de las certezas de las que partimos como fundadores era nuestra convicción de que se podían unir piezas diferentes en un modelo de negocio que promoviera la transformación personal», señalan Paula, Federico y Emiliano.

      Betiana continúa su relato, ahora con foco en el ámbito laboral, enmarcada en un paradigma económico que dignifica más allá de la figura jurídica que asuma la empresa: «Para mí, el trabajo es dignidad. Ir a trabajar no solo significa cumplir con mis tareas y ya, sino que es más que eso: es compartir momentos con el otro, es asumir riesgos y desafíos. Es tomar decisiones. Es enfrentarse con cosas lindas y cosas que nos cuestan más. El trabajo es una parte muy importante de mi vida y, en este momento, estoy feliz de formar parte de Arbusta porque no solo hago lo que me gusta sino que, también, tengo un excelente ambiente laboral. Día a día, aprendo lecciones no solo técnicas sino también de vida, y eso no tiene precio. Disfruto mucho ir a trabajar y creo que es hermoso poder compartir ese sentimiento con los demás, porque siempre se escuchan risas y se comparten mates, más allá de cumplir con las labores diarias. Se genera empatía y compañerismo, y nadie es diferente ni superior. Eso me gusta muchísimo. Trabajando me di cuenta que me gusta liderar. Me gusta coordinar a las personas, ayudar a que cumplan sus metas, organizar y estar al tanto de todo lo que pasa. Es algo que años atrás no podía imaginarme, por mi timidez, porque era muy introvertida. Hoy en día, estoy cambiando y el trabajo me empuja y me ayuda a dar un enorme impulso hacia adelante en todos los aspectos de mi vida».

      El testimonio de Laura Medina, hoy líder de Arbusta, conmueve por su potencia y, como tantos otros, también resulta inspirador. Todos los días, Laura viaja hacia el Abasto desde La Matanza, donde vive con su hija de 13 años, y despliega su talento en Arbusta. Cuando hace dos años se sumó al staff, no imaginaba el camino interno que sería capaz de recorrer y que, por cierto, apenas recién empieza: «Poder vencer las barreras internas y llevarlas al mundo exterior hace que cada día fortalezca mis habilidades, casi sin pensar en ello, casi sin poder entenderlo. Adquirí el conocimiento de crear grupos y tomé la palabra “desafío” ya no como un concepto vacío o de marketing, sino como un verdadero medio para superarme a mí misma y dejar los miedos de lado para convertirlos en aquello que podía superar. Mientras andaba, entonces, entendí de qué se trataba el término, y comprendí que se podía generar confianza, desarrollo y superación conteniendo manos vacías y llenándolas con la potencia de aquello que podía ir develando y conociendo de qué era capaz».

      Y continúa: «”Liderar” para mí era algo impensado, pero en ese aprender haciendo me di cuenta que no estaba sola, que tenía un equipo y que lo miraba con mirada de un jardinero que cuida la naturaleza y sabe en qué momento agregar agua y enriquecer raíces para que puedan crecer fortalecidas, en grupos o en manadas. Y en esas manadas hay quienes te despejan el camino, quienes te hacer ver las piedras que aún no viste y quienes te marcan el camino. Aprender a aprender, cooperar, crear y transformar lo ya realizado, todo eso se consigue en equipo. Al final, no estuvo mal sentirme mal, toparme con obstáculos, tener miedo, esas sensaciones recurrentes que iban y venían. Pero un día me abracé a otros, encontré a mis pares iguales y un sentimiento de alivio me atravesó y me hizo sentir que mi ADN, que el modo de ser arbustos/arbusters es uno de los pilares, que nos cuidamos unos a otros, y que, en verdad, nunca habíamos estado solos sino que, sin saberlo quizás, siempre habíamos llevado en nosotros las palabras “creer” y “creer en mí” » .

      Queda claro, entonces, que la figura jurídica que refleje la identidad de Arbusta todavía está por crearse. Y que, frente a esa ausencia de personería jurídica, Arbusta se construyó como una empresa que cobra identidad en la causa que la inspira, permitiendo que cada uno la vivencie a su manera, ya sea como empresa, como comunidad, como familia.

      La mirada de la posibilidad

      Paula Cardenau también suma contundencia: «Arbusta nace de una postura muy ideológica, contundente y profunda de los fundadores de contribuir a que el sistema de a poco vaya modificando las reglas de juego, bajando las barreras invisibles, acercándose y conociéndose, multiplicando las oportunidades reales».

      Los tres fundadores expresan sus ideas eligiendo las palabras que usan con refinada intención y astuta intencionalidad. Son pensamientos elaborados a partir de una cuidada selección del vocabulario. Piensan bien y se expresan mejor. Explican sus acciones porque saben que el verbo potencia el significado del sentido de sus actos. Es por eso que escoger las palabras adecuadas es en ellos un acto mayúsculo porque es lo que garantiza la consistencia entre sus medios y sus fines, la coherencia entre sus decires y sentires, y la integridad entre sus haceres y conciencias.

      Los une a los fundadores de Arbusta la pasión por la retórica y la dialéctica, ese acto reflejo y reflexivo a la vez de, a cada momento, tener que poner a Arbusta en palabras orales o escritas, en palabras resumidas en un email o expandidas en un paper. Como si la única manera de asegurar que la mirada no se desvíe de la posibilidad fuera capturar cada vivencia en un glosario de la vida. Retórica que estudia la utilización de un lenguaje puesto

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