Despierta a mi lado - Placaje a tu corazon. Lorraine Murray
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–Todas tenemos nuestra alma… –comenzó a explicarle Moira.
–No, por favor. No empieces con eso –le cortó mientras su rostro se contraía en una mueca de desagrado.
–Yo la encontré –asintió Eileen muy segura de sus palabras.
–Más bien di que te tropezaste con ella–aclaró Fiona entre risas recordando a Eileen abalanzándose sobre Javier y tirándole dos pintas de cerveza.
–Cierto. Y ya ves… Llevamos juntos más de un año.
–¿Qué tal le marchan las cosas en la facultad? –preguntó Catriona mientras miraba a Eileen por encima de su taza, intentando darle un momento de tregua a Fiona.
–Parece que bien. Está contento con ser ayudante del profesor Stewart.
–¿Y la convivencia? –preguntó Moira elevando sus cejas en repetidas ocasiones.
Eileen sintió un escalofrío y que enrojecía sin remedio. Sus amigas comenzaron a reír y a mirarse con complicidad, lo cual dio un respiro a Fiona.
–Todo marcha genial, pero hoy no soy yo la que tiene que contar algo –dijo mirando a Fiona, quien volvió a sentirse incómoda.
Soltó el aire que tenía acumulado en su interior y, mirando a sus tres amigas, decidió enfrentarse a la situación. Por otra parte, le vendría mejor charlar con ellas que con su superior en la National Gallery. Y tampoco creía que acudir a trabajar con esa sensación extraña en su interior fuera una buena idea.
–¿Podéis aclararme qué hice anoche, chicas? Porque ahora mismo no sé si lo que hice fue una buena idea.
Las tres se quedaron perplejas ante aquella petición. Se miraron entre sí y luego se centraron en su amiga, que parecía perdida.
–¿Por qué dices eso? –le preguntó Catriona confundida por este hecho.
Fiona inspiró hondo antes de responderle.
–Porque me siento como una estúpida. Por eso –explicó con cierto malhumor–. Sé que bebimos demasiado, que…
–Bebiste –le corrigió Moira–. Estabas bastante animada porque te habían concedido el permiso para montar una exposición de autoretratos pintados por artistas italianos.
–Sí, eso lo recuerdo perfectamente. Por cierto, tengo que ponerme con ello de inmediato –murmuró para ella mientras se llevaba la taza a los labios.
–Decidiste pedir varias botellas de vino para celebrarlo –apuntó Eileen–. Y entonces…
–Entonces apareció él con sus amigos –intervino Catriona esbozando una sonrisa divertida–. Creo recordar que estaba con varias personas más. Pero de repente estaba mirándote como si te conociera, o como si le hubieras causado una gran impresión. Deberías haberlo visto. No te quitaba ojo –le recalcó moviendo sus cejas de forma rápida.
–Sí, y cuando os pusisteis a charlar en mitad de la taberna como si en realidad estuvierais vosotros dos solos… –aclaró Eileen entre risas.
–¿Que yo me puse a hablar con él? –le preguntó sin salir de su asombro por lo que estaba escuchando.
–Sí, y al parecer la conversación debía ser de lo más interesante. Pasaste más de quince minutos pegada a él.
–Vaya –logró decir después de unos momentos de confusión–. Pero, ¿es posible que se viniera conmigo? –les preguntó sin poderse creer que hubiera sucedido así–. ¿Y vosotras? ¿Por qué no me acompañasteis? Menudas amigas –murmuró mirándolas por encima de su taza de café, como si les reprochara que no hubieran hecho nada por evitar que se fuera con Fabrizzio.
–Te apartaste de nosotras para quedarte con él. Parecías muy a gusto –matizó Eileen asintiendo de una manera que no le hizo nada de gracia a Fiona. Una especie de venganza por su último comentario.
–¿Cómo de a gusto? –preguntó con un toque de temor, mientras entornaba su mirada hacia su amiga. Por otra parte, tampoco debía darle mucha importancia después de que hubiera amanecido en su cama, ¿no?
–Tanto como para que te hayas acostado con él –se aventuró a decir Moira con un tono convincente en su voz. Las tres la miraron como si acabara de revelar algún tipo de secreto inconfesable. Luego Catriona y Eileen volvieron sus miradas hacia Fiona, quien cerró los ojos y apoyó la frente sobre su mano. Sus cabellos se arremolinaron sobre su rostro ocultando su sonrojo.
–¿Es cierto lo que acaba de decir Moira? –se aventuró a preguntarle Catriona, mientras miraba a su amiga con los ojos abiertos, expectante por lo que pudiera decir fingiendo estar escandalizada.
Levantó la mirada hacia las tres y, por su expresión, sus amigas supieron al momento la verdad. Eileen abrió la boca para decir algo, pero su estado de sorpresa no se lo permitió. Catriona entornó la mirada hacia Fiona esperando que lo confirmara de palabra. Que había pasado la noche con él. Y Moira la miraba con toda naturalidad. Como si en verdad aquello no le sorprendiera.
–¿Te has acostado con el italiano? –le preguntó Catriona en un susurro, mientras Fiona se limitaba a asentir lentamente y parecía que se sintiera culpable por haberlo hecho.
–Lo sabía –apuntó Moira con toda naturalidad y una especie de superioridad.
–¿También lo viste en tu bola de cristal? –le preguntó con ironía mientras alzaba una ceja.
–No. Pero se notaba que anoche el italiano te gustaba. Y de verdad.
–Tanto como para llevármelo a casa –sugirió con la mirada fija en la mesa.
–Pero, entonces… –comenzó a decir Eileen esperando que fuera su amiga quien les contara lo sucedido.
Las miró a las tres durante unos segundos mientras meditaba por dónde empezar.
–Sí, eso mismo que estáis pensando las tres ahora mismo. Pero lo malo no es eso –dijo esperando a que alguna le preguntara pero al ver que las tres permanecían en silencio esperando que fuera ella quien siguiera hablando, decidió continuar–. Fabrizzio ha amanecido en mi cama. Y además me ha preparado el desayuno. ¿Contentas? Ya está. Ya lo he confesado –les dijo levantando las manos y mirándolas como si esperara sus reproches–. Podéis decirme que soy una inconsciente por haber accedido a ello con alguien a quien he conocido anoche. Vamos. Adelante.
Ninguna dijo nada al respecto. Las tres amigas la contemplaron mientras cada una pensaba en lo que había dicho y hecho. Eran amigas desde el colegio, y siempre se habían apoyado entre ellas.
–A mí me parece genial. Si Fabrizzio te gusta ¿por qué no? Eres mayor de edad y sabes lo que quieres. ¿Cuál es el problema? –le preguntó Eileen mientras se encogía de hombros.
–Recuerdo que no hace mucho eso mismo te preguntabas tú con Javier y Rowan. ¿Lo has olvidado? –le recordó Fiona con sarcasmo.
–Claro que no lo he olvidado.