Despierta a mi lado - Placaje a tu corazon. Lorraine Murray
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–Veinte días. Y solo digo que no debería haber sucedido. Eso es todo –le dijo recordando las manos de Fabrizzio por su cuerpo. Acariciándola como si estuviera moldeándola. Arrancándole gemidos de lo más hondo de su ser. Haciéndola palpitar de deseo entre sus brazos. Mirándola de aquella manera en el momento en que juntos llegaron al orgasmo. Y después… Sus caricias tiernas, dulces y reveladoras hasta que se quedó dormida entre sus brazos. ¡Por San Andrés, que nunca había sentido algo así antes! Eso era lo que la tenía descolocada y lo que no conseguía explicar. Y lo que en cierto modo la asustaba. Haber sentido algo por un hombre por primera vez. Y cuando lo vio sirviendo café… pensó que aquello no era real. Que aquel hombre había salido de su fantasía–. Veinte días.
–Entonces, ¿por qué lo permitiste? –preguntó Catriona desconcertada por cómo veía a su amiga. Era la primera vez que la veía tocada tras conocer a un hombre. Y que se hubiera acostado con él, y ahora tuviera ese semblante… Por lo general a la mañana siguiente de conocer a alguien solía mostrarse alegre, divertida como era ella. Pero en esta ocasión…
Fiona sonrió de manera tímida mientras jugaba con la cuchara y su mirada permanecía fija en la taza vacía de contenido. Tal vez eso era lo que le sucedía. Que una parte de su vida aún seguía vacía.
–Lo hizo porque se lo estaba pasando en grande, ¿verdad, Fiona? –respondió Moira por ella tratando de quitar tensión a la situación. Algo le había sucedido a Fiona.
–¿Piensas quedar con él? –preguntó Eileen captando la atención de su amiga.
–No lo sé. Está de paso en la ciudad para visitar a un amigo. Además, tampoco estoy segura de querer volverlo a ver –les dijo tratando de mostrarse convencida de que en realidad era eso lo que quería.
–Bueno, eso es algo que debes decidir tú. Pero si se ha quedado toda la noche y te ha preparado el desayuno… Chicas, lamento decirlo pero he de ir a trabajar –comentó Catriona mirando su reloj.
–Sí. Debo ponerme con mi exposición de retratistas italianos –recordó Fiona mientras abría los ojos al máximo y sonreía. Intentó no pensar en la relación que ello tenía con Fabrizzio, pero eso era algo que por ahora le resultaba complicado.
–Es curioso –señaló Moira entrecerrando sus ojos sin apartar la mirada de Fiona.
–¿Qué?
–Que estés preparando una exposición de pintura italiana y que conozcas a un italiano con el que además te has acostado. Curioso, ¿no creéis? –comentó divertida por este hecho, mientras a Fiona no le hacía nada de gracia.
Miraron a Fiona mientras esta ponía los ojos en blanco y soltaba una carcajada.
–No vendrás a decirme que mi destino está en Italia, ¿no? Porque no me lo creo. Es una mera coincidencia. Ya lo verás.
–Nadie puede escapar a su destino –le dijo muy seria Moira, mientras Eileen y Catriona miraban a Fiona y su gesto de incredulidad.
–¿Nos vemos esta tarde? –preguntó Eileen mirando a las demás.
–Por mí, de acuerdo –asintió Moira.
–Creo que podré quedar. Avanzaré el trabajo todo lo que pueda en la revista –señaló Catriona.
–¿Y tú, Fiona?
–No lo sé. Tengo que ver qué sucede con la exposición. Tal vez…
Las tres la miraron esperando a que les confesara que vería a Fabrizzio. Que tendrían una noche loca de pasión y que a la mañana siguiente volvería a despertar en su cama. Pero Fiona no comentó nada a ese respecto.
–Lo siento pero llego tarde, chicas –se limitó a decir mientras caminaba hacia Princess Street.
–¿No la notáis rara? –preguntó Catriona mirando a sus dos amigas.
–¿Me lo parece a mí o a Fiona le sucede algo con su nuevo amigo italiano? –sugirió Eileen mientras pensaba en lo que Fiona les había contado y en cómo se había comportado esa mañana.
–No me atrevería a decir lo que voy a decir con ella delante –comenzó Moira captando toda la atención de Eileen y Catriona–. Creo que en el fondo le gusta Fabrizzio. ¿Os habéis dado cuenta del tono con que ha dicho que ha despertado en su cama?
Intercambiaron sendas miradas de ¿desconcierto? ¿Incredulidad? Y alguna que otra sonrisa bastante reveladora cuando las tres pensaron que entre Fiona y Fabrizzio pudiera surgir algo. Si no lo había hecho ya.
2
Fabrizzio pasó por su hotel para recoger unas cosas antes de dirigirse a ver a su amigo. Había abandonado el apartamento de Fiona envuelto en un halo de intriga. El comportamiento de esta al verlo en su cama al despertarse lo tenía desconcertado. En verdad que le había sorprendido su comportamiento aquella mañana. Tal vez no estaba acostumbrada a que sus compañeros de cama se despertaran con ella a la mañana siguiente. Y mucho menos que le prepararan el desayuno, como así había sucedido. Pero recordaba a la perfección que había sido ella misma quien lo metió en su casa a empujones mientras no paraba de besarlo. Luego, lo había arrojado sobre la cama y se había sentado a ahorcajadas sobre él sin darle tregua ni para abrir la boca mientras no dejaba de ronronear como una gatita desvalida. Por favor, ¡qué mujer! Debería haberse visto la cara que había puesto cuando, al salir de su habitación vestida para marcharse, se encontró con café recién hecho, tostadas, un zumo y un plato de huevos revueltos. ¿Por qué se había tomado tantas molestias por ella? Nunca antes se le habría pasado por la cabeza hacer lo que había hecho. Vale que la conociera la noche anterior en la taberna, que se fuera con ella hasta su apartamento y que se acostaran, pero quedarse a dormir, y prepararle el desayuno…
Se cambió de camisa y se puso una americana de pana para aguantar el fresco de la mañana. La temperatura era algo más baja en Escocia que en Italia, pero no se había dado cuenta hasta que se alejó de ella. Pensó en Fiona mientras miraba su teléfono y por primera vez se dio cuenta de que ni siquiera sabía su número. No podría llamarla para verla. Pero ¿de verdad pensaba en hacerlo? ¡Santa Madonna, solo pasaría dos días en Edimburgo, y después regresaría a Florencia! ¿Qué estaba haciendo? ¿En qué estupidez estaba pensando? Sacudió la cabeza mientras una sonrisa irónica se dibuja en sus labios y pensaba en ella. Una mujer increíble. Arrebatadora. Sexy. Apasionada. Y desconcertante. El tipo de mujeres que despertaban su curiosidad.
Fiona caminaba hacia la National Gallery tratando de centrarse en su nuevo proyecto que, por otra parte, no iba a ser nada fácil. Una exposición de retratistas italianos. Cuando sugirió este proyecto a David, su jefe, la miró como si acabara de dar con la fórmula de la Coca-Cola. Sí, una gran idea. Magnífica. Además, él tenía contactos en Italia para echarle una mano. Fiona sonrió divertida al pensar en ello. Algún dinosaurio de la universidad, más interesado en que su nombre figurara en alguna publicación, que en la exposición.
Llegó a la National Gallery cruzando por Princess Street. Se trataba de un antiguo palacio neoclásico diseñado por Playfair e inaugurado en 1859. La primera vez que se adentró en el edificio y lo recorrió se preguntó cómo era posible que un museo tan pequeño como era la National Gallery pudiera albergar tantas obras maestras. Se exhibían obras del Renacimiento italiano, la pintura flamenca, española y francesa. Maestros como Rubens, Tiziano,