Despierta a mi lado - Placaje a tu corazon. Lorraine Murray

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Despierta a mi lado - Placaje a tu corazon - Lorraine Murray Tiffany

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con un tono de entusiasmo que nunca antes había percibido en David. Por lo general era bastante serio y no daba muestras de mucha alegría, pese a que era de la misma edad que Fiona. Pero parecía que su puesto requería ese cierto grado de aburrimiento de carácter.

      –Sí, claro. Vayamos –replicó Fiona con toda naturalidad.

      David salió al pasillo aguardando a que ambas mujeres hicieran lo mismo.

      –Me marcho a seguir con mi trabajo. Ya hablamos –le dijo Margaret guiñándole un ojo en clara señal de complicidad, mientras esbozaba una sonrisa pícara.

      Fiona no le dio importancia a sus gestos y comentarios cuando entró en su despacho. «¿Atractivo?», pensó mientras arqueaba una ceja en señal de perspicacia.

      –Fiona, que sepas que la persona que voy a presentarte es todo un experto en la pintura italiana del Renacimiento. Y más si cabe en los retratistas –comenzó diciéndole antes de entrar a su despacho–. Es el director de la Galería de los Uffizi en Florencia.

      Fiona entrecerró los ojos al tiempo que asentía y era consciente de lo que ello significaba. La Galería de los Uffizi era el museo de arte más importante de Florencia, que contenía obras pictóricas de todos los siglos. Sin duda, el lugar perfecto para colaborar con su exposición.

      David abrió la puerta de su despacho dejando paso a Fiona, quien se quedó mirando fijamente al hombre que estaba de espaldas. Alto, de complexión fuerte, con el cabello oscuro y abundante. Vestía de manera informal. Con una americana de pana en tono beige y unos vaqueros. La verdad era que esperaba a un hombre vestido de traje y corbata. Se fijó detenidamente en él mientras los latidos de su corazón se disparaban de manera inusitada. «Bah, los nervios de conocer a alguien tan distinguido», se dijo mientras aguardaba a que David se lo presentara, pero este se había visto abordado en el pasillo y ahora charlaba animosamente.

      –No sabía que tuvieras una copia de los libros que he publicado –dijo el extraño con una voz que a Fiona no le resultó desconocida. Sintió que las palmas de las manos le sudaban más de lo normal. Que de repente sus piernas parecían sacudirse como si bajo sus pies el suelo temblara y fuera a desplomarse allí mismo. Una extraña sensación se apoderó de toda ella cuando la visita de David se volvió un poco y pudo verlo de perfil. Entonces sintió que el estómago se le cerraba y que su presentimiento se convertía en realidad.

      Fabrizzio se giró cuando se dio cuenta de que la puerta se había abierto, pero que nadie había respondido a su comentario. Cerró el libro de golpe cuando su mirada se quedó suspendida en ella, quien se la devolvía con un toque de curiosidad e incredulidad en sus hermosos ojos. ¡Por todos los…! ¡No podía ser cierto! Ninguno de los dos era capaz de articular ni una sola palabra. Permanecían en un claro estado de shock, ya que ninguno podría haber imaginado que volverían a encontrarse, y en aquel lugar. Fabrizzio sonrió tímidamente mientras jugaba con el libro que tenía en sus manos, sin saber muy bien qué hacer con él. Se sentía torpe. Desarmado ante aquella mujer. Como un completo idiota que no sabía qué decirle. ¿Era ella de quien David le había hablado? Aquello sí que era una grata sorpresa. Si hacía cosa de una hora se preguntaba cómo podría volverla a ver, sin duda los hados habían decidido en su favor.

      Fiona estaba tan anestesiada como él. No podía ser cierto que Fabrizzio, el tío que se había llevado a casa la noche pasada, que había despertado a su lado en la cama y le había preparado el desayuno fuera… fuera… ¡el director de la Galería de los Uffizi en Florencia! ¡Y que además fuera a trabajar con él!

      –Disculpadme –dijo David interrumpiendo la situación comprometida en la que Fiona y Fabrizzio se encontraban–. Déjame que te presente a Fabrizzio, director de la Galería Uffizi de Florencia –anunció David, con un toque de claro orgullo en su voz mientras lo señalaba con su brazo extendido.

      –Mucho gusto –pudo articular Fiona, consiguiendo deslizar el nudo que se le había formado en la garganta.

      Lo vio avanzar con paso firme y sin apartar su mirada de ella en ningún momento, mientras su cuerpo palpitaba al recordar cómo la contemplaba la noche anterior en mitad de sus besos y caricias. Tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no delatarse, para no hacerle ver el extraño influjo que ejercía sobre ella con tan solo una mirada. Y cuando posó su mano sobre un brazo y le dio dos besos en las mejillas, la cosa fue a peor. Se había afeitado; sentir la suavidad de su piel le provocó un leve suspiro. Lo contempló en silencio mientras él sonreía tímidamente, sin poder apartar la mirada. Sin duda alguna que lo había trastocado hasta hacer que se comportara como un crío.

      –Ella es Fiona. La colega de quien te he hablado –comentó David volviendo a interferir en ese momento privado que ambos habían creado.

      Durante unos segundos ninguno de los dos dijo nada. Tan solo se limitaron a mirarse y a tratar de dominar el estado de agitación que les había producido volverse a ver.

      –Me has comentado muchas cosas de ella, pero te has olvidado la más importante –dijo Fabrizzio con una voz ronca, arrastrando las palabras mientras su ojos escrutaban el rostro de Fiona en busca de alguna reacción.

      –Seguro que David ha exagerado mis cualidades. Tiende a hacerlo cuando se refiere a mí –intervino Fiona mirando a este, en un intento por desviar la atención de Fabrizzio. Temía que le hiciera algún cumplido como los que le había susurrado la noche anterior al verla desnuda.

      –No lo creo –le dijo muy seguro Fabrizzio, mientras volvía a desarmarla con otra sonrisa, y Fiona comenzaba a preguntarse si de verdad estaba bien. ¿Tanto le afectaba la presencia de aquel hombre?

      –Bien, me comentabas antes que queréis montar una exposición sobre retratistas italianos –dijo Fabrizzio cambiando de tema para tratar de olvidarse de ella. Era como contemplar el más bello retrato de Rafael o de Tiziano haciendo una alusión a su proyecto.

      –Tal vez debería ser Fiona quien mejor te lo explique, ya que, a fin de cuentas, será ella la que trabaje contigo –le confesó David con una sonrisa, mientras Fiona no daba crédito a lo que acababa de escuchar. ¿Trabajar juntos? ¿Iba en serio?

      Fabrizzio volvió su atención hacia ella y el cruce de miradas no pudo ser más revelador. Sí. Ambos sabían lo que podía suceder después de lo de anoche. Pero, ¿estarían dispuestos a correr ese riesgo, a saber que entre ellos dos existía una atracción y a dejarla al margen mientras colaboraran?

      –Pero… se supone que él no estará mucho en Edimburgo, ¿verdad? –comentó Fiona, revelando algo que se suponía que desconocía. Algo que Fabrizzio le había contado en la taberna. Que estaba de paso para visitar a un amigo. Ahora le quedaba claro quién era ese amigo. En el momento en que se dio cuenta se maldijo por su metedura de pata. Al ver la expresión de David fue Fabrizzio quien salió en su defensa. El gesto sorprendió a Fiona, quien no esperaba su detalle.

      –Tiene razón. Pasado mañana me marcho, ya te lo comenté –le dijo a David.

      –Es verdad. Sobre ese tema quería comentar que no hay problema para que colaboréis en la organización de la exposición.

      Fiona entornó la mirada hacia David, intentando averiguar qué se traía entre manos. Su corazón comenzó a latir con fuerza de manera inesperada, como si intuyera antes que ella lo que iba a suceder. Y no tenía claro si le agradaría saberlo. Fabrizzio se mostró tan fuera de sitio como ella mientras miraba a David esperando una aclaración.

      –He conseguido que la junta del museo te permita pasar una semana en Florencia buscando el mayor número de retratos posibles para tu exposición –anunció a bombo

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