Demasiado odio. Sara Sefchovich

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Demasiado odio - Sara Sefchovich El día siguiente

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style="font-size:15px;">      Pues con la pena, pero no le voy a contestar.

      ¿Por qué llegas tan tarde mijo? preguntaba.

      Porque ando haciendo mis cosas respondía.

      ¿Y cuáles son esas cosas?

      Usted eso no lo debe preguntar.

      ¿Y qué pasa si lo pregunto?

      Pues que con la pena, pero no le voy a contestar.

      Dime nomás si andas metido con los malos preguntaba.

      Eso no es asunto suyo respondía.

      Pero quiero saber de ti, si corres algún peligro.

      Pues con la pena, pero no le voy a contestar.

      ¿Estuviste en la balacera que hubo hoy en la plaza? preguntaba.

      Usted eso no lo debe preguntar respondía.

      ¿Y qué pasa si lo pregunto?

      Pues que con la pena, pero no le voy a contestar.

      ¿Tuviste algo que ver con la muchacha esa que desapareció? preguntaba.

      Usted eso no lo debe preguntar respondía.

      ¿Y qué pasa si lo pregunto?

      Pues que con la pena, pero no le voy a contestar.

      ¿Andabas con los que quemaron el restorán del centro? preguntaba.

      Usted eso no lo debe preguntar respondía.

      ¿Y qué pasa si lo pregunto?

      Pues que con la pena, pero no le voy a contestar.

      ¿Participaste en el asesinato del síndico? preguntaba

      Usted eso no lo debe preguntar respondía.

      ¿Y qué pasa si lo pregunto?

      Pues que con la pena, pero no le voy a contestar.

      ¿Sabes que si haces cosas malas te pueden llevar a la cárcel y hasta te pueden matar? preguntaba.

      ¿Y a usted qué le importa? respondía.

      Porque las madres sufrimos si a nuestros hijos les pasa algo. Como la pobre que vio al suyo policía morir cuando los emboscaron en el camino hacia Aguililla. Tan joven él. Ella lloraba y le decía horrores al gobierno que no cuida a sus agentes.

      ¡Ésa fue la Catrina!

      ¿La conoces?

      La conozco. Muy guapa, le gusta harto la fiesta.

      ¿Y su madre no se enoja?

      Pues eso no sé, pero lo que sí sé es que hay madres que no se enojan. Al revés. Yo vi a una decirle a mi jefe que no uno sino dos de mis muchachos ya trabajan para usted y ahora le ofrezco a mi hija, mire qué bonita es.

      ¿Tu jefe? ¿Cuál jefe?

      Usted eso no lo debe preguntar.

      ¿Y qué pasa si lo pregunto?

      Pues que con la pena, pero no le voy a contestar.

      ¡Es que no quiero que te maten!

      ¿Y a usted qué le importa?

      Porque te quiero.

      ¡Pues no me ande queriendo!

      9

      Mira, le dije un día muy seria, necesito saber la verdad de ti. Para poderte cuidar.

      Mire, me dijo él también muy serio, no sé de qué verdad habla. Yo no sé nada, nada de nada.

      Pero sí que sabía. Y gracias a que se enfermó con mucha calentura y estuvo delirando, empecé a saber yo también.

      Supe que andaba con los empistolados y que su jefe le tenía buena ley. Que cobraba las cuotas para él pero tenía permiso de cobrar también sus propias cuotas, aunque muchos se molestaban por tener que pagar doble.

      Supe que a todas partes iba con uno al que le nombraban el Botas y que su jefe le encargó enseñarle lo que tenía que aprender.

      Así que cuando lo mandaron a matar a un comandante, de esos que vienen de la capital muy engallados y quieren decidir y mandar, llevó al Poncho. Se fueron en una patrulla y cuando el hombre salió de su casa ni tiempo tuvo de reaccionar, el Botas le dio los tiros y se largaron del lugar.

      El jefe quedó tan contento que les regaló a cada uno un buen fajo de billetes.

      Y cuando lo mandaron a quitar a unas viejas que andaban frente a la presidencia municipal con las fotografías de sus hijos desaparecidos y de sus chamacas violadas, también llevó al Poncho. Se fueron en una patrulla y cuando llegaron a la plaza las mujeres ni tiempo tuvieron de reaccionar, el Botas echó los tiros y se largaron del lugar.

      El jefe quedó tan contento que les regaló a cada uno una pistola y además les permitió ir con los que emboscaron a unos soldados, a los que les dejaron cinco muertos y tres heridos, y eso que ellos eran sólo catorce y que toda la balacera no duró ni media hora.

      Supe que si el Americano que si el Hipólito que si el Chango que si El Más Loco que si el Kike que si la Tuta; que si el Mencho peleaba contra el Marro que si el Nazario estaba vivo aunque el gobierno dijera que lo había matado que si cuando se llevaron al Abuelo todo el pueblo salió a defenderlo y cuando lo soltaron todo el pueblo salió a recibirlo con mariachis; que si la Familia Michoacana que si los Templarios que si los Jalisco Nueva Generación que si los Viagras y que todos pelean contra todos; que si las guardias comunitarias que si las fuerzas rurales que si las autodefensas y que todos dicen que ellos son los buenos y los otros son los malos y todos se acusan que tú estás infiltrado, el infiltrado eres tú.

      Supe que si el limón el aguacate el mango el melón deben pagar cinco dólares por caja y que en los pueblos indios deben pagar dos mil pesos por hectárea y que en Aguililla cobran por tonelada de mineral que sacan y además se llevan para venderlo por su cuenta o para cambiarlo por lo que necesitan para fabricar las pastillas que son lo más importante, lo que más dinero deja.

      Supe que un día se llevan a los municipales y traen a los federales que otro día se llevan a los federales y traen a los soldados que al rato regresan aquéllos y se van éstos y todo vuelve a empezar.

      Supe que al jefe le gustaba ir a los restoranes en Morelia y sus sicarios cerraban el lugar para que nadie pudiera entrar ni salir, les quitaban los celulares a los comensales y todos se tenían que aguantar nadie podía protestar. Eso sí, les decían que pidieran lo que quisieran beber y comer, pues todo correría por cuenta de ellos.

      Supe que cuando al jefe no le gustaba algo, sus sicarios cerraban la ciudad para que nadie pudiera entrar ni salir, ni los camiones ni las personas ni los alimentos ni las medicinas ni la gasolina y todos se tenían que aguantar nadie podía protestar.

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