Insubordinación y desarrollo. Marcelo Gullo
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Los conceptos de umbral de resistencia y umbral de poder
A efectos de comprender con mayor precisión los factores y los elementos que marcan, componen y mutan la situación de los Estados en el ámbito internacional, convirtiendo a unos en protagonistas de la historia mundial y a otros en simples espectadores, a unos en Estados subordinantes y a otros en subordinados –situación relativa y, por naturaleza, cambiante–, es necesario elaborar nuevas categorías de análisis interpretativo. Estas categorías, a las que denominaremos “umbral de resistencia” y “umbral de poder”, no consisten en meras “invenciones” –arbitrarias o caprichosas– sino en conceptos operativos que nos permitirán exponer, de modo sintético, una serie de parámetros que existen y se desenvuelven en el transcurso de la realidad histórica de las naciones y que determinan su situación relativa frente a las demás.
El concepto “umbral de resistencia” está relacionado con la autonomía interna, y significa la capacidad de una unidad política para poder determinar lo que se hace en su propio territorio. Los Estados que alcanzan el umbral de resistencia no están incluidos en la órbita de las potencias hegemónicas; están sometidos a fuertes presiones por parte de éstas, evidentemente no tienen condiciones para oponerse a esas hegemonías, pero cuentan con las condiciones necesarias para establecer una frontera cierta a esas hegemonías. Importa precisar que los Estados que alcanzan el umbral de resistencia adquieren la capacidad de limitar la interferencia de la globalización en su propio territorio.
Así, por “umbral de resistencia” entenderemos, en lo sucesivo, un quantum de poder mínimo necesario por debajo del cual cesa la capacidad autonómica interna de una unidad política. “Umbral de resistencia” es, entonces, el poder mínimo que necesita un Estado para no caer en el estadio de subordinación, en un momento determinado de la historia. De su naturaleza histórica y relativa deviene, en consecuencia, la naturaleza “variable” de ese umbral de resistencia.
Por su parte, el concepto de umbral de poder está relacionado con la autonomía externa y lo entenderemos en lo sucesivo como el poder mínimo que necesita alcanzar un Estado para intentar participar, en calidad de actor principal, en la construcción del orden internacional en un momento determinado de la historia, es decir, para intentar convertirse en un protagonista principal de la historia mundial. Lógicamente, son pocos los Estados que han logran alcanzar este umbral.
Tanto el umbral de resistencia como el de poder están siempre relacionados con el poder generado por los otros Estados que conforman el sistema internacional. Cuando una o varias unidades políticas aumentan considerablemente su poder, pueden provocar un cambio sustancial tanto en el umbral de resistencia como en de poder.
Umbral de resistencia, umbral de poder e integración
Como señalan Guillermo O’Donnell y Delfina Link, debe tenerse presente siempre que “la estrategia fundamental de los dependientes es la alianza contra su dominante. En la medida en que los dependientes superen el aislamiento en que los ha colocado su dominante, pueden pensar en poner en común sus recursos de poder y, con ello, introducir un cambio fundamental en su situación” (citados por Juan Carlos Puig, 1980: 154).
Sin embargo, como sostiene agudamente Juan Carlos Puig, es fundamental advertir que “la integración en sí misma tampoco es autonomizante” (154) y que tampoco conduce necesariamente a todos los Estados que protagonizan el proceso de integración a alcanzar el umbral de resistencia o el de poder, es decir que no necesariamente a través de la integración se alcanza la autonomía.
La integración es, esencialmente, instrumental y para que sirva como instrumento para alcanzar el umbral de resistencia o el de poder requiere de determinados requisitos y condiciones. Entre esos requisitos y condiciones imprescindibles figuran el hecho de que las unidades que participan del proceso de integración posean dimensiones más o menos equivalentes, que el desarrollo industrial-tecnológico de la unidades a integrarse no sea enormemente desigual (esta circunstancia podría subsanarse mediante la aplicación de una política de planificación industrial conjunta) y que ninguna de ellas sobrepase, en términos de poder, exageradamente a las otras. Si estas condiciones no se reúnen, más allá de las buenas intenciones de la unidad política que sobrepasa en términos de poder y desarrollo infinitamente a las otras, la integración deviene en la subordinación de las unidades medianas y pequeñas a aquella unidad que, en términos relativos y comparativos es, frente a esas unidades pequeñas y medianas, una gran potencia. En ese sentido Maurice Duverger (1965) afirma:
Cuando se trata de unir a naciones de dimensiones más o menos equivalentes, de las cuales ninguna puede aplastar a las otras, y de hacer surgir sobre ellas un verdadero poder supranacional, entonces la integración corresponde a una auténtica cooperación, que respeta el derecho de todos y permite a cada uno profundizar su solidaridad con los otros más que reforzar su egoísmo. Pero, si se trata de fusionar naciones medianas o pequeñas alrededor de un gigante que las sobrepasa infinitamente, se llega, necesariamente, a una seudocomunidad, que camufla la dominación de una gran potencia. Se trata, en realidad, de un imperio. Tal, es la verdadera naturaleza [de la integración de unidades profundamente desiguales], malgrado las buenas intenciones. (1-3)
La construcción del poder nacional y el impulso estatal
Para los Estados periféricos, el objetivo estratégico primario no puede ser otro que el de alcanzar el umbral de resistencia y desarrollo. En esos Estados la construcción del poder nacional y la superación del subdesarrollo requieren de un enorme impulso estatal para poner en acto lo que se encuentra en potencia. El impulso estatal permite la movilización de los recursos potenciales que transforman la fuerza en potencia, en “fuerza en acto”.[8]
En realidad, del estudio profundo de la historia de la política internacional se desprende que en el origen del poder nacional de los principales Estados que conforman el sistema internacional se encuentra siempre presente el impulso estatal. Esto es así porque el poder nacional no surge espontáneamente del simple desarrollo de los recursos nacionales. Además, en los Estados periféricos la necesidad del impulso estatal se ve acrecentada porque los Estados que más poder tienen tienden a inhibir la realización del potencial de los Estados subordinados para que no se altere la relación de fuerzas en detrimento de aquéllos.
En este contexto, denominamos impulso estatal a todas las políticas realizadas por un Estado para crear o incrementar cualquiera de los elementos que conforman el poder de ese Estado. De manera general, podemos afirmar que entran dentro del concepto todas las acciones llevadas a cabo por una unidad política tendientes a animar, incitar, inducir o estimular el desarrollo o el fortalecimiento de cualquiera de los elementos que integran el poder nacional. De manera restrictiva, también usamos este concepto para referirnos a todas las acciones llevadas a cabo por un Estado periférico tendientes a poner en marcha las fuerzas necesarias para superar el estado de subordinación y el subdesarrollo. El ejemplo paradigmático de lo que denominamos como impulso estatal fue la Ley de Navegación inglesa de 1651 y sus sucesivas reformas.[9]
Los elementos del poder nacional
Los conceptos de “umbral de resistencia”, “umbral de poder” e “impulso estatal” conducen pues, necesariamente, al análisis de los elementos que conforman el poder de un Estado. El poder de un Estado está conformando por un conjunto de elementos, tangibles e intangibles, interrelacionados. Este “conjunto de elementos” está permanentemente afectado por los cambios tecnológicos y culturales.
Para construir poder es necesario interrogarse, constantemente, sobre cuáles son los factores que otorgan a un Estado el poder mínimo necesario para mantener su autonomía y alcanzar el desarrollo dado que estos factores se ven, como ya