Insubordinación y desarrollo. Marcelo Gullo

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Insubordinación y desarrollo - Marcelo Gullo

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y sus consecuencias sobre el poder nacional de los Estados periféricos

      Como sostiene Eric Reinert (2007), desde la caída del Muro de Berlín en 1989 –aun más que antes– la formación de los estudiantes de economía, en las más prestigiosas universidades del mundo, está basada principalmente “en una teoría económica que demuestra lo contrario de lo que se puede observar en la realidad”. Este cuerpo teórico “supone que el libre comercio mundial debería nivelar las diferencias de rentas entre los países ricos y pobres” y que “si la humanidad no interfiriese en la fuerzas naturales del mercado –aplicando el principio del laissez-faire– reinaría el progreso y la armonía económica” (xviii) en todo el orbe.

      Importa destacar que la teoría económica neoliberal prevaleciente en las más importantes universidades –tanto de los países centrales como de los periféricos– “opera de arriba hacia abajo, basándose en hipótesis arbitrarias y metáforas tomadas de la astronomía o de la física, y presenta un universo armonioso hecho a la medida de la moda teórica dominante” (Reinert, 2007: xx). Por ello, la descolonización ideológico-cultural y la construcción de una teoría alternativa sólo pueden edificarse de abajo hacia arriba, basándose en la observación de la realidad.

      Reinert subraya agudamente que una característica clave de la lógica liberal es que “todo lo que sucede se racionaliza contradiciendo el sentido común” (xxi). Es decir contradiciendo el principio de causalidad.[15]

      Otra de las características del pensamiento económico neoliberal –en el cual se forman los jóvenes economistas en los principales centros de excelencia universitaria–consiste en que “las hipótesis clave del modelo –que supuestamente genera el mejor de los mundos posibles– no son prácticamente nunca cuestionadas. Se filtra la realidad de forma que queden excluidas las observaciones que contradicen los resultados esperados” (Reinert, 2007: xxi) y cuando la realidad resulta totalmente contradictoria con la teoría del libre comercio porque éste produce la ruina de la nación que lo aplica, se buscan explicaciones por fuera del modelo que ha causado la catástrofe y se atribuye, entonces, la pobreza, es decir el fracaso de esa nación en alcanzar el desarrollo, a la raza, la cultura o la geografía, porque dado que el modelo económico liberal se supone perfecto “cualquier explicación de su fracaso debe hallarse en factores ajenos a la economía” (xxi).

      Importa destacar que la formación que el estudiante de economía recibe habitualmente tiende a mantenerlo en un espléndido aislamiento, no sólo con respecto a lo que sucedió realmente en la política económica real sino también con respecto a lo que sucedió en disciplinas cercanas como la filosofía, la historia y la política internacional. En la mayoría de los casos los estudiantes de economía reciben una formación ahistórica. El alumno universitario envuelto en una formación –basada en números y símbolos– totalmente alejada del planteamiento histórico, basada en la acumulación de datos, se acostumbra a ver el mundo a través de “ciertas lentes metodológicas y matemáticas que dejan importantes puntos ciegos” (Reinert, 2007: 3).

      Sin un conocimiento histórico profundo, el joven graduado en economía desconoce que “los países ricos se hicieron ricos porque durante décadas, a menudo siglos, sus Estados y sus elites dominantes establecieron subvenciones y protegieron industrias y servicios dinámicos” (Reinert, 2007: xxix), desvirtuando de esa forma las supuestas leyes del mercado. Dado que no se estudia en profundidad la historia económica, los noveles graduados en economía ignoran que los Estados que se industrializaron tardíamente en el siglo xx, como Alemania o Japón, o los países recientemente industrializados como Taiwán o Corea, “emularon a los países más prósperos de su época, llevando sus estructuras productivas a las áreas en las que se concentraba el cambio tecnológico [y que] de esa forma desvirtuaron las leyes del mercado con el fin de obtener unos ingresos por encima de las rentas normales, que llegaron a los capitalistas en forma de mayores beneficios, a los trabajadores como salarios más altos, y a los Estados como recaudaciones impositivas más abultadas” (xxix).

      Sin embargo, lo más grave no es que los estudiantes reciban una formación completamente ahistórica sino el hecho de que tal formación, en el caso de que quisiesen adquirirla por sí mismos, se torna cada día más dificultosa dado que, como señala Reinert –a partir de su propia experiencia como estudiante y como profesor– las teorías que han enriquecido realmente a los países ricos no sólo han comenzado a desaparecer de los textos modernos y de la práctica de la economía sino que los textos en que se habían basado las acertadas políticas económicas del pasado también están “desapareciendo de las bibliotecas de todo el mundo […] como si el material genético de la sabiduría del pasado estuviera siendo destruido lentamente” (10). A modo de ejemplo de esa circunstancia, Reinert expone: “Durante el ominoso año de 1984 la biblioteca Baker de la Universidad de Harvard desechó todos los libros que no se habían consultado durante los últimos diez lustros, entre ellos la mayoría de la colección de libros de Friedrich List (1789-1846), importante teórico alemán de la política industrial y del crecimiento desigual […] Otro caso que cabe señalar es el de la Biblioteca Pública de Nueva York, que en algún momento de la década de 1970 decidió microfilmar toda su colección y a continuación se deshizo del material originario como papel desechable a reciclar”. Entre esos papeles se encontraban “cientos de discursos en el Senado y en la Cámara de Representantes y miles de textos que documentaban lo que realmente sucedió mientras Estados Unidos pasaba de la pobreza a la riqueza” (11). Auténticos tesoros, afirma Reinert, que comentaban los debates de la política económica entre librecambistas y proteccionistas, no sólo de Estados Unidos sino de una docena de países y lenguas, desaparecieron. Hoy, ese debate entre librecambistas y proteccionistas, afirma, “no suele mencionarse en la historia económica de Estados Unidos ni en la historia del pensamiento económico […] Los estadounidenses tienen su propia historia en gran medida oculta bajo un velo de retórica e ideología” (13). Los estudiantes de las principales universidades estadounidenses, en su inmensa mayoría, en las asignaturas que abordan la historia del pensamiento económico, estudian lo que Adam Smith dijo que Estados Unidos debería haber hecho para convertirse en un país rico pero en ningún momento de su formación académica estudian lo que Estados Unidos hizo efectivamente para hacerse rico, que, por supuesto, fue muy diferente de lo que Adam Smith, desinteresadamente, había aconsejado.

      Profundizando en el análisis de la deficiente formación académica que reciben los estudiantes de economía en los principales centros de excelencia del mundo, Aldo Ferrer (2002) observa agudamente:

      La formación de economistas, en nuestros países y en centros académicos del exterior, se realiza, en gran medida, dentro de los moldes de la visión fundamentalista de la globalización y de una concepción del desarrollo subordinada a los criterios de los tomadores de decisiones en los centros del sistema mundial. Se forman hoy analistas de mercado (para operar en la esfera financiera), más que economistas en la concepción clásica del término, es decir, investigadores en el área de las ciencias sociales que abordan la actividad económica en el contexto de la realidad social y política. Lo grave es que, frecuentemente, quienes toman decisiones que influyen en la producción, el empleo, el bienestar y la inserción internacional son los analistas de mercado, supuestamente depositarios de la racionalidad económica. De ese modo el objetivo excluyente de la política económica resulta ser reducir el riesgo país para mejorar la capacidad de atracción de fondos externos. Sea cual fuere el costo para la producción, el empleo y el bienestar, se trata de satisfacer las expectativas de los mercados. De ahí el alto grado sofisticación irrelevante e irracionalidad en que ha caído, actualmente, buena parte de la investigación económica en nuestros países, y la mala calidad de las políticas inspiradas en la preferencia de la especulación financiera. (107)

      De lo expuesto, se desprende, como consecuencia lógica:

      1) Que la formación de los estudiantes de economía en la teoría económica clásica ha sido una de las herramientas principales utilizada por los países centrales para subordinar a los países periféricos impidiendo, de esa forma,

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