Representación gráfica de espacios y territorios. Ruth Zárate

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Representación gráfica de espacios y territorios - Ruth Zárate

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(García, 2008). Asimismo, quienes producen los mapas observan el mundo desde su cultura, perspectiva que ha sido sesgada o limitada por el lenguaje propio de cada contexto. Las cartografías resultan ser mensajes sociales, que no deben contener la dimensión objetivista propia del positivismo, de manera que sea posible desmitificarlas de su concepción como elementos científicos que no puede ser criticados, analizados y reconstruidos (Montoya, 2007).

      Otro modelo de los nuevos estudios geográficos y cartográficos es el ecologismo. En los decenios de 1950 y 1960, geógrafos marxistas como Pierre George y Jean Tricart propusieron una geografía práctica, de gran renovación y preocupada por la vida y el medio ambiente, que fue apartada por los neopositivistas en los setenta, pero recuperada por los neomarxistas en los ochenta. Así, en las últimas dos décadas de fin del milenio, la sociedad entra en un periodo de globalización sustentado por la estructura capitalista que lleva a mirar otras formas de entender la relación entre el ser humano y el medio ambiente como es el ecologismo. Esta propuesta hace parte de la renovación geosocial, basada en el desarrollo sustentable y sostenible, que plantea como una alternativa el rescate del valor ecológico, lo que lleva a una utopía difícil de lograr en el marco de un mundo capitalista creado para la productividad (Rojas, 2005).

      Entre los valores intrínsecos de la geografía como disciplina se encuentra la cartografía y la relación ser humano-naturaleza. La cartografía representa el lenguaje en el que puede expresarse el objeto de estudio de la materia geográfica como es el espacio socialmente construido. Los mapas son instrumentos que representan características, hechos y procesos del espacio. Su importancia en la geografía, a diferencia de otras materias de análisis, está en ser un instrumento de análisis de la base espacial donde se llevan a cabo los procesos, relaciones y hechos desarrollados en la superficie terrestre (Rojas, 2005). Ahora bien, la relación ser humano-naturaleza se debe observar como parte de un proceso dinámico e histórico–cultural, y no como parte de una relación estática en la que los seres humanos no reconozcan que viven en entornos de transformación.

      Puede situarse esta visión ecologista como parte del posmodernismo, donde también sale a relucir una geografía de género. Esta ha buscado realizar una deconstrucción del estudio del espacio explicando que su construcción se realizó a través de la visión discriminatoria del hombre que ha generado control social sobre las mujeres. Se hace necesario plantear una lucha por la justicia de género en el entendimiento del espacio que subvierta el dominio en la construcción espacial y relacional ejercido por los hombres. De esta manera, se ha planteado una lucha política por las espacialidades alternativas que tienen que ver con el hogar, el trabajo, la recreación y la vida comunitaria. La visión del mundo occidental ha negado la existencia del otro femenino, y solo le da relevancia en presencia o ausencia del espacio masculino. Por tal razón, el nuevo entendimiento del espacio desde la emancipación femenina llevaría a replantear las relaciones sociales de dominación que se fraguan en la cotidianidad y que también son representadas de forma discriminatoria en el estudio de la geografía y también en el levantamiento de las cartografías tradicionales (Delgado, 2001).

      En síntesis, las nuevas geografías han presentado diferentes enfoques; uno de ellos adscrito al poder convencional y en el que, a pesar del avance en cuanto a métodos de precisión, gracias a la tecnología y a áreas como la geometría y la matemática, el resultado ha llevado a la construcción de cartografías que no han mostrado el espacio como una construcción social, histórica y dinámica. Estos estudios han permitido que las representaciones espaciales se adscriban a intereses estatales ligados a condicionamientos económicos, políticos y militares. Estudios que incluso han ido de la mano con un contexto socio-espacial planteado por Estados Unidos con la connivencia de otros países que apoyan el neoliberalismo y la globalización. A partir de la caída del socialismo en Europa, se pretendió imponer una visión del mundo (y en gran medida se ha impuesto): el capitalismo. Esto genera que la comprensión espacial, territorial y sus representaciones estén abocadas a cierto unanimismo científico-académico. La carencia de estudios críticos en países centrales refleja la continuidad del reinado del paradigma positivista expresado en múltiples vertientes como lo puede ser el neopositivismo, el funcionalismo, el posibilismo, el idealismo, entre otras. El fin de la historia proclamado por Fukuyama (1991), gracias a la caída del socialismo, ha encontrado ideas afines en áreas del conocimiento que proclaman en este caso el fin de la geografía, explicada como la desterritorialización del mundo a partir de las nuevas tecnologías (Segrelles, 2002).

      Contrastar teorías, metodologías y acciones prácticas ejecutadas con la esencia del positivismo no es tarea sencilla. Se han hecho esfuerzos desde la geografía radical y desde los novísimos estudios con la visión ecológica del espacio y la geografía de género, pero estos estudios, junto con una cartografía más participativa, deben seguir encontrando caminos prácticos para los problemas que aquejan el mundo contemporáneo y especialmente las comunidades marginadas. La teoría social escenificada en la teoría crítica posibilita darle otra valoración a los mapas, lo que impulsa la elaboración cartográfica de nuevas representaciones. Para tal cometido es fundamental la interdisciplinariedad, también la interculturalidad y la democratización del conocimiento con la participación activa de la comunidad. Solo de esta manera pueden evaluarse los contenidos hegemónicos, desjerarquizar lugares, territorios, espacios y así reconstruirlos, a partir de su enunciación con discursos y textos críticos, estos serían los nuevos mapas sociales que parten del nuevo paradigma de una ciencia espacial alternativa.

      Conclusión

      El cambio de paradigmas ha sido un aliciente de las ciencias para renovar los conocimientos y tener otra mirada del entorno social a través del tiempo. En cuanto al espacio y su representación gráfica, se han propuesto distintos modelos teniendo en cuenta lo cuantitativo, lo cualitativo, la división del ser humano y el espacio o su complementación, las esferas de poder, el mundo ecológico o la reproducción del poder masculino. Estos paradigmas han promovido distintas clases de mapas, en la mayoría de casos mediante la exclusión de las comunidades y a la gente que vive en distintos territorios. Algunas tímidas propuestas de participación de sujetos fuera de la academia o de sectores poderosos han hecho su aparición en el momento de construir cartografías. Tal vez en la historia del hombre primitivo o de culturas periféricas lejanas al eurocentrismo le han dado mayor importancia al hecho de que la representación del espacio, de los lugares y territorios es una cuestión de todos y ahora también de todas.

      Los mapas mentales hacen parte del imaginario que las personas elaboran a diario de los espacios habitados. Los trazados los recorren a diario; son rumbos definidos por la cotidianidad. Estos lugares hacen parte de la existencia de los sujetos y los han dotado de un carácter trascendente. Estos mapas también tienen distorsiones y deformaciones como los otros, hacen parte de la vida de las comunidades, pero en la medida en que sean representados podrán hacer parte de la memoria social. Y para tal caso, la herramienta para lograrlo es la cartografía social, metodología que puede escenificar la participación colectiva, que puede observar otros matices de las percepciones y los imaginarios que la gente tiene de los espacios.

      Tal vez la cartografía social hoy no sea un paradigma que transforme radicalmente la visión etnocéntrica que se tiene del territorio, pero no solo debe ser parte de la geografía, sino de otras áreas del conocimiento como la antropología, la sociología, la historia y, si vamos un poco más allá, de la vida misma, debe ser un mecanismo de inclusión política que busque construir espacios nuevos, alternativos y que pueda representarlos.

      4 Conocimiento científico capaz de formular leyes de validez universal.

      5 A partir de 1917, con la Revolución rusa, se implantó la idea de que el socialismo no era solo una utopía, y la expansión del comunismo se extendió a varios países, en primer lugar, los europeos. A partir de 1945, el mundo de la posguerra estaba dividido entre capitalismo y socialismo, cuestión que generaba conflictos internos en diferentes países. En Latinoamérica,

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