Representación gráfica de espacios y territorios. Ruth Zárate

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Representación gráfica de espacios y territorios - Ruth Zárate

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(1988), Hagget explica cómo se ha presentado un cambio de paradigmas en la geografía moderna y escenifica la entrada de la fenomenología como corriente filosófica preocupada por el sujeto. En los años setenta, Perroux introdujo un nuevo concepto de espacio caracterizado por no ser cartografiable. De tal forma, consideró un espacio geoeconómico (banal, absoluto) y un espacio económico (homogéneo y polarizado). El primero como parte de las relaciones de objetos económicos del mismo tipo y el segundo como parte del desarrollo de un polo que genera unas fuerzas de atracción importantes (Luna, 2010).

      El neopositivismo fue promoviendo los avances llevados a cabo por la geografía humana, así la geografía se preocupó por la concepción del espacio, más allá de la región o la superficie terrestre. La geometría que Harvey llamó el ‘lenguaje de la forma espacial’ está relacionada con el énfasis sobre el espacio. La localización espacial de la población y las actividades se transformaron en un componente fundamental en la investigación. Entre los temas de la nueva geografía, se abordó el espacio terrestre, la organización espacial, las distribuciones y asociaciones espaciales, las estructuras espaciales y las regularidades (Capel, 1981).

      La nueva geografía pasó del estudio regional a un estudio donde se formulan leyes generales, es decir, una ciencia nomotética, debido al positivismo del método hipotético-deductivo. La necesidad de aplicación de la matemática y el estudio geométrico van a impactar sobre el conocimiento geográfico. Dentro de esta nueva geografía aparecen autores como Burton y su artículo «La revolución cuantitativa y la geografía teórica» (1963) y David Harvey con «Explicación en geografía» (Luna, 2010). Por ejemplo, Burton consideró la revolución en geografía por la búsqueda de un estudio más científico que llevara a consolidar una ciencia espacial. El desarrollo epistemológico y teórico de la nueva geografía fue esencial para la consolidación como ciencia y la importancia académica evidenció una insatisfacción de parte de la comunidad científica por la geografía ideográfica (Delgado, 2003).

      Por otro lado, como medio informativo, los mapas se consolidaron como una fuente inagotable para que el ser humano comprendiera las relaciones espaciales y plasmara las percepciones de su entorno y el espacio en general. Las técnicas para observar y describir los territorios han avanzado con el tiempo. Por ejemplo, a mediados del siglo XX, se desarrolló la tecnificación en instrumentos de precisión a través de elementos cuantificables para la generación de la cartografía de la época. El efecto de la Guerra Mundial y la Guerra Fría impulsó estos cambios y condujo a una rigurosidad científica en cuanto al diseño de modelos geográficos y cartográficos. La planeación económica también contribuyó al cambio de paradigmas en el estudio geográfico. Se dejaron de lado elementos históricos y se permearon los estudios de la geografía humana por la búsqueda permanente de la precisión matemática en la descripción y análisis de los territorios. La revolución informática causó un proceso cada vez más preciso y veloz en cuanto al procesamiento, recuperación y archivo de documentos y datos, así como una nueva ejecución de probabilidades de los espacios futuros logrados por modernos sistemas computacionales. Los avances en la geografía lograron que la cartografía alcanzara la tecnología satelital de georreferenciación, modernas fotografías aéreas, sistemas de posicionamiento global (GPS) y sistemas avanzados de información geográfica (Mora y Jaramillo, 2010).

      Se puede afirmar que hubo una cuantiosa evolución tecnológica en la representación del espacio al alcance de la nueva cartografía. A partir de la Segunda Guerra Mundial, la cartografía, a través de la fotografía aérea captada desde aviones, tomaba imágenes de los trazados y así dio origen a las técnicas de fotogrametría. Desde los vuelos se observó el terreno, lo que permitió el reconocimiento del relieve, así como la observación de viviendas, árboles, desastres naturales y culturales. En los años cincuenta, la informática irrumpió en las formas de concebir los mapas: primero, con el aporte a la precisión de la forma y tamaño del globo terrestre; luego, en los sesenta, con dibujos mediante computadores; y más adelante, en los setenta, con los registros numéricos en las informaciones presentadas en los mapas. La era satelital, profundizada desde los ochenta, va a implementar mayores avances en la precisión de las características de puntos observados a través de las fotografías satelitales. Las imágenes satelitales posibilitaron una actualización constante de mapas, reducciones en el margen de error y el ahorro de tiempo. La evolución informática aprovechó una complementariedad entre teledetección y cartografía, lo que llevó a un sistema integrado de información geográfica que esboza datos cartográficos, así como imágenes originales, numéricas o gráficas (Grelot, 1991).

      Seis décadas de progreso tecnológico han derivado también en una democratización de la información a través de sistemas informáticos como el internet. De tal manera, la red ha permitido una conectividad entre los seres humanos a nivel mundial, así como el entendimiento y uso cotidiano de herramientas de información geoespacial como Google Earth. Hoy en día, esta difusión de la información ha llevado a que mayor cantidad de personas tengan acceso a la educación en geografía y al reconocimiento de territorios, de lugares y de sus entornos a través de imágenes satélite. Como resultado, se ha transformado la visión autoritaria que se tenía del entendimiento de la cartografía. Esta vulgarización de la información también generó que grupos económicos, políticos y sociales utilizaran herramientas para vender productos, aparatos estatales y contra estatales y que realizaran estrategias militares; además, permitió que entidades nacionales, supranacionales y organizaciones no gubernamentales contribuyeran a mitigar la pobreza y asistir a personas que sufren catástrofes naturales.

      Estos sistemas tecnológicos avanzados inducen a los seres humanos a sentir que pierden la intimidad, como lo presenta George Orwell en su novela distópica 1984 (publicada en 1949), donde los ciudadanos sienten la vigilancia permanente del Gran Hermano.

      Los estudios radicales: cartografías y geografías contra los sistemas imperantes

      El avance de la geografía cuantitativa motivó a impulsar una nueva geografía más humanista luego de los años sesenta y setenta, transformándola, aunque sin concretar en una fase evolutiva lineal en su desarrollo (Capel, 1981). A partir de 1969, dada la desigualdad social y la marginalidad existente, así como el contexto político-económico bipolar (capitalismo-socialismo), surgió una corriente que se preocupaba por concebir el espacio no solo para los poderosos, sino para mayorías y minorías excluidas y relegadas por el poder. Varios cartógrafos, geógrafos y analistas críticos de las realidades espaciales comprendieron la necesidad de que los grupos marginales fueran tenidos en cuenta en las concepciones espaciales e incluso que participaran de ellas mediante la formulación de sus propios conceptos.

      Así, en los años setenta, se consolidó una corriente de pensamiento crítica de tendencia marxista que conminó a las ciencias sociales a protestar contra el sistema globalizado y capitalista. La geografía radical pretendió darle una completa renovación a los estudios espaciales, considerando que el ser humano no podía ser impasible al contexto donde había vivido. Las grandes poblaciones de clase media y baja en zonas urbanas y rurales necesitaban estudios territoriales que les permitieran transformar la historia. Los nuevos mapas respondieron a explicar el mundo concebido desde abajo, como lo proponía la escuela marxista inglesa y, en parte, la teoría crítica propuesta por la escuela de Fráncfort. Así mismo, los cartógrafos de la escuela radical procuraron hacer un análisis reflexivo y crítico de mapas tradicionales en el que explicaran el poder y los intereses develados en estas representaciones.

      En ese sentido, según Luna (2010), Mario Bunge consideró que el geógrafo debía mezclarse con el pueblo antes de querer pertenecer a una estructura académica para hacer geografía. Asimismo, Richard Peet (1998) concibió la abolición de las instituciones que sustentaban el estatus social y criticó el carácter instrumentalista de la geografía cuantitativa. Dice Peet (1998):

      A pesar de su gran funcionalidad, la geografía humana como ciencia espacial fue aislada de la ciencia social en general, que tuvo dificultades para reconocer la significancia de toda esta teoría acerca del espacio. La revolución espacial

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