Representación gráfica de espacios y territorios. Ruth Zárate

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Representación gráfica de espacios y territorios - Ruth Zárate

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del espacio en tanto comprensión y ubicación de los entornos mediante mapas mentales.

      Otro de los geógrafos y astrónomos de trascendencia en el estudio del espacio fue Eratóstenes (siglo III a. n. e.), quien midió la circunferencia de la esfera terrestre. Eratóstenes hizo un mapa del mundo conocido en el que incluyó lugares como Gran Bretaña, la desembocadura del Ganges y la actual Libia (Montoya, 2007). Aunque la relación astronomía, geografía y cartografía era evidente, la cartografía nació de una separación artificiosa que se genera entre estas áreas del conocimiento y que le dan el impulso a la construcción de los mapas.

      En Alejandría nace la geografía física y aparecen observaciones y especulaciones sobre los continentes, los mares, el relieve y las condiciones climáticas, entre otras. En esta misma línea, la cartografía se desarrolla con la tendencia de describir regiones y países (Vila, 1982). Estrabón (siglo I), en su obra Los prolegómenos, dio a conocer la finalidad práctica de los estudios geográficos, principalmente en la afirmación de los propósitos de los Estados (Luna, 2010). Asimismo, realizó estudios de los rasgos sociales y naturales de las tierras. Tal forma singularizada del estudio del espacio tuvo un progreso en la geografía moderna con la geografía regional. La región fue entendida como unidad espacial, dinámica, variable y posible de ser individualizada en su carácter propio (Álvarez, 2000).

      Por otra parte, Tolomeo (siglo II) dio preponderancia a la concepción que aceptaba al hombre como centro del espacio y graficó el planeta Tierra como centro del universo finito y al Sol, la Luna y los planetas conocidos como cuerpos celestes que giraban a su alrededor. Escribió la obra cartográfica más influyente de la época en occidente: la Geografía, en la que se evidencian varias imprecisiones en cuanto a las distancias y tamaños de las placas continentales. No obstante, sus mapas ya trazaban una división imaginaria de líneas con rumbo de oriente a occidente y de norte a sur, conocidas como meridianos y paralelos.

      Por otro lado, para los romanos el espacio tuvo una concepción territorial de impulso de las condiciones imperiales del poder y dominación ejercida sobre otros pueblos. La cartografía acentuaba el poder político del imperio expandiendo las fronteras, así los mapas representaban gráficamente las conquistas del mundo dominado por Roma (Montoya, 2007). Luego de la caída del Imperio romano, la importancia de la cartografía recae sobre asuntos teológicos, y a partir de esto se trazan mapas con especial interés en Jerusalén como centro de poder mundial.

      Fuera del mundo occidental, los árabes, por intermedio del comercio por el Mediterráneo, desarrollaron mapas que hoy se valoran por la precisión con que se construyeron. El mundo islámico, si bien tuvo contacto con las concepciones griegas expuestas por Tolomeo, impuso sus formas particulares de representar sus entornos, lo que trajo una evolución cartográfica en la que confluyeron las dos visiones del mundo: la griega y la árabe. China también logró un avance importante en la cartografía con el desarrollo de cuadrículas y aspectos matemáticos del trazado de los mapas, la creación de convenciones regulares y curvas de nivel, metodologías propias de las cartografías modernas. Al reconocer estos progresos, los europeos le dieron mayor relevancia al saber geográfico oriental. Con una visión eurocentrista, Occidente solo se interesaba por los mapas de las periferias cuando estas tenían elementos comunes con Europa, mientras que los imaginarios de otras culturas eran desechados (Harvey, 1991).

      Hay que destacar que entre los siglos XIII y XIV se crearon las cartas portulanas, base de las cartografías de la actualidad. Estos mapas se caracterizaron por el uso de la brújula, así como la utilización de trazados reticulares que marcaban orientaciones según la rosa de los vientos. Tres tipos de estas cartas fueron reconocidas: la de los principados italianos (principalmente genovesa), la catalana de Palma de Mallorca y la portuguesa. Se resalta que las cartas portulanas promovieron el avance técnico de la navegación marítima; entre ellas se reconocen como máximos exponentes la carta de Piscana (1290) y el mapa catalán (1375) de Cresques Abraham (Capdevila, 2002b).

      Para finalizar, hay que reconocer que el paradigma de la teoría geocéntrica dominó el conocimiento del espacio hasta finales del siglo XVI, cuando se llevó a cabo la revolución copernicana. El paradigma geocéntrico demostró también el egocentrismo de las culturas, cimentado en una tendencia unipolar, con el ser humano como centro del planeta (Thrower, 2002), noción que señalará el eurocentrismo durante los siglos posteriores.

      La primera gran revolución

      El progreso imponente de la cartografía fue de la mano con el impulso de la astronomía. Nicolás Copérnico (1473-1543), a través de observaciones astronómicas y cálculos geométricos, consideró en sus obras al Sol como centro del universo y a la Tierra y los otros planetas girando a su alrededor. Según Horkheimer (2003), esta teoría, denominada heliocéntrica, tendría un impacto trascendental en el conocimiento científico de la época. El pensamiento copernicano fue una fuerza revolucionaria, parte del proceso histórico que situaba el paradigma mecanicista en posiciones dominantes. El conocimiento científico en diversos ámbitos se desarrolló con la matemática, la física y las leyes naturales (Mardones, 1991). No obstante los cambios producidos en la ciencia moderna, el entendimiento del espacio en textos de geografía y cosmografía se daba con las concepciones tolemaicas, localizando topónimos funcionales a astrónomos y navegantes para la descripción de las características de la tierra, de las costumbres y la organización social de los países (Capel, 1977). Esta situación de resistencia a lo nuevo denota el control, poder y dominio de ciertos grupos tradicionales que no aceptan los cambios sociales. A pesar de que exista un nuevo paradigma aceptado como válido, los rasgos de anteriores modelos siguen presentes.

      De esa manera, el avance de la cartografía se dio en mayor medida a partir del siglo XVI, pero los mapas de esta época han soportado críticas por las distorsiones en las formas, en las extensiones territoriales y por las expansiones de grandes poderes (Habegger y Mancila, 2006). En 1569 el matemático y cartógrafo Gerardus Mercator propuso una proyección del planeta a los navegantes europeos al trazar las rutas de rumbo con líneas rectas. Por tal razón, la representación del mapa se realizó con base en una figura cilíndrica que luego era dibujada en un planisferio. La proyección resultante (llamada cilíndrica) produce necesariamente distorsiones (como cualquier otra proyección, pues es imposible matemáticamente representar sin ellas una superficie esférica sobre un plano). De esta suerte, la isla de Groenlandia aparece a la vista como de mayor tamaño que Suramérica, por ejemplo. Por tener ciertas ventajas para la navegación, la proyección cilíndrica continuó siendo útil hasta la aparición de los modernos sistemas satelitales.

      Figura 2. Proyección de Mercator en la actualidad.

      Fuente: La proyección de Mercator versus la proyección de Gall-Peters (25/4/2014). Recuperado de https://thetuzaro.files.wordpress.com/2011/03/400px-mercator-projection.jpg

      Arno Peters (1991) criticó las versiones cartográficas de Mercator, al plantear que este mapa tiene una desproporción de los territorios de Escandinavia dibujados tres veces más grandes en comparación con la península arábiga o la India. Peters afirmaba la presencia de un eurocentrismo producto de la representación de la dominación sociocultural que perdura hasta nuestros días. Él propuso un mapa conocido como la proyección

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