Representación gráfica de espacios y territorios. Ruth Zárate

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Representación gráfica de espacios y territorios - Ruth Zárate

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que definieron mapas físicos y políticos en razón de la patria y la consolidación de los Estados-nación. Los estudios de Ratzel fueron fundamentales para la unificación y el expansionismo alemán. La idea de territorio estaba definida en relación directa con la formación del Estado y con el espacio vital para la sociedad. Estos conceptos estudiados por geógrafos alemanes reconocieron el entendimiento de una geopolítica clara y definida contrastada por la geografía francesa. Nates (1999) sintetiza todo el proceso histórico de la siguiente manera:

      Se empezó a manejar científicamente el concepto de territorio durante la segunda mitad del siglo XIX, con la creación de la geografía académica, cuyo primer encargo fue típicamente colonial: se trataba de hacer el inventario de los recursos humanos y físicos del territorio controlado por un Estado. Por esta razón, la primera tarea de la geografía moderna fue completar la cartografía de los territorios metropolitanos o coloniales para asegurar al Estado el control de los recursos. Esta situación histórica explica la relación que existe entre 1) un modo de representación del espacio, el mapa; 2) el punto de vista de un actor predominante, el Estado, y 3) la concepción del territorio, extensión areolar definida por el ejercicio de soberanía exclusiva (p. 114-115).

      Es decir, este concepto tradicional de territorio que presenta a la realidad como objetiva, sin darle ninguna relevancia a las percepciones subjetivas, hacía parte de un paradigma necesario para generar una identificación sociocultural y política. De esta manera, el territorio y sus representaciones a través de los mapas han sido herramientas para el fortalecimiento de la identidad nacional de los ciudadanos con los Estados republicanos. El territorio es el sustrato espacial donde los seres humanos fundamentan sus relaciones, a medida que le dan significado, crean y recrean el mundo social y natural. La cultura funciona como eje mediador entre los seres humanos y el territorio, de tal forma, las identificaciones y comportamientos individuales están en el marco del entorno histórico y social. En principio, se consideró que las condiciones del territorio cambiaban al ser humano y generaban un determinismo que poco a poco se fue superando en la actualidad (Miller y Galindo, 2012).

      A finales del siglo XIX y principios del XX, el geógrafo francés Vidal de La Blache consideraba que la geografía no debía estar impulsada por la política. Buscó crear una vertiente denominada geografía colonial que favoreciera a Francia en el reconocimiento de territorios en África y Asia y el establecimiento de rutas imperiales en todo el mundo. La propuesta de Vidal de La Blache estaba más encaminada a entender el objeto de la geografía en la relación hombre-naturaleza desde una perspectiva paisajista. El ser humano fue considerado como un sujeto creativo y modificador de su espacio, lo que dio origen a los estudios regionales del conocimiento del espacio terrestre que dominaron por más de medio siglo (Capel, 1976). Álvarez (2000) precisa que Vidal de La Blache no se apartó de la propuesta geopolítica de Ratzel, sino que más bien la disimuló: en una visión etnocentrista, los europeos, como parte de lo que consideraban su misión, tuvieron contacto con pueblos primitivos a partir de la consideración de su desarrollo.

      Tanto Ratzel como De La Blache basaron su conocimiento en la filosofía positivista de Auguste Comte, y reconocieron la realidad como objetiva y al investigador como un observador del paisaje, lo que permitió realizar descripciones y análisis mediante métodos cuantificables, medibles y exactos (Capel, 1981). La tendencia positivista daba relevancia al monismo metodológico en el que el método inductivo-casualista era considerado el único para conocer la verdad del espacio y en ese momento del hombre. La perspectiva ambientalista dio importancia a las ciencias naturales, con el fin de potenciar todo el campo del saber. Esto significó un avance en los estudios del medio físico y natural, pero no contribuyó en mayor medida a la comprensión de las relaciones humanas y el entorno que las rodea. No pudo llegarse a explicar el espacio como una elaboración humana ni a definirse lugares y territorios como esencia misma de la historia y la cultura. Esta visión limitada de la geografía física de la época tuvo una clara ascendiente del evolucionismo darwinista, que explicaba la adaptación de grupos humanos a ciertos medios geográficos, el predominio de estos medios y la superioridad de razas por la evolución de las especies y de los seres humanos (Luna, 2010). La geografía tuvo un ascendiente posibilista escenificado en los estudios franceses.

      Gracias al paradigma positivista las concepciones del territorio, espacio, el desarrollo de la geografía y la cartografía evolucionaron, tanto por una razón científica como debido a un ascendiente político. La razón para crear ciencia con el conocimiento geográfico y cartográfico fue instrumental, movida por las necesidades de generación de capital de la élite burguesa y por la consolidación nacional e imperialista. El avance de la geografía tradicional se llevó a cabo con la formulación de una teoría que respondiera a diferentes perspectivas como era la geografía física, la geografía regional, humana, pero que no contó con señalamientos críticos. Es decir, sus máximas y principios fueron incorporados y transmitidos sin ser cuestionados. La geografía tradicional, más que encontrar su objeto de estudio, se dedicó a definir qué no era geografía (Álvarez, 2000).

      Por otra parte, la cartografía logró desarrollarse por factores externos relacionados con el imperialismo y factores internos ligados al propio avance de la ciencia geográfica. Algunos de los progresos que consolidaron el trazado de los mapas fueron el uso generalizado de las curvas de nivel; los mapas de comunicaciones gracias al desarrollo del ferrocarril; el refinamiento en la cartografía náutica por el uso del barco de vapor con Matthew F. Maury, el fundador de la oceanografía; y la creación de mapas temáticos de fenómenos sociales como la cartografía de la pobreza, el crimen, las características poblacionales y las condiciones sanitarias, realizados por geógrafos como Niels Frederik Ravn (Capdevila, 2002b).

      Para finalizar, desde la Antigüedad hasta principios del siglo XX la geografía y la cartografía fueron áreas del conocimiento preocupadas por el espacio terrestre en relación con las dinámicas humanas que sucedían en este. Así mismo, los contextos económicos, políticos y sociales influyeron en la representación del espacio, y esto permitió el avance de la cartografía. La exploración de nuevos territorios y la consolidación de un espacio unificado implicaron hacer mapas con un contenido político para la representación del mundo. Expandir las fronteras y establecer rutas comerciales eran objetivos consolidados por las élites, dado que buscaban riquezas en otros lugares, así como una manera de imponer cierta legitimación social. De tal forma, los mapas se construyeron con intereses afines a sectores dominantes de la sociedad.

      En el siglo XIX se dio en gran medida el progreso científico de la geografía, y su institucionalización estuvo en favor de los intereses nacionalistas e imperialistas de las potencias europeas. La geografía epistemológicamente edificada mediante el positivismo se centró en dar explicaciones deterministas con componentes etnocéntricos-evolucionistas. Estas bases llevaron al reconocimiento del espacio mediante la geografía y a representar los lugares mediante la cartografía, lo que limitó la participación de las clases sociales bajas, las que podían dar otras perspectivas del mundo social que se estaba imaginando. Así, lo científico se separa de la participación social.

      La burguesía procuró liderar ideológica y políticamente al resto de clases sociales, mediante la implementación del ideal de un mundo industrializado, representado a través de mapas que no evidenciaban la dinámica de los procesos histórico-sociales. En el siglo XIX y principio del XX, las masas consideradas ignorantes debían estar educadas para ciertos trabajos. No era concebido que obreros o campesinos en Inglaterra, Francia o Alemania participaran en la definición del espacio, en la comprensión de los lugares y en la representación de los territorios. Eso era cuestión de la élite, y el resto debía amoldarse e identificarse con intereses nacionalistas, lo cual generó el fortalecimiento de la unidad de los Estados poderosos de la época.

      La ciencia geográfica y la cartográfica, como las otras ciencias, vivieron el proceso de separación del investigador y del objeto de estudio, lo que permitió dar un principio de objetividad y un carácter científico a las representaciones del espacio. No obstante, este principio parte de la universalidad, que contiene un componente ideológico al consolidar al ser humano como

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