Hacer ciencia en el siglo XXI. Claudia Liliana Perlo
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Al pie del camino...
Hoy sentí el impulso vital de comenzar a andar este camino. Viaje que hace un par de años merodea entre mis pensamientos. Archivos, carpetas, notas, ideas, conversaciones, índices… hasta que hoy le encontré corazón. No fue sola, como tampoco será en soledad este viaje. Fue en la trama co-evolutiva de las conversaciones, que encontré el coraje y la confianza de iniciar nuevamente un camino de escritura, que por primera vez, no está del todo claro. Lo que sí es clara y firme, la decisión y el entusiasmo de emprenderlo, la necesidad de compartir lo vivido durante más de 20 años de trabajo en la investigación científica y el compromiso indeclinable de contribuir a la transformación de nuestra manera de investigar y ver el mundo.
Como ya habrá advertido en las primeras líneas el lector, he decidido en este libro no comenzar por las ideas que salen de mi cabeza. Deseo volver y partir desde la fuente más amplia y originaria del conocimiento, la percepción, la emoción, la intuición, lo vivido, para luego sí producir la reflexión humana ineludible -experiencia- que provoca la vivencia con uno mismo, con el otro y con el universo. Considero que es en esta fuente de energía originaria, donde se encuentra el potencial de una nueva perspectiva de investigar, aprender y vivir.
Desde este enfoque, este libro se centrará más en una sabiduría de la exploración y del aprendizaje que produce el vivir-conocer (Maturana, Varela, 1984), que en un conocimiento legitimado por la academia como “erudito” y “verdadero”.
Presiento que este camino, como la vida, será zigzagueante y que al final del mismo me habrá dejado mayor sabiduría. En definitiva, para eso escribo, para eso investigo, no por lo que sé de antemano, sino por lo que me sorprenderá al final del recorrido.
Mi amigo Manuel comienza uno de sus libros (1) con una cita de Tavarone,
“Agregar un libro más a un mundo inundado de libros puede resultar un acto de irreverencia, salvo, claro está, que pueda justificarse” (1988)
Si bien no considero irreverente la necesidad genuina de toda persona de expresar su sentir y pensar de manera independiente de lo expresado por otros, debo reconocer que esta cita ha inquietado en mi corazón científico la debida justificación que en los próximos párrafos enuncio.
Nos encontramos sumergidos en una profunda crisis paradigmática, la que quizás como señala Morín (1995) aún no ha llegado a su máxima profundidad, en tanto aún hay quienes se encuentran epistemológicamente ciegos ante dicha crisis.
No es poco lo que se ha desarrollado, casi desde los inicios del siglo XX, tanto desde las ciencias sociales y humanas como desde las ciencias físico-naturales, señalando la emergencia de una nueva perspectiva de observar y observarnos. Sin embargo, aún se torna indispensable continuar abriendo y marcando la huella iniciada, para contribuir a modo de levadura, aumentando el movimiento que posibilite la co-evolución que requiere nuestro pensamiento.
En esta obra, comenzaremos a recorrer un camino que luego se fundirá en el cauce de un río. En dicho camino, vislumbro dos senderos. El primero busca revisar de manera dialógica nuestra manera de producir conocimientos científicos: ¿Qué consideramos ciencia en el siglo XXI? ¿En qué medida han penetrado los nuevos descubrimientos ontológicos y epistemológicos del siglo XX en la práctica científica? ¿Para qué se investiga y cómo se involucran los investigadores con lo investigado? ¿Cómo se producen estos conocimientos? ¿Quienes y cómo los validan? ¿Qué relación guardan estos conocimientos con otros saberes que la sociedad produce fuera del ámbito científico y qué resultan igualmente válidos para transformar nuestro vivir? Y aún más, no escatimaremos riesgos en esta aventura, ¿Qué argumentos tenemos para sostener la legitimidad de un tipo de conocimiento llamado ciencia? En ese caso, ¿Cuál es el rumbo a tomar para quienes desean explorar en el siglo XXI? Nuestros lectores saben que muchas de estas preguntas no son nuevas, forman parte de muchos desarrollos teóricos y de clásicos de la epistemología, como lo es la pionera obra de Thomas Kuhn (1962). Aquí las haremos nuestras, para hacernos cargo de nuestra responsabilidad ineludible de contribuir aproximando respuestas en el momento actual.
Para recorrer el otro sendero, el puntapié inicial está dado por las conclusiones de mi tesis doctoral donde me he preguntado ¿Qué es necesario aprender para producir cambios transformativos? He buscado un camino para aprender, investigar y cambiar, procesos todos que ahora aparecen en mí como tautologías, sin fronteras claras.
Las conclusiones de este trabajo doctoral se han constituido en el insumo para pensar un nuevo flujo en el proceso de construcción de conocimiento. Respecto al camino, hasta aquí llegaremos con él, como veremos en el transcurso de la obra, luego de los desarrollos ontológicos y epistemológicos del siglo XX, ¡Ya no queda tierra firme bajo nuestros pies! Para continuar retomaremos el flujo. Un flujo focalizado en la conciencia de la vivencia que produce conocimiento. Presentaremos siete afluentes que convergen de manera caudalosa en el torrente del proceso de investigación para producir cambios transformativos en nosotros mismos y en las realidades que participamos. Proponemos estos afluentes para orientar el rumbo de un investigador “testigo de sí mismo” que se re-conoce como parte del proceso de investigación. Este rumbo propone un retorno del camino de Descartes (S. XVII) al río de Heráclito de Efeso (S. VI a.c).
Quiero destacar que en esta obra han colaborado de manera especial, María de los Ángeles Sagastizábal y Leticia Costa, por ello el lector notará que mi escritura fluye de la personas del singular al plural. Aunque este manuscrito es de mi propia responsabilidad y autoría, muchas de las ideas que aquí presento surgieron en el entramado de nuestro trabajo y conversaciones.
Deseamos exponer nuestros propios hallazgos y reflexiones, poniendo en relación los desarrollos teóricos provenientes de diversas disciplinas, con nuestra propia vivencia diaria de hacer ciencia. Estos desarrollos confluyen en una nueva manera de observar, que abordaremos a través del “investigador investigado”. Buscamos vincular el conocimiento del mundo con el conocimiento sobre nosotros mismos.
Anhelamos compartir nuestro modo auténtico de investigar, que muchas veces se aleja de las convenciones y formalidades. Para quienes decidan acompañarnos y detenerse en este proceso, encontrarán aquí una experiencia de trabajo que quizás les encienda, como nos ha ocurrido a nosotros, la pasión por aprender e investigar.
Juntos nos encontraremos al final del recorrido, aún estamos lejos no puedo vislumbrar “a ciencia cierta” que pasará allí adelante. Tengo el pálpito de que el andar será placentero, también la confianza y esperanza de una meta auspiciosa y nutricia, para todos los que queramos involucrarnos en éste.
2 de Febrero del 2011
1. Froufe, M. (1997) El inconsciente cognitivo. La cara oculta de la mente. Biblioteca Nueva. Madrid.
Cambio de rumbo: Del camino de Descartes al río de Heráclito
Este apartado tiene como objeto esclarecer el rumbo de esta obra que le da identidad a la misma y enfoca nuestra escritura.
Los orígenes del camino nos remontan a las raíces griegas del término, que señala claramente su significado, “meta” (hacia, movimiento) y “odos” (camino), derivando en el latín methodus, camino a seguir.
La obra cartesiana dejó en claro y sin lugar a dudas, un camino marcado, inequívoco, que estableció qué investigar y cómo. Dicho camino hoy transformado en carretera, por donde transitan científicos de “carrera”, prevalece en nuestro modo de producción científica. Autopista del conocimiento, donde el tiempo, como canta la negra