Hacer ciencia en el siglo XXI. Claudia Liliana Perlo

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Hacer ciencia en el siglo XXI - Claudia Liliana Perlo Proyectos de investigación

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en cuestión el modelo hegemónico y que además señalan un retorno a la integración del conocimiento; aparece una necesidad no científica, sino predominantemente social, de reconocer y revalorizar otras fuentes de conocimiento, que superando el reduccionismo científico permitan vincularnos más plenamente con la compleja realidad. Estas otras formas de pensamiento ligadas a la percepción del cuerpo y al desarrollo del espíritu fueron históricamente despreciadas por la racionalidad moderna, adjudicadas a los pueblos vencidos, pobres, “no desarrollados”, ya sean orientales u occidentales. Muestra de la escasa o poca efectividad de la irracionalidad, plasmada en el mito, en la magia, en la superstición, era (a vista de los otros) “el escaso desarrollo económico y tecnológico de estas comunidades”.

      Durante todo el siglo pasado, desde el campo académico, aunque con las gafas tradicionales de la ciencia, la antropología ha realizado una excelente tarea de revalorización de los pueblos, sus culturas y sus saberes, devolviéndole legitimidad a la otredad.

      Hacia finales del siglo pasado, el paulatino y gradual acercamiento entre oriente y occidente que ya mencionamos, ilustrado de manera maravillosa tanto en la obra de Capra (2009), como de Dalai Lama (2008) fue conduciendo a científicos y pensadores en general a la reconstrucción de nuestro fragmentado UNIverso.

      En la actualidad no son pocos los científicos que viven esta multiplicidad de modelos, aunque con escasa integración con la realidad demandada por el sistema académico institucionalizado. Se percibe un celoso cuidado por parte de los científicos para abrirse al tratamiento de temas que por la ciencia modernas son considerados hoy tabú, y como todo tabú de eso no se habla.

      Aún con disimulo, el pensamiento científico profesional y los profesionales formados en él se vinculan a través de su práctica con la población en general, generándose una comunicación más o menos encubierta entre estos sistemas. Ejemplo de esto, es que en el campo de la salud, ya no aparece una negación absoluta como en el siglo XX, de la efectividad de estos saberes holísticos y prácticas sistémicas tales como: acupuntura, homeopatía, medicina ayurvédica, antroposofía, logosofía, meditación, yoga, reiki, prácticas sufistas, bionergía, biodanza, neochamamismo entre otras. Alguna de estas prácticas, muchas de ellas fundamentadas en los desestabilizadores hallazgos científicos del siglo pasado, según su formalización y evaluación de sus logros por el sistema académico institucionalizado, han sido más o menos aceptadas y toleradas, como lo es el caso de la homeopatía y la acupuntura. En otros casos o bien son descalificadas, o bien consideradas abordajes “alternativos” a las prácticas “tradicionales” científicas. Asimismo ¡que paradójico resulta! denominar “tradicionales” a las prácticas científicas que emergieron en los albores de la modernidad, como “modernas”, suplementarias y superiores a las prácticas tradicionales curativas de los pueblos originarios.

      Volver a la fuente significará, beber nuevamente, de las vivencias en el cuerpo, que intensamente estudió Francisco Varela (1992) aún enfermo durante sus últimos años de vida. Retomar las experiencias del camino, el conocimiento sin fronteras, sin jueces, ni verdugos que impongan su razón sobre nuestro corazón.

      Afortunadamente cada vez más, tanto en el ámbito científico como en la población en general, nos encontramos con quienes participan en lo que denominamos la emergencia de una transformación silenciosa.

      El silencio no es ausencia de palabras, el silencio es escucha, es tiempo de espera, es la inapreciable duda, es respeto, es reflexión, es integración. Desde esta perspectiva, no se gritan proclamas, ya no se plantean luchas, ni se busca derrotar a los paradigmas hegemónicos existentes. Lo que se pretende es abrirlos, ampliarlos y complementarlos con las múltiples visiones del mundo existentes.

      Justamente el gran desafío del siglo XXI es el darnos cuenta de este movimiento sutil y certero, e integrar diversas perspectivas para comprender la compleja realidad holográfica en la que estamos inmersos.

      Como hemos visto en nuestra historia, en el pasado, las reacciones al modelo establecido y predominante buscaban re-negar del modelo existente y asumir aisladamente nuevas perspectivas parciales de la realidad. Afortunadamente esto se está transformando y hoy existen líderes espirituales que expresan:

      Quise comprender la ciencia, pues, porque me ofrecía un área nueva que explorar en mi esfuerzo personal por comprender la naturaleza de la realidad. También deseé conocerla porque reconocí en ella una manera irresistible de comunicar conocimientos obtenidos de mi propia tradición espiritual. (Dalai Lama, 2008:8)

      Justamente el conocimiento sustancial del siglo XXI es abandonar los antagonismos y asumir lo complementario. El reto de esta época no es renegar, sino religar, buscando la integración, transformando el adversativo “pero” por la conjunción sumativa “y”. Este proceso no está ocurriendo de manera institucionalizada, como ya expresamos es emergente, sutil y silencioso, fluye de manera holográmica desde las subtotalidades (Bohm, 1988) sensibles de la realidad.

      Este libro busca, cómo transitar dialógicamente este nuevo rumbo, a partir de un autoconocimiento, que nos permita tomar conciencia de la convivencia de estas perspectivas.

      Estos saberes y prácticas ponen en inapreciable duda, el modelo predominante de un “conocimiento válido” para comprender y transformar la realidad. Arriesgadamente, nos preguntamos por la ciencia misma, como “modo superior de conocer” el UNIverso que nos rodea.

      Estas nuevas perspectivas emergen de los desarrollos científicos más significativos del último siglo, la relatividad, la física subatómica, el construccionismo radical, la biología molecular, la fenomenología, la teoría de los sistemas, la cibernética, la complejidad, la termodinámica, entre otros. Algunos de estos cuerpos teóricos, han sido reconocidos por la comunidad científica con el mayor galardón de la academia como lo es el caso del talentoso premio Nobel Ilia Prigogine. Sin embargo, estos logros no han impactado en la transformación de la concepción de la ciencia y su quehacer; el que se encuentra aún fuertemente ligado a la filosofía cartesiana, la física mecanicista newtoniana y a las ciencias naturales organicistas.

      A este punto podemos afirmar que esta manera de hacer ciencia, no solo se ha empobrecido por no aceptar otras formas de conocimiento validadas por el método tradicional científico, sino fundamentalmente por no estar actualizada con los propios desarrollos disciplinarios que la misma ciencia, en el seno de sus instituciones, valientemente produjo.

      Como señalamos al principio, quizás estos nuevos desarrollos nos dicen lo que no estamos dispuestos a oír.

      ¿Será que el investigador no investigado, desecha de su realidad, (a riesgo de no dar cuenta profundamente de ella) todo aquello que lo desafía a sí mismo?

      ¿Tal vez porque darse cuenta de estos nuevos desarrollos científicos implique un sismo ontológico en su vida personal?

      En la construcción de una nueva sociedad, la transformación silenciosa que integra diversos sistemas de conocimientos, se corresponde con una humanidad que se relaciona reticularmente respetando al otro como legítimo otro.

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