Hacer ciencia en el siglo XXI. Claudia Liliana Perlo

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Hacer ciencia en el siglo XXI - Claudia Liliana Perlo Proyectos de investigación

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derechos. El Otro- semejante tiene el mismo estatuto de existencia que yo.

      Finalmente, ensayando alguna respuesta para la pregunta osada de mi amigo Jorge, surge otra pregunta más. ¿Qué hacemos estudiando la vida? ¿Y si la vida fuera misterio inasible a nuestra racionalidad? Tal vez ya sea demasiado tarde para esta pregunta y no podamos retroceder con el desarrollo de nuestro neocortex. En ese caso, ¿Cómo sigue esto? ¿Qué es lo próximo?

      Cuando concebimos la vida también como un misterio, el conocimiento aunque necesario, resulta insuficiente para vivir, tan solo apacigua nuestro espíritu inquieto de exploradores y enriquece nuestro cerebro sagaz. Eso estamos haciendo al escribir este libro. ¡Buscamos hacerlo despiertos y sintiéndonos vivos! Entonces conocer (vivir) e investigar (aprender) ¡es la maravillosa vida misma!

      4. De ahora en adelante así aparecerá escrito este vocablo, sepa el lector que no se trata de un error de tipeo, (adjudicable siempre al pobre corrector editorial!!) sino de una intención de sentido, con serios fines didácticos.

      5. Citado por: Arntz; W. Chasse, B; Vicente, M. (2006) Op. Cit.

      6. Citado por Morin, Op. Cit (2000: 207)

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      He pasado muchos años reflexionando en los notables avances de la ciencia. En el corto período de mi vida, el impacto de la ciencia y la tecnología en la humanidad ha sido tremendo. Aunque mi interés en la ciencia nació de la curiosidad por un mundo extraño para mí en aquel tiempo, un mundo gobernado por la tecnología, no tardé mucho en comprender el colosal significado de la ciencia para la humanidad…

      Dalai Lama

      Vaya mi más profundo reconocimiento a Thomas Alva Edison (1880), ya que gracias a su primera lámpara incandescente con un filamento de algodón carbonizado, que derivó en la energía eléctrica, es que hoy puedo tener encendida mi computadora -Acer, Aspire one-. Es inevitable continuar mi agradecimiento a Apple II, quien diseñara la primer computadora personal en 1977 ¡y ni que decir mi gratitud hacia William Hart!, considerado “padre del gas natural”, que allá por el 1800 excavó el primer pozo norteamericano de gas. Posteriormente, luego de la “evolutiva” segunda guerra mundial, el desarrollo tecnológico de redes de gasoductos permitió, que yo acompañe esta entretenida escritura con ricos mates, calentando ágilmente el agua corriente y potabilizada de nuestro precioso río Paraná, en una cocina anafe muy cerquita de mi computadora. Reconozco que si hubiera tenido que ir a buscar agua (aunque estoy cerca del río) y juntar leña previamente para este proceso, restaría buen tiempo a esta tarea intelectual de escritura. Ni hablar si estuviera escribiendo en papiros o peor aún sobre la roca y ¡con cuñas! Disculpe el lector si ha sido abrumador el párrafo anterior, ¡esto es el desarrollo!, un maravilloso y a veces desmedido despliegue del UNIverso, que en la modernidad, a fuerza de guerras, se fue tecnificando hasta su más alta robotización, y esto Señores, debemos reconocer que es ¡gracias al positivismo!

      No crea el lector, que mi agradecimiento aunque con humor, no es serio y sincero. También así la peyorativa alusión evolutiva a las guerras, no deja tener un gran viso de razón. Recordemos que las ciencias de la información, en especial el desarrollo de la cibernética, son producto de las necesidades que plantea la Segunda Guerra Mundial y también la llamada Guerra Fría. Y ya que estamos de agradecimientos, es justo desde una visión de género también reconocer, que las dos guerras mundiales del siglo pasado permitieron grandes avances no sólo a nivel tecnológico, sino también a nivel sociológico, como lo fue la creciente aparición de la mujer en la vida social y laboral, cuando a causa de las guerras, el género femenino tomó el volante de las máquinas.

      Por todo esto, agradecemos a este gran movimiento filosófico, los conceptos y métodos que aportó para desarrollar una ciencia que generó un impensado desarrollo científico-tecnológico. Estos desarrollos que vinieron de la mano de nociones tales como: observación, clasificación, descripción, causalidad, explicación, mirada analítica y profunda a partir de instrumentos y técnicas que nos permitieron indagar el mundo desde un proceso hipotético- deductivo.

      El positivismo exploró, organizó y ordenó el mundo externo físico-natural y también el escurridizo mundo social. Su obra fue grande, se abocó al reconocimiento y catalogación de la realidad, haciendo del UNIverso extensas e intrincadas taxonomías que clasificaron: minerales, vegetales, animales, relieves, mares, climas, y hasta la conducta humana. Así creó, reinos, tipos, géneros, especies, categorías, subcategorías y metacategorías. Muchas de estas variedades encasilladas en dos grandes clases: lo normal y lo anormal.

      Esta mirada condujo a concebir un UNIverso como una máquina perfecta, causal y determinada, que de manera exacta podía reducirse a ecuaciones. Se necesitaba descubrir también cómo funcionaba y cómo se comportaba, es decir establecer las leyes que lo regían y para esta tarea no faltaron muchos grandes hombres. Tantos que no podríamos enumerar acá, guiados por dos principales líderes, René Descartes e Isaac Newton.

      De este modo se procedió a describir el comportamiento de todas las cosas: astros, mares, vientos, lluvias, animales, todo lo que podía observarse externamente de la vida en general. Se trató, (de allí tantos tratados y enciclopedias) de un trabajo magno que observó minuciosamente la materia, la ordenó y la bautizó, llamando a cada cosa por su nombre.

      Estas motivaciones del hombre fueron satisfechas con creces y convertidas en grandes logros, gracias al trabajo arduo durante tres siglos.

      Si bien el término positivismo fue recién acuñado en el siglo XIX, por Augusto Comte, otro grande, fue desde la mitad del siglo XVII que tanto la filosofía dualista cartesiana, mente y materia, como el modelo mecanicista newtoniano del UNIverso, dominó el pensamiento científico. Y no sólo éste, dicho modelo se constituyó en una forma de ver, pensar y hacer que prontamente modalizó la vida social.

      En todo este trabajo quizás una de las tareas más significativas lo fue la medición, que posibilitó al cartógrafo a través del cálculo y trazado de paralelos y meridianos, tener el mundo entre sus manos. Guejd (1997), en su maravillosa novela La medida del mundo, documentada históricamente, ilustra magistralmente este momento crucial en la historia de las ciencias, enmarcado en la revolución francesa. La medida se convirtió en cantidad, en exactitud, vista métrica del globo terráqueo que garantizaba invariabilidad y universabilidad. Unidad que borraría cualquier diferencia.

      El conocimiento único y preciso de la naturaleza le permitió al hombre intervenir en ella a través de la explotación. El uso de este último término, de ningún modo es peyorativo, como hoy podría considerarse desde una perspectiva ecológica, sino es precisamente utilizado, para la tarea socioeconómica derivada de los conocimientos científicos. De este modo se derivaron ríos, se secaron arroyos, se perforaron montañas, se abrieron minas a cielo abierto. Hoy en día se ha incrementado el cultivo gracias a modernas máquinas que talan cada vez más superficies boscosas y se crían animales eficientemente en granjas industriales (ganadería intensiva) estimulados con fármacos y productos químicos.

      Este modo de conocer impulsó grandes desarrollos en el plano de la materia, especialmente en la física, la química, la biología y todas sus aplicaciones en las ramas de la ingeniería y la medicina.

      Estos progresos, en el mundo moderno industrializado y urbano, permitieron dar vueltas al mundo en muchos menos que 80 días como lo hiciera Verne, llegar a la luna promediando

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