Nuevas estrategias de inserción internacional para América Latina. Rita Giacalone

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Nuevas estrategias de inserción internacional para América Latina - Rita Giacalone

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con lo que proponen los seguidores de las ciencias de la complejidad, puesto que aceptan la posibilidad de las emergencias y las irrupciones en todo tipo de procesos, desde los sociales hasta los biológicos. Con los obvios matices que deben tener en su interior, cosa similar se propone desde lo transdisciplinar crítico con el principio de la heterarquía. En este último se plantea que toda forma de conocimiento en su proceso de constitución como tal, mantiene el principio de la incertidumbre y su historicidad, además de trascender los límites disciplinares. El filósofo colombiano Carlos Maldonado ha considerado que las emergencias e irrupciones rompen las jerarquías en el conocimiento, e implican no solo lo “inter, trans y multidisciplinariedad; sino, mejor aún, [generan] el cruce mismo, el diálogo, la cooperación entre enfoques, métodos, lenguajes y disciplinas distintas” (2015, p. 40).

      Siguiendo los argumentos esgrimidos por el economista argentino e historiador de las relaciones internacionales, Mario Rapaport (2014), los estudios internacionales adelantados en América Latina, han mantenido la particular, y por ello valiosa característica, de indagar por el sistema internacional o sistema-mundo recurriendo a lo interdisciplinario. Se puede afirmar que en sus primeros momentos, durante los años sesenta y setenta del siglo pasado, la profesionalización disciplinar en el continente se vio desalentada, ya sea por las recurrentes limitaciones presupuestales más las debilidades institucionales de tipo público o privado, las cuales invariablemente afectaron a los centros de educación superior o de investigación. Todo esto quizá fue más producto de la indeseada voluntad de los gobiernos latinoamericanos, al constatar la escasa capacidad de sus Estados para influir en los temas y problemas de alcance global.

      En todo caso, es posible asegurar que desde sus inicios y con la escasa institucionalización que habían logrado, los estudios internacionales en América Latina tuvieron un fundamento interdisciplinar. Por el momento en que se dieron, los casos más notables han sido el Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México y el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile. Así lo hizo notar de manera temprana, el cientista político chileno Heraldo Muñoz (1980). Lo mencionado ha resultado positivo para el desarrollo de los estudios internacionales latinoamericanos, en tanto aporte a la formación de un tipo de conocimiento al que ya he considerado como situado. En tal sentido, desde los primeros trabajos en la década del sesenta hasta los muy actuales, la mayor parte de estos estudios han tenido la confluencia de:

      la diplomacia, la economía, la geografía, la demografía, las ciencias políticas y sociales, el estudio de las instituciones, el análisis comparado y, en la medida en que existen mediciones cuantitativas, estadísticas y documentación numérica, dentro de contextos históricos, que evolucionan en el corto y el largo plazo. Entre otras cosas, la ventaja del trabajo pluridisciplinario reside en la facultad de cruzar las teorías de esas distintas disciplinas (Rapaport, 2014).

      Teniendo esto en cuenta, y si aceptamos que los estudios poscoloniales se mueven en los espacios metodológicos promovidos por lo transdisciplinar crítico, reconociendo los invalorables aportes de diversos movimientos y teorías como los feminismos decoloniales y ambientalistas, el movimiento de los comunes y sus prácticas políticas, por ejemplo las que están enmarcadas en el bien vivir y el co-cuidado, entonces tendríamos que todas nos indican la situacionalidad en el conocer, leer, interpretar. En consecuencia, las teorías críticas producidas en años recientes han logrado:

      señalar la imposibilidad de un conocimiento no-situado: [puesto que] centran sus investigaciones tanto en el sujeto cognoscente realmente existente –y por lo tanto en su sexo, su clase y su «raza»– como en los lugares y situaciones en donde se realiza la producción de conocimiento –y por lo tanto en sus relaciones, instituciones y estructuras sociales–. […] han logrado evidenciar que detrás de la presunta no-situacionalidad y no-corporeidad del conocimiento científico suele esconderse no la mirada de Dios, sino del hombre blanco, occidental y colonizador. [Lo cual] ha socavado las bases sobre las que suelen sostenerse la objetividad y universalidad del conocimiento científico: [este siempre es], un conocimiento producido por sujetos dentro y desde ciertos lugares (Pimmer, 2017, p. 279).

      En este proceso de renovación teórico/metodológico de los estudios internacionales adelantados en la región, hay una teoría que ha sido objeto de especial atención por parte de investigadores ubicados en distintos lugares del continente. La teoría de la colonialidad del poder, elaborada por el sociólogo peruano Aníbal Quijano en la última década del siglo pasado, ha llegado a ocupar un lugar preponderante en la controversia sobre la organización y funcionamiento del sistema-mundo, pues, así como anima discusiones en distintos medios intelectuales y académicos, también influye en el accionar de diversos movimientos sociales alrededor del continente. Incluso orienta la elaboración de la política exterior de un Estado en América Latina, tal como lo demuestra Graziano Palamara, al estudiar el caso del Estado plurinacional boliviano en el capítulo sexto de este libro, titulado “La relación Estado-sociedad: una variable para la inserción internacional. El caso de las agendas de Chile y Bolivia”.

      En todo caso, la mayor parte de estos nuevos movimientos sociales y políticos pueden ser definidos desde antihegemónicos o alterglobales, hasta plurinacionales e interculturales2, y sin importar mucho las diferencias que puedan existir entre ellos, rescatan el legado de quien tuvo:

      la suficiente osadía intelectual como para ir en contra del hegemónico pensamiento eurocéntrico y, desde de la periferia del sistema-mundo colonial/moderno, plantear categorías y conceptos que permiten establecer otra mirada sobre la realidad histórico-social que revela una configuración epistemológica que conforma una episteme descolonial. […] Se puede considerar que el principio de la colonialidad del poder [es] capaz de llevar adelante una ruptura epistemológica con el pensamiento eurocéntrico […] y que se impuso como la perspectiva de conocimiento hegemónica en el sistema-mundo colonial/moderno (Germaná, 2017, p. 269).

      Aquella teoría se nutre de las particularidades regionales y está presente en el debate contemporáneo desde y sobre América Latina, puesto que sus primeras definiciones surgen aquí para llegar a ser una teoría situada en la trayectoria histórica de un continente, la misma que ha estado marcada por la presencia de múltiples factores: los pueblos originarios en tanto civilizaciones realmente existentes en la actualidad, el colonialismo del siglo XVI y la modernidad del XIX, el neocolonialismo y la colonialidad del siglo XX como también por el viejo y el nuevo extractivismo, el de la acumulación por desposesión. Involucrando aspectos con los cuales se constituye cualquier civilización, la teoría de la colonialidad del poder logra ser una forma de entender el actual orden planetario, su autor diría el patrón del poder mundial, pues hace ver los fundamentos mismos de su actual organización y funcionamiento.

      Al mismo tiempo, y teniendo de por medio los momentos en que se asentaron las bases de lo que después fue conocido como Occidente y modernidad, Aníbal Quijano estableció que fue en América Latina donde se establecieron las bases del sistema-mundo moderno colonial. Una propuesta que refuerza la teoría de la colonialidad del poder considera que la constitución del sistema fue consecuencia de:

      la “apertura” geopolítica de Europa al Atlántico; [fue] el despliegue y control del “sistema-mundo” en sentido estricto, [es] la “invención” del sistema colonial, que durante 300 años irá inclinando lentamente la balanza económica-política a favor de la antigua Europa aislada y periférica. Todo lo cual es simultáneo al origen y desarrollo del capitalismo (mercantil

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