Nuevas estrategias de inserción internacional para América Latina. Rita Giacalone
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Sobre la teoría elaborada por Aníbal Quijano, la antropóloga y teórica feminista argentina Rita Segato ha destacado su enraizada relación con la trayectoria histórica del continente, una mirada localizada la define esta pensadora y así se entiende la situacionalidad de su origen. Con esta teoría se altera la subalterna figura de la región en la historiografía imperialista, posicionándola en un lugar relevante en la “estructura de poder mundial”, y permite identificar con mayor precisión, los fundamentos del poder globalmente hegemónico. Por último, dicha teoría se caracteriza por llegar a ser un cambio radical de paradigma, en las lecturas sobre el colonialismo y la colonialidad (Segato, 2014, p. 176).
La teoría ha hecho presencia por haber establecido la perpetuación del racismo, el patriarcalismo y la consecuente discriminación por cuestiones de género, más el abierto clasismo de la superioridad por razones económicas en la fase actual del sistema-mundo moderno y colonial. Sobre esto último, es la respuesta a quienes reiteran hasta el cansancio, las diferencias entre el llamado primer mundo, moderno, rico, industrial y desarrollado, con su opuesto antagónico del tercer mundo, tradicional, pobre, agrario, en consecuencia, subdesarrollado. Un conocimiento producto de utilizar argumentos que favorecen una visión simplista y naturalizadora, de origen binario, basada en el opuesto antagónico y maniquea por principios morales y políticos harto cuestionables. Ellos se encuentran en los múltiples documentos producidos por las distintas instituciones multilaterales, contando para su elaboración con la experticia de los consultores desde hace ya setenta años, quienes para el caso, y con otra forma de denominar, serían la tecnoburocracia del institucionalismo neoliberal y la colonialidad global.
El pensamiento decolonial en los nuevos estudios internacionales latinoamericanos más bien hace notar la proporcional correlación que la colonialidad del poder mantiene con la del saber, el ser y la naturaleza, y todo esto debe tomárseles en cuenta dentro del proceso que ha llevado a la colonialidad global. Teniéndolos como un espacio donde se adelanta la revisión del sistema-mundo, desde la teoría en la que se produce una lacerante realidad, quedan involucrados los impactos negativos que el racismo, el patriarcalismo y el clasismo generaron como elementos fundantes de tal sistema. Al basarse en la larga duración, ayuda a entender la construcción de una subjetividad colonizada que a pesar del tiempo transcurrido, ha logrado sostenerse en la conducción de los Estados y sociedades neocoloniales, por eso la teoría logra capacidad explicativa del proceso puesto que se:
refiere al crucial proceso de estructuración de este sistema-mundo que articula de manera enredada las localizaciones periféricas en la división internacional del trabajo con la jerarquía etno-racial global [y en la actualidad] articula a los migrantes del tercer mundo inscritos en la jerarquía etno-racial de las ciudades globales metropolitanas con la acumulación de capital a escala mundial. [Hoy en día] Los Estados-naciones periféricos y los pueblos no-europeos viven […] bajo el régimen de la colonialidad global […] (Grosfoguel, 2007).
Puedo afirmar que el período considerado en sus estudios, primero por Aníbal Quijano, Enrique Dussel e Immanuel Wallerstein, y luego en los trabajos de Walter Mignolo, Ramón Grosfogel y Nelson Maldonado, entre muchos otros, ha sido estudiado con seriedad en América Latina durante las últimas dos décadas y con las conclusiones alcanzadas, han logrado establecer las bases fundamentales de lo que significa la colonialidad del poder. En resumen, sería el logro en la construcción/control de subjetividades colonizadas, subalternizadas por la epistemología dominante del eurocentrismo en sus componentes ya mencionados, y además han llegado a ser partes constitutivas dentro de una amplia gama de mecanismos para el dominio global.
En la actualidad se mantiene el control del trabajo y la economía en función de un sistema donde se conjugan el libre mercado, el capital oligopólico actuante a través de las corporaciones transnacionales más el inocultable accionar imperialista de ciertos Estados. Todo lo cual sucede en un sistema internacional que cuenta con múltiples instituciones que buscan desde regular la economía mundial o estar defendiendo los derechos humanos, con la retórica de contribuir a la paz mundial. Todas ellas pertenecientes al sistema de la gobernanza global y donde las más representativas, luego de las Naciones Unidas claro está, siguen siendo el Fondo Monetario Internacional, el grupo del Banco Mundial y las cinco agencias que lo integran, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y la Organización Mundial del Comercio.
De igual manera, las autoridades locales e internacionales y sus coercitivas instituciones, es decir, el Estado-nación como actor del sistema teniendo a su lado los múltiples espacios donde actúan las autoridades globales. Podríamos mencionar a ciertas instituciones, sobre todo las que tienen que ver con los sistemas de seguridad global o protección de los derechos de la humanidad, pues como siempre hablan en su nombre. En todo caso, lo anterior ha sido posible puesto que:
mientras que para unos existen amenazas, para otros es bienestar, algunos ven riesgos donde otros buscan reducir la desigualdad. El discurso dominante naturaliza el predominio de una ideología, el liberalismo desde su neutralidad y manteniendo el control de las instituciones multilaterales, ha llevado a la aceptación de un orden dirigido por ciertos Estados quienes afirman decisiones basadas en su soberanía, mientras que promueve la desregulación por el lado de los que menos capacidad de resistencia tienen (Zuleta, Cubides y Escobar, 2007).
Por último, pero no por eso menos importante, el sexo y la raza como condiciones históricas y culturales constituidas en mecanismos de poder y tan útiles para la reproducción del sistema mundo. Lo primero es igualmente complejo por la conjunción de lo emocional y físico, pero quedó reducido a ser instrumento para la reproducción de la especie y la mano de obra, al tiempo que se producía la subalternización de la mujer. La segunda también garantizaba mano de obra abundante, por lo tanto, barata y al estar asociada con la esclavitud y la servidumbre, condujo a la subalternización de quienes ya habían sido identificados como negros e indios en las regiones donde el capitalismo de las materias primas quedó instalado. En síntesis, las relaciones que predominan, tal como fueron presentadas por Aníbal Quijano, se dan sobre la raza, el género y la clase para de allí incorporarse y naturalizarse en los pensamientos con que se organiza la modernidad.
Pero como no se busca dar por verdad última a lo concluido por Quijano, ya se tienen opiniones que confronta con argumentos igualmente muy serios, la originalidad del componente colonialidad en la teoría sobre el poder y el patrón de dominación gobernante a escala global. Según Ramón Grosfogel, y sin ganas de profundizar en esta crítica, antes de Quijano hubo otros autores y autoras que alcanzaron a definirla de distinta manera, y que igualmente habían tomado en sus estudios, el impacto del colonialismo en la trayectoria histórica de la comunidad social y política en la que habían vivido. La herida colonial de las que hace algunas décadas atrás nos habló Aimé Césaire, luego Gloria Anzaldúa y de manera más reciente Walter Mignolo, se ha expresado en formas tan diversas como el:
capitalismo racial (Robinson, 1981), racismo como infraestructura (Fanon, 1952, 1961), occidentóxico (Ahmad, 1984), colonialismo interno (Rivera 1993; Barrera, 1979; Casanova, 1965), género como privilegio de la mujer blanca o las mujeres negras vistas como hembras y no como mujeres (Davis, 1981), supremacía blanca (Dubois, 1935, Malcolm X, 1965), relación no reduccionista entre raza y clase (Cesaire 1950, 1957), ego cónquiro (Dussel, 1994), […] El asunto importante a retener aquí es que la modernidad no existe sin colonialidad, [y se expresa en] todas las relaciones sociales y jerarquías de dominación de la modernidad (Grosfogel, 2016, pp. 158-159)3.
Pero bueno, tal como se ha venido sosteniendo desde el inicio del capítulo, en la actualidad se cuenta con nuevos aportes de la teoría en el debate contemporáneo, y ello ha