Eso no puede pasar aquí. Sinclair Lewis

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Eso no puede pasar aquí - Sinclair Lewis A. Machado

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seis peticiones semanales más que haceros antes de las convenciones nacionales, las cuales decidirán el destino de esta angustiada nación. Ya ha llegado la hora de actuar. ¡Actuar! ¡Ya basta de palabras! Dejadme reunir varias frases del sexto capítulo de Jeremías, que parecen haber sido escritas proféticamente para esta época de crisis desesperada en América:

      ‘Reuníos, hijos de Benjamín, para escapar del interior de Jerusalén... Preparaos para la guerra... ¡en pie y subamos a mediodía! ¡Ay, de nosotros! Que el día va cayendo y se alargan las sombras de la tarde. Levantaos y subamos de noche a destruir sus palacios... Estoy lleno de la furia del Señor y cansado de contenerla. La verteré sobre los niños extranjeros y sobre el grupo de mancebos reunidos. Incluso el marido y la esposa serán apresados, el anciano con el que ha vivido muchos días... Extenderé mi mano sobre los habitantes de esta tierra, dijo el Señor. Porque desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, todos se han dado a la codicia; y desde el profeta hasta el sacerdote, todos practican el fraude... diciendo «¡paz, paz!», cuando no hay paz.’

      Así habla el Libro sobre la antigüedad... ¡Pero el mensaje también está dirigido a los Estados Unidos de 1936!

      ¡No hay paz! Durante más de un año, la Liga de los Hombres Olvidados ha advertido a los políticos, a todo el gobierno, de que estamos hartos de ser los desposeídos y de que, por fin, somos más de cincuenta millones; ¡no una horda de quejicas, sino gente con la voluntad, las voces y los votos para hacer valer nuestra soberanía! Hemos informado muy claramente a cada político de que exigimos, ¡exigimos!, determinadas medidas y no toleraremos ningún retraso. Una y otra vez hemos exigido que se quite totalmente a los bancos privados tanto el control de los créditos como la capacidad para emitir dinero; que los soldados no solo reciban la bonificación que se ganaron tan justamente con su sangre y agonía en 1917 y 1918, sino que la cantidad acordada se duplique a partir de ahora; que se limiten con severidad todos los ingresos hinchados y que las herencias se recorten en sumas pequeñas que puedan sustentar a los herederos solo en su juventud y vejez; que los sindicatos laborales y agrarios no solo se reconozcan como instrumentos para las negociaciones conjuntas, sino que, como en Italia, se conviertan en partes oficiales del Gobierno para representar a los trabajadores; y que, con toda la severidad solemne y la inflexibilidad que sea capaz de mostrar esta gran nación, se prohíba toda actividad a las Finanzas Judías Internacionales, así como al Comunismo, el Anarquismo y el Ateísmo Judíos Internacionales. Los que me hayáis escuchado antes sabréis que yo (o más bien, la Liga de los Hombres Olvidados) no tengo nada en contra de los judíos individuales y que estamos orgullosos de contar con varios rabinos entre nuestros directores; pero esas organizaciones internacionales subversivas que, por desgracia, están formadas en gran parte por judíos, deben expulsarse de la faz de la tierra con látigos y escorpiones.

      Hemos presentado estas exigencias. Pero, ¿cuánto tiempo?, ¡oh, Señor, cuánto tiempo han fingido escuchar y obedecer los políticos y los sonrientes representantes del Gran Capital! ‘Sí, claro, señores de la Liga de los Hombres Olvidados. ¡Lo entendemos, pero necesitamos un poco más de tiempo!’

      ¡No queda más tiempo! Su tiempo se ha acabado, ¡al igual que todo su poder impuro!

      Los senadores conservadores, la Cámara de Comercio de los Estados Unidos, los grandes banqueros, los monarcas del acero, los motores, la electricidad y el carbón, los agentes de bolsa y los holdings..., todos ellos son como los reyes borbones, de los que se decía que, ‘no olvidaban nada y no aprendían nada’.

      ¡Pero acabaron muriendo en la guillotina!

      Quizá podamos ser más compasivos con nuestros borbones. Quizá, solo quizá, podamos salvarles de la guillotina, la horca o el rápido pelotón de fusilamiento. Quizá, en nuestro nuevo régimen, bajo nuestra nueva Constitución, con nuestro ‘New Deal’, que será realmente un nuevo reparto y no un experimento arrogante..., quizá nos limitemos a obligar a estos peces gordos de las finanzas y la política a que se sienten en sillas duras, en lúgubres oficinas, trabajando sin descanso durante horas interminables armados, con pluma y máquina de escribir, como lo han hecho para ellos, durante demasiados años, tantos esclavos administrativos.

      Como afirma el senador Berzelius Windrip, estamos en ‘la hora cero’, ahora, en este mismo segundo. Hemos dejado de bombardear a estos falsos e irresponsables dirigentes con nuestras quejas. Vamos a actuar ‘sin moderación’. Por fin, tras meses y meses de asesoramiento conjunto, los directores de la Liga de los Hombres Olvidados y yo, anunciamos que en la próxima convención nacional del partido demócrata y sin ningún tipo de reserva...”

      “¡Escuchad! ¡Escuchad! ¡Se está haciendo historia!”, gritó Doremus a su inconsciente familia.

      “... usaremos la tremenda fuerza de los millones de miembros de nuestra Liga para conseguir que la candidatura presidencial del partido demócrata sea para el senador... Berzelius... Windrip. Eso significa, en pocas palabras, que saldrá elegido y que seremos nosotros los que le llevaremos al cargo como presidente de los Estados Unidos.

      Su programa y el de la Liga no coinciden en todos los detalles. Pero él se ha comprometido incondicionalmente a dejarse asesorar por nosotros y, al menos hasta las elecciones, le apoyaremos absolutamente..., con nuestro dinero, nuestra lealtad, nuestros votos... y nuestras oraciones. ¡Y que el Señor nos guíe, a él y a nosotros, a través del desierto de la política impía y las finanzas codiciosas y canallas hasta la gloria dorada de la Tierra Prometida! ¡Que Dios os bendiga!”

      La Sra. Jessup dijo con alegría: “¡Vaya, Dormouse! Ese obispo no es un fascista para nada; solo el típico radical rojo. Pero, ¿realmente significa algo este anuncio suyo?”

      ¡Bah!, reflexionó Doremus, había vivido con Emma durante treinta y cuatro años y no había querido asesinarla más de una o dos veces al año, lo cual estaba bastante bien. Contestó suavemente: “Bueno, no mucho. Excepto que en un par de años, bajo el pretexto de protegernos, la dictadura de Buzz Windrip reglamentará todo, desde el lugar donde podemos rezar hasta qué historias de detectives podemos leer.”

      “¡No cabe duda! ¡A veces me dan ganas de hacerme comunista! Gracioso, ¿no? ¡Yo, con mis estúpidos antepasados holandeses del valle del río Hudson!”, se sorprendió Julian Falck.

      “¡Qué buena idea! ¡Salir de la Guatemala de Windrip y Hitler para meterse en la Guatepeor del Daily Worker neoyorquino, Stalin y los autómatas! Y ese plan quinquenal: ¡supongo que me informarían de que el comisario político ha decidido que cada una de mis yeguas debe dar a luz a seis potros al año!”, gruñó Buck Titus mientras el Dr. Fowler Greenhill se burlaba:

      “¡Anda ya, papá! ¡Y tú también, Julian, pequeño paranoico! ¡Estáis los dos obsesionados! ¿Dictadura? Será mejor que vengáis a mi consulta para examinaros la cabeza. ¡Pero si Estados Unidos es la única nación libre de la tierra! Además, este país es demasiado grande para una revolución. ¡No, no! ¡Eso no podría pasar aquí!”

      Notas al pie

      1 Hace referencia a las dos últimas líneas del poema “The old vicarage, Grantchester”, de Rupert Brooke (1887-1915), poeta ingles, conocido por sus crisis nerviosas, su romanticismo, su bisexualidad, relacionado con el grupo de Bloomsbury, murió en el Egeo, a causa de una picadura de mosquito, mientas se dirigía a la batalla de Gallipoli.

      2 Literalmente, “los zalameros”, pedantes y atildados en el vestir. N.T.

       6

      Si

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