Activos de aprendizaje. Fernando Trujillo Sáez

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Activos de aprendizaje - Fernando Trujillo Sáez Biblioteca Innovación Educativa

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del cambio en la que debemos plantearnos como meta lo que podemos hacer, y no lo que deberíamos, pero aún no podemos hacer. De esta forma, lo que podemos hacer se convertirá en la zona de desarrollo próximo de nuestros siguientes pasos hacia esas metas más lejanas.

      Creo que esa es también la propuesta de este libro. Las avenidas que se proponen para caminar hacia los campos donde se juegan los partidos del conocimiento son viables, están ya trazadas y recorridas por otros, pero además será más fácil dar esos pasos si el viaje se hace con otros y con la sabiduría de que tropezar es parte del camino y de que nadie gana el partido de la educación sin cometer errores, sin perderse alguna vez. Y si, además, se toma como guía del viaje este libro, estoy seguro de que el camino no solo será más transitable sino también más placentero.

      Juan Ignacio Pozo

      Catedrático de Psicología

      de la Universidad Autónoma de Madrid

      Introducción

      Si miras superficialmente una escuela, todo parece detenido, a pesar del bullicio. Puedes creer que tienes delante de ti la misma escuela de tu infancia, las mismas sillas, las mismas pizarras, incluso el mismo profesorado.

      Sin embargo, la educación está en movimiento. Los estudiantes cada vez nos señalan con más claridad que aprenden de maneras distintas y muchos docentes están dispuestos a acompañarlos enseñando también de manera diferente. Y al cambiar estudiantes y docentes, todo lo demás cambia: el sentido de la escuela, los objetivos y los resultados que se esperan, incluso los dispositivos que se usan son hoy distintos a los de ayer.

      La pregunta, por tanto, no es si la escuela está en transformación o no, sino más bien hacia dónde avanza (o incluso si retrocede). El sentido de la marcha es lo más relevante en este momento, pues solo cuando decidamos hacia dónde camina podremos determinar el camino o la velocidad adecuada. Para ello es necesaria la utopía.

      Mucha gente confunde utopía con imposibilidad, pero obviamente no es lo mismo. La imposibilidad es negativa y cierra las opciones de cambio. La utopía es esperanza y deseo; se ofrece al caminante como aliciente para dar un paso más, un nuevo paso. También tiene sus riesgos, obviamente: la utopía que no se alcanza genera frustración e insatisfacción en la misma medida que se espera que el logro genere mejora y felicidad.

      Por eso los textos que aquí se ofrecen son breves fotografías a camino entre el presente y el futuro. O, mejor dicho, estos textos miran al presente como futuro, considerando los deseos y las necesidades, pero también las amenazas y los problemas que acechan por doquier. En nuestras manos está determinar no solo cuál es nuestra utopía sino también cómo queremos hacer el camino.

      Precisamente para hacer juntos este camino incorporamos aquí, junto al concepto de utopía, un concepto propio de otro ámbito académico y social: los activos de aprendizaje. En sanidad se habla desde hace tiempo de activos de salud (Morgan, Ziglio y Davies, 2014) en la búsqueda por promover unas condiciones que promuevan la salud y eviten la enfermedad. Mediante estos activos, la comunidad y el individuo generan y participan en situaciones que les proporcionan bienestar y salud, contribuyendo así a la construcción colectiva de una sociedad más armónica y feliz.

      De la misma manera, en nuestra vida personal y social contamos con activos de aprendizaje que promueven, estimulan y permiten un desarrollo integral equilibrado del individuo y la comunidad. En este sentido, cada individuo, inserto dentro de un entorno personal de aprendizaje, tiene a su disposición una amplia batería de “recursos”, que pueden ser usados consciente o inconscientemente para ampliar su conocimiento y su competencia: las personas que le rodéan, las situaciones y eventos en los cuales participa, los dispositivos con los cuales interactúa y los productos que genera se convierten así en oportunidades para aprender. Somos organismos que aprenden y nuestro entorno es una fuente constante de aprendizajes.

      En este sentido, el texto que tienes en tus manos contiene fragmentos de un mapa de estos activos de aprendizaje que aún está por explorar. Las siguientes páginas, muchas de ellas sembradas en diversos blogs y publicaciones dispersas, y ahora recolectadas y preparadas para darles coherencia, no pretenden ni acotar el terreno ni ser exhaustivas, sino ser un mosaico razonablemente coherente de una educación en movimiento y en vías de transformación. Si al acabar su lectura, que aconsejamos acometer en pequeños sorbos, sientes tú también deseos de caminar, este libro habrá alcanzado su objetivo, que no es otro que provocarte y acompañarte en la acción.

      Capítulo uno

      La escuela como activo de aprendizaje: utopías de nueva escuela

      “Creo firmemente que vivimos una revolución.

      Hay signos de ello por todas partes… incluso en algunas escuelas”.

      Jordi Adell6

      Los seres humanos leemos la realidad a través de nuestros marcos mentales, que a su vez son una construcción de significados elaborada a partir de las experiencias vividas a lo largo de nuestra vida. Disponemos de marcos mentales para todo tipo de eventos y estos marcos nos permiten “entender” la realidad y actuar en ella. Algunos de esos marcos mentales son, incluso, ampliamente compartidos por un grupo, más o menos amplio, configurando así un marco cultural. (Trujillo Sáez, 2006).

      Obviamente, disponemos de un marco mental y un marco cultural para entender qué significa aprender y enseñar, que incluye imágenes e ideas relacionadas con la escuela y la labor de los docentes. Toda la población escolarizada posee estos marcos mentales y culturales, lo cual explica que todos creamos saber cómo se aprende y se enseña de manera eficaz, aunque esta imagen “popular” (folk) no sea acertada ni esté relacionada con el conocimiento acumulado por las Ciencias de la Educación.

      Sin embargo, visibilizar estos marcos mentales y culturales y ser capaz de deconstruirlos es el primer paso para la mejora de la educación, especialmente cuando el avance acelerado de transformaciones sociales y tecnológicas hace que el marco mental y cultural de finales del siglo XX puede que no sea la mejor manera de entender o intervenir en la educación del siglo XXI, como podemos ver a continuación.

      Pues sí, yo soy Trujillo. Has leído bien: Trujillo. Es decir, yo me sentaba detrás de Terencio y Triviño, y justo antes de Úbeda y Uribarri. Éramos el final de la lista y cuando el profesor llegaba hasta nosotros, nos nombraba como quien realiza un gran esfuerzo, con un tono cansado a medida que se acercaba a los últimos nombres:

      –“Terencio, Triviño, Trujillo, Úbeda, Uribarri.” Esos eran los límites de mi universo conocido.

      Al otro lado de la lista estaban los Martínez y Mendoza. A los Pérez les pasaba como a Guadalajara, que todo el mundo sabe que está en el centro, pero nadie sabe ubicarla exactamente. Aún más lejos, en la otra clase, se hablaba de apellidos luminosos como Ariza o Benavente, pero yo nunca pude confirmar esta leyenda urbana. Los niños de la clase B nunca nos juntábamos con los de la clase A, como tampoco en nuestra clase hacíamos trabajos en pareja o en grupos ni proyectos ni aprendizaje por descubrimiento, en fin, ninguna de estas cosas modernas que ahora se estilan. En aquella época incluso teníamos Pretecnología, que a veces me pregunto yo cómo pudo alguien en el Ministerio de Educación de aquella época imaginar, cuando se hizo el currículo de la EGB, que después de la pre-Tecnología de los setenta y los ochenta llegaría la Tecnología de los noventa.

      En fin, estos son mis antecedentes, y también el germen del orden de mi vida.

      Entre muchas otras

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