Activos de aprendizaje. Fernando Trujillo Sáez

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Activos de aprendizaje - Fernando Trujillo Sáez Biblioteca Innovación Educativa

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mesas, una secuencia de clases fijadas por un horario en forma de tabla; desde la perspectiva del docente, la escuela es una serie de programaciones con objetivos que se alcanzan a través de actividades que se analizan con criterios de evaluación. En este brindis al sol de la previsión docente, toda actividad debe ser anticipada y reflejada por escrito en un formato estandarizado.

      En el aula, todo se pretendía que estuviera perfecta y secuencialmente ordenado: entra el docente en clase, se abren los libros de texto, se revisan los deberes, se explica la página siguiente, se subrayan los cuadros resumen y se marcan nuevos deberes justo antes de salir para la siguiente clase, dejando atrás a los estudiantes fascinados por nuestra capacidad pedagógica.

      Y todo ello, obviamente, para conseguir… ¿los mejores resultados? Según las estadísticas del propio Ministerio de Educación7 podemos estar contentos porque la evolución del abandono temprano de la educación y la formación es positiva: hemos pasado de un 30,3 % de la población de 18 a 24 años que no completaba la Educación Secundaria en 2006 a un 19,0 % en 2016. Ahora bien, aun reconociendo el avance, la media de la Unión Europea en 2016 es de un 10,7 % de la población y seguimos por encima de países como Portugal (que ha pasado del 38,5 % al 14,0 % en el mismo período) o Italia (que ha bajado del 20,4 % al 13,8 %).

      Pero ¿cómo es posible que mantengamos estas estadísticas? Teníamos un plan, una estrategia, una tropa bien entrenada, unos estudiantes entregados, una familia concienciada y la Administración, dedicada a componer una ley educativa tras otra según fuera el color del partido político en el poder.

      En mi opinión, para entender la situación es necesario comprender a Don Leocadio y a la Señorita Paqui.

      Don Leocadio y la Señorita Paqui fueron nuestros maestros de la EGB. En los setenta Don Leocadio y la Señorita Paqui eran unos innovadores y dieron lo mejor de sí para convertir la educación del franquismo en una escuela más moderna y ajustada al proceso de transformación que vivía España; sin embargo, desde entonces, las estrategias de Don Leocadio y la Señorita Paqui, que no son más que una metáfora de una cultura educativa ajustada a esos años pretéritos, ya no nos sirven: están superadas y conducen al fracaso. Perdemos al alumnado, no convencemos a la sociedad y los propios docentes intuimos que el sentido de nuestra vida no puede ser llegar vivos al último tema del libro de texto, justo antes de la fiesta de fin de curso. Entre otras cuestiones, las estrategias de Don Leocadio y la Señorita Paqui no nos sirven porque nuestros estudiantes son conscientes del final de los dos mitos que las sustentaban: por un lado, “el maestro lo sabe todo”; por otro lado, “hijo, ve a la escuela, que allí te enseñan todo lo que hay que saber para la vida”.

      Me temo que no es así. El conocimiento es el resultado de la participación en actividades sociales significativas, muchas de ellas en la red, pues siendo “nodos conectados” tenemos acceso a la información que nos permite generar conocimiento si se dan las condiciones adecuadas de trabajo, reflexión y reelaboración de la información para apropiarnos de su sentido. Y este conocimiento conectado nos permite intentar comprender y actuar en una realidad profundamente compleja, cambiante, escurridiza.

      Sin embargo, hemos querido que el currículo sea un espejo de la realidad y por eso hemos seguido expandiéndolo y engordándolo como si el horario escolar no tuviera límites. Pues bien, resulta que el currículo no puede nunca abarcar toda la realidad. El currículo hoy es un espejo roto, fragmentado y que corta por muchos lados. Y nuestros estudiantes y nosotros somos conscientes de ello.

      Solo cabe una posibilidad: prepararnos para la incertidumbre. Desarrollar competencias que nos permitan localizar información de calidad y compañeros para la aventura del aprendizaje. Aprender a filtrar la información, leerla críticamente, compartirla. Saber enfrentarnos a preguntas, encontrar respuestas y generar nuevas preguntas. Transferir lo aprendido a situaciones novedosas, y reflexionar sobre la experiencia vivida. Eso es hoy aprender.

      Ustedes pueden creer que he cambiado de tema o que me he confundido con la sección de Ciencia Ficción Educativa, pero les aseguro que no. Hoy en nuestras escuelas hay decenas de docentes que crean en sus aulas espacios de aprendizaje como estos. Es decir, espacios de búsqueda y de diálogo entre todos los habitantes del aula y de conexión con otros nodos más allá. Así pues, hablemos de cómo los docentes crean hoy espacios de aprendizaje eficaces y duraderos en contextos de hiperabundancia de la información.

      Para empezar, imagino que el lector conocerá la historia de Arquímedes o la de los pósits como ejemplos de serendipia. En el primer caso, Arquímedes descubrió el principio que lleva su nombre, según el cual todo cuerpo sumergido en un fluido experimenta un empuje vertical y hacia arriba igual al peso del fluido desalojado, al intentar descubrir si una corona había sido confeccionada con las cantidades y la proporción de oro y plata que decía el artífice de la obra. En el segundo caso, Spencer Silver, Art Fry y la compañía 3M inventaron uno de los iconos del diseño creativo (sic) gracias al fracaso de los adhesivos de acrilato y la frustración por fijar separadores en las páginas de un libro.

      ¿Qué tienen realmente en común ambas historias? ¿El nudo? ¿El desenlace? No, en realidad ambas historias tienen en común que surgen a partir de un reto. Y eso es precisamente lo que proponen los buenos docentes a sus estudiantes: retos. El reto puede ser construir una cámara de fotos con una caja de zapatos, lanzar un cohete al espacio o grabar un documental sobre la posidonia. Lo importante es que los estudiantes lo sientan como un auténtico reto, algo a lo cual merece la pena dedicarle tiempo y atención.

      A partir del reto comienza un auténtico viaje en el cual los estudiantes deben localizar información, comentarla, organizarla, darle sentido, buscar respuestas o plantearse nuevas preguntas. Aquí es donde creamos un tiempo y un espacio para el auténtico aprendizaje, aquel que se plantea preguntas y busca respuestas.

      En realidad, en mi opinión la clave no es tanto el nivel de control que mantengamos sobre el proyecto sino el porcentaje de diálogo que permitamos. Ahí es donde están tanto el descubrimiento como el auténtico aprendizaje. ¡Qué le vamos a hacer! Cientos de años de Ciencias de la Educación nos han llevado a concluir que los estudiantes aprenden mejor simplemente hablando entre ellos para resolver problemas, en vez de escuchándonos a nosotros, los docentes, contarles cómo se resuelven esos problemas.

      Claro que esto abre otro tema de debate: ¿qué será más enriquecedor para el aprendizaje, un agrupamiento de estudiantes homogéneo o uno heterogéneo? Aquí recurriremos a las Ciencias Sociales y en concreto a la Teoría de Redes. Esta nos dice que puede haber lazos fuertes y lazos débiles. Por ejemplo, el lazo que te une con tu pareja es un lazo fuerte; el lazo que te une con una persona que acabas de conocer es débil. Si lo contemplamos ahora junto con la Teoría de la Información, los lazos fuertes son poco informativos mientras que los lazos débiles suelen ser más informativos por la simple razón de que el vacío de la información entre ambas personas, que es el motor de la comunicación, es mayor. Por ello, como se suele decir, en la variedad está el gusto, así que una manera de fomentar el aprendizaje en la escuela es alternar grupos cooperativos heterogéneos con distintos formatos a lo largo del año escolar (siempre que se tomen las precauciones y se realicen las actuaciones necesarias para garantizar la cohesión suficiente en estos grupos de tal forma que el diálogo –y el trabajo– fluyan).

      En todo caso, estos grupos heterogéneos tienen que salir de su zona de confort. En primer lugar, salir de la zona de confort implica salir de clase, arriesgarnos a ver otras realidades distintas a las nuestras o a las que nos muestran los libros de texto. En segundo lugar, salir de la zona de confort significa ver la realidad de modo diferente, y ahí podemos recurrir a las muchas técnicas de creatividad que tenemos a nuestra disposición, desde los sombreros de De Bono hasta el Scamper, pasando por el Pensamiento Visual o el diseño de prototipos. Puede parecer increíble, pero todas estas técnicas están presentes ya, en cierta medida, en muchas de nuestras escuelas.

      De

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