Activos de aprendizaje. Fernando Trujillo Sáez

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Activos de aprendizaje - Fernando Trujillo Sáez Biblioteca Innovación Educativa

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Brown (2011) definen la “nueva cultura de aprendizaje“: identidad y agencia8. A partir de estas dos ideas, el docente (en concierto con sus estudiantes) plantea una experiencia memorable de aprendizaje para lo cual:

      • se crea una “narración” y un “escenario”;

      • se afrontan verbos más allá de memorizar o practicar: ser, hacer o disfrutar comparten presencia con aprender, y están en la base de este último;

      • se desbordan los límites del aprendizaje formal e informal, entrando en los terrenos de la educación expandida;

      • se plantean actuaciones que inciden en la identidad y la agencia de los estudiantes;

      • se proponen retos y proyectos;

      • se promueve la socialización rica de los estudiantes (y el profesorado);

      • se utilizan estrategias de evaluación complejas, como los portafolios, para recoger la actividad de aprendizaje en su globalidad.

      En todo caso, en ese proceso de descripción/reconstrucción de la pedagogía orgánica hay algunas cuestiones que surgen de manera reiterada; las enumeramos aquí a modo de aforismos para su consideración y debate:

      – El centro es la unidad de diseño educativo y transformación. Un buen docente es siempre un tesoro, pero debemos aspirar a construir comunidades profesionales de aprendizaje que garanticen que el centro como totalidad ofrece una educación de calidad. Se debe minimizar la lotería del buen docente ampliando la calidad del todo.

      – El docente no es el intérprete de ningún texto, provenga de la política o de la industria editorial; el docente es un diseñador de situaciones de aprendizaje y para ello debe utilizar los recursos que estime necesario en la secuencia y los formatos más adecuados para favorecer el aprendizaje.

      – El currículo está vivo y se construye desde la creatividad y la crítica tanto en relación con el documento normativo como en relación con la realidad social.

      – Una situación de aprendizaje debe suponer una experiencia memorable para el alumnado en el sentido de que disfrutar de la experiencia debe provocar una transformación duradera en el individuo que aprende.

      – El Aprendizaje basado en Proyectos de base tecnológica y orientación social representa una manera efectiva y atrayente de promover el aprendizaje y el desarrollo de las competencias del individuo. Sin embargo, esto no se debe asumir de manera excluyente: probablemente haya otras formas de conseguirlo y se debe experimentar (en el sentido científico) con una diversidad de maneras diferentes de enseñar puesto que también hay maneras diferentes de aprender.

      – Aprender y disfrutar al mismo tiempo es posible y deseable: las experiencias positivas son más valiosas para reforzar el aprendizaje que las experiencias negativas.

      – Asumir desafíos es el primer paso para el aprendizaje en la vida. También en la escuela.

      Obviamente, esta pedagogía orgánica demanda tres rasgos, tres C, del docente: ser creativo, estar conectado y vivir la ciudadanía desde el liderazgo educativo. Ser creativo para diseñar situaciones de aprendizaje que resulten memorables para su alumnado; estar conectado para permanecer abierto a aprender y a trabajar con el claustro-en-la-red; y vivir como la ciudadanía desde el liderazgo educativo para movilizar los activos de aprendizaje que residen en el entorno urbano, así como para asumir una posición que ayude a reconducir la más importante fuente de azar en educación, la lotería del nacimiento.

      En este sentido, la escuela forma a los ciudadanos del mañana pero también tenemos que ser conscientes de que es la ciudad (como metáfora del entorno social) quien da sentido a la escuela. Por ello, una pedagogía orgánica en la escuela puede quedar ahogada por formas de anti-escuela (Bruner, 2014) presentes en la sociedad. Solo aquellas ciudades que toman consciencia, como la escuela, de su capacidad educadora y la hacen operativa en un proyecto educativo de ciudad están ellas mismas en línea con los tiempos y sus necesidades. Si en la escuela es necesaria una pedagogía orgánica, en la ciudad también, y son los docentes quienes tienen que reclamar esta sintonía entre escuela y ciudad.

      Solo trabajando juntos sociedad y escuela tendremos éxito en nuestro empeño de ofrecer una educación a la altura de nuestras necesidades. Como afirma Mariano Fernández Enguita (2016):

      “Este binomio es, creo, la madre de todas las fórmulas: alcanzar un compromiso social por la educación, asumir el compromiso profesional con la educación”.

      Así pues, la pedagogía orgánica no es más que una etiqueta para simbolizar el compromiso profesional con la educación que observamos en muchos centros y muchos docentes que se encuentran a nuestro alrededor. En estos centros y en la actividad de estos profesionales, la docencia deja de ser una actividad de provisión de servicios para pasar a ser una actividad de creación de experiencias que trascienden el espacio del aula. En ese camino, sin lugar a dudas, habrá dificultades, pero también mayores cotas de aprendizaje y satisfacción: hoy hay alternativas para enseñar mejor que nunca, pero todas pasan por replantearnos los fundamentos del acto educativo.

      ¡Es el tiempo, estúpido!

      Revisar en profundidad el marco mental y cultural con el cual se enseña implica plantearnos hasta aspectos invisibles de la tarea educativa, como el tiempo. El tiempo es una especie de activo “cero” de aprendizaje: necesitamos tiempo para madurar y para conocernos a nosotros mismos y conocer a los demás; necesitamos tiempo para definir nuestros objetivos y cómo queremos hacer el camino; necesitamos, finalmente, tiempo para aprehender conceptos y procedimientos, para analizar las relaciones existentes entre ellos y nuestros conocimientos previos y para poder reelaborarlos, generando un nuevo “producto” en el cual se concrete el aprendizaje que hemos realizado.

      Sin embargo, en la escuela el modelo de la “provisión de servicios” provoca más prisas que sosiego porque sentimos la necesidad de descargar nuestra carga de conocimiento en el contenedor que es el estudiante. Puesto que el tiempo es limitado en la escuela (y en la vida), y hemos elaborado una lista exhaustiva de servicios que tenemos que prestar a nuestros estudiantes (a la cual normalmente llamamos objetivos y bloques de contenido), queremos avanzar a toda prisa para que el final de trimestre o el final de curso no caiga como una espada de Damocles sobre nuestra programación.

      Pero ¿qué pasaría si la prisa inherente al modelo de la provisión de servicios fuera un error y una de las claves del fracaso escolar?

      ¿Recordáis aquella frase?:

      –“The economy, stupid!”.

      En la campaña electoral estadounidense de 1992, George H. W. Bush parecía insuperable. Su nivel de popularidad estaba en todo lo alto y parecía que sus éxitos (aparentes) en la Guerra Fría y la Guerra del Golfo Pérsico le garantizaban la reelección ante un débil y joven Bill Clinton. Sin embargo, Bill Clinton fue elegido presidente de Estados Unidos y Bush tuvo que marcharse a su rancho de Texas.

      Una de las claves de aquellas elecciones fue la expresión “The economy, stupid!”. Tan contundente frase se la debemos a James Carville, asesor de aquella campaña presidencial de Bill Clinton. Como toda gran idea, combinaba la sencillez de una evidencia con la potencia de una de las claves de nuestro modo de vida: de nada valen los éxitos en política exterior si la economía nacional se resiente y los ciudadanos sienten que viven peor. Sin duda, era una idea ganadora.

      Pues bien,

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