Una historia popular del fútbol. Mickaël Correia
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153. Ib., p. 185.
154. L’Auto, 14 de mayo de 1920.
155. Le Miroir des Sports, 21 de octubre de 1920.
156. Alfred Wahl, o. cit., p. 195.
157. Tim Tates, o. cit., p. 197.
158. Citado en John Simkin, «Lily Parr», Spartacus Educational, septiembre de 1997. En línea en <spartacus-educational.com>.
159. Gail J. Newsham, In the league of their own! The Dick, Kerr Ladies football team, Scarlett Press, Londres, 1997, pp. 47-49.
160. Tim Tates, o. cit., p. 212.
161. Claude Boli, o. cit., p. 125; Xavier Breuil, o. cit., p. 92.
162. Tim Tates, o. cit., pp. 240-241.
163. Ib., p. 228.
164. Ib., p. 229.
165. John Williams y Jackie Woodhouse, «Can play, will play? Women and football in Britain», en John Williams y Stephen Wagg, British football and social change: getting into Europe, Leicester University Press, Leicester, 1991, pp. 85-109.
166. Xavier Breuil, o. cit., p. 94.
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Clase contra clase
El fútbol obrero en Francia, ampliación del campo de batalla
«Y cuando llegue la Gran Noche, bombardearemos al enemigo a balonazos.»
Le Socialisme, 9 de noviembre de 1912
«Son quince o veinte, quizá más. Unos visten el mono azul del obrero, otros, el guardapolvo de codos brillantes del empleado de comercio. […] ¿Cómo matar el tiempo antes de volver donde el patrón a encerrarse hasta las siete de la tarde? Vayamos al campo de fútbol. Cuatro piedras chatas, colocadas en el lugar adecuado, dan forma a los cuatro postes de la portería. Las líneas de banda están representadas por dos aceras y el balón por una pelota pequeña de caucho. Jugamos al football-association…», describe en 1904 un periodista deportivo que analiza la práctica del esférico en París a la hora del almuerzo.167 El jardín de las Tullerías es el primer campo de juego de los parisinos y en la periferia de la capital el bosque de Vincennes se convierte en el lugar preferido para los partidos de fútbol. Los jugadores traen porterías de madera que transportan sobre los hombros, y cada domingo «todo el césped se eriza de postes que delimitan los campos de juego, se levantan porterías y el transeúnte no iniciado se queda atónito frente a las estacas que brotan por doquier, y cuya utilidad desconoce».168
Aunque en esta época el fútbol todavía no es un deporte de masas en Francia —en 1906 el país cuenta con cuatro mil futbolistas y doscientos setenta clubes, o sea, dos veces menos que en Alemania—,169 la ley de 1901 sobre la libertad de asociación dinamiza la red de asociaciones deportivas. En un país en plena industrialización, el club deportivo ofrece a los trabajadores recién llegados a la ciudad una estructura social de ambiente fraternal y fácil acceso. Para el historiador francés del fútbol Alfred Wahl, la aparición de este deporte
anuncia una verdadera revolución en las formas de sociabilidad, y al mismo tiempo revela un cambio de sensibilidad: una nueva aspiración orientada al retorno hacia una forma de vida comunitaria, hacia un compromiso colectivo. La fraternidad que se crea en torno a la práctica del fútbol se inscribe en un conjunto de fenómenos de finales del siglo xix, caracterizados por una vuelta al sentimiento asociativo como reacción contra la desintegración de las comunidades tradicionales y las consecuencias de la urbanización.170
Al no tener un terreno permanente y adaptado a la práctica de su deporte, los futbolistas se ven forzados a un constante nomadismo y, al igual que los pubs en Gran Bretaña, los cafés desempeñan un importante papel en el nacimiento de los clubes. A comienzos del siglo xx, en el departamento del Sena, 59 de las 140 sedes sociales de clubes de fútbol son cafés, cervecerías, tabernas o vinaterías.171 La cervecería Mollard, en la calle Saint-Lazare, se convierte así en un lugar emblemático de la sociabilidad futbolística parisina, al albergar al Racing Club de France, a los White Rovers o al Stade Français.172 Los bares sirven tanto de vestuarios como de almacenes para el material, y en ellos los jugadores organizan sus reuniones, las asambleas generales de la asociación y las comidas del domingo después del partido. Llegado el caso, también permiten ahogar en alcohol la derrota, como describe en 1921 el periódico Football Association: «¿Ha fallado un gol que le habían puesto en bandeja? ¿Ha centrado detrás de la portería? ¿Ha hecho una mano que le ha costado un penalti a su equipo? Un vermut de grifo en el bar y podrá justificarse a voluntad, y aniquilar por adelantado los juicios hirientes que los periodistas no dejarán de hacerle al día siguiente…».173
Fobia social, valores marciales
Integrados en una red de asociaciones cada vez más densa, los clubes de fútbol son acaparados rápidamente por instituciones deportivas burguesas de carácter laico y por patronatos católicos,174 que buscan controlar las prácticas deportivas de la juventud. La Union des Sociétés Françaises de Sports Athlétiques (usfsa), una federación polideportiva de alcance nacional que trata de controlar el movimiento deportivo francés, ve con muy malos ojos la llegada del fútbol. Dirigida por los aristocráticos Georges de Saint-Clair y Pierre de Coubertin, la federación defiende con uñas y dientes el amateurismo burgués, temiendo que la popularización del fútbol conduzca a la importación del profesionalismo británico.175 En 1904, en un intento de cortar de raíz la generalización del modelo inglés, la usfsa impulsa la creación de la Fédération Internationale de Football Association (fifa), que en sus comienzos será boicoteada por la Football Association inglesa, debido a la hostilidad de los franceses hacia el profesionalismo.
El amateurismo restrictivo de la usfsa también está impregnado de cierta fobia social hacia las clases obreras. El artículo primero de los estatutos de la federación, establecidos en julio de 1890, estipula: «Ningún jugador que no sea amateur podrá ser admitido como miembro de una asociación que forme parte de la usfsa. Será considerada amateur toda persona que nunca haya tomado parte en una carrera pública abierta a cualquiera [sic] ni competido por un premio en efectivo […] y que no se dedique a ninguna profesión obrera». Por su parte, la Revue Athlétique, fundada por Pierre de Coubertin en 1890, reprueba la práctica del fútbol por las clases populares, poniendo de manifiesto la concepción aristocrática del fair play que reina en el seno de la federación deportiva: «Jugado por mineros y obreros de grandes fábricas, gente que no destaca precisamente por su espíritu caballeroso, el fútbol se vuelve necesariamente brutal y arriesgado, mientras que jugado por jóvenes bien educados se mantiene como lo que es, un excelente ejercicio de destreza, agilidad, fuerza