Una historia popular del fútbol. Mickaël Correia
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Tanto para la usfsa como para los patronatos católicos, el fútbol debe consagrarse a fortalecer los cuerpos y forjar los espíritus en el respeto a la autoridad, el valor y la resistencia. A los ojos de los dirigentes deportivos, todavía traumatizados por la derrota del país en la guerra franco-prusiana de 1870, el fútbol debe preparar a toda una generación de soldados para la obediencia militar: «La República está muy bien para la política, pero en el campo de fútbol solo existe una forma de gobierno que pueda conducir a un equipo a la victoria: el cesarismo, o dicho de otro modo, el poder absoluto en manos de un jefe», afirma sin ambages el periódico Tous les Sports en julio de 1901. Como la gimnasia había sido hegemónica en Francia hasta finales del siglo xix, el espíritu marcial que impregnaba esta disciplina se transmite al fútbol. En el primer libro francés dedicado al football-association, editado en 1897, Eugène Fraysse, de la usfsa, y el jugador inglés Neville Tunmer describen el equipo como un escuadrón militar a las órdenes de un oficial: «Las numerosas cualidades que debe tener un jugador para ocupar debidamente las funciones de capitán son las mismas que se le piden a un general; su equipo es un pequeño ejército que debe saber mandar, formar y dirigir, y este debe tener en él una confianza sin límites. […] Un equipo que se permite discutir las órdenes de su jefe y su manera de dirigir el juego nunca hará nada de provecho». Ser capitán «es un don de la naturaleza; el buen general nace, no se hace, y la ciencia del mando no está al alcance de todo el mundo».178 En Les Jeunes, boletín de la federación deportiva de patronatos católicos, los artículos futbolísticos también están cuajados de metáforas bélicas: «Cuando un ejército se dispone a actuar, generalmente pone a la cabeza de su formación a los destacamentos más activos y móviles. […] En un equipo bien organizado los delanteros son como la unidad de reconocimiento del ejército […], son ellos los que deben entrar en contacto con el enemigo —perdón, con el equipo rival— e inclinar a su favor el resultado del partido mediante la fogosidad de su ataque».179
En un momento en el que el imperio colonial francés se encuentra en plena expansión en el sudeste de Asia y en África, la anglomanía burguesa contra el fútbol y la consideración del mismo como un instrumento moralizador y disciplinario al servicio de los intereses de la nación se manifiestan también en el discurso de las autoridades deportivas. En 1894 Pierre de Coubertin resume así las virtudes conquistadoras atribuidas al fútbol:
Si se diera el caso de que os convirtierais más tarde en grandes comerciantes, en distinguidos periodistas, en atrevidos exploradores o en sensatos industriales, el emporio que creareis en ultramar, la agencia de noticias que fundareis, el producto perfeccionado que lanzareis, serán otras tantas victorias para Francia. Para llevar a cabo estas acciones hay que ser un hombre de iniciativa, un buen jugador de fútbol que no teme a los golpes, siempre ágil, decidido y rápido, que conserva la sangre fría; es necesario (para traducir esta hermosa expresión yanqui) ser self-governed, es decir, ejercer el gobierno de uno mismo. […] Me gustaría que tuvierais la ambición de descubrir una América, de colonizar un Tonkín, de tomar un Tombuctú. El fútbol es el prefacio de todas estas cosas.180
Jugar más para trabajar más
Aunque la Francia campesina ya había empezado a descubrir los placeres del balón durante la primera guerra mundial gracias a algún que otro partido improvisado en la retaguardia del frente, tras la guerra el nacimiento del movimiento deportivo gremialista contribuye en gran medida a popularizar el fútbol a lo largo y ancho del país. Poniendo en práctica el dicho de Henry Ford, «Poned a los obreros a hacer deporte. Durante ese tiempo no pensarán en la organización sindical»,181 los grandes bancos crean sus propios equipos de fútbol —como los Cercles Athletiques de la Société Générale— y lo mismo hacen las grandes industrias. Dentro de la industria del automóvil, la Association Sportive Michelin ve la luz en Clermont-Ferrand en 1911, y el Club Olympique des Usines Renault (cour) en 1917. Las minas de Drocourt crean su equipo en 1921, y la fábrica de alambre y planchas de metal de Le Havre lanza la Union Sportive des Tréfileries en 1922. Desbordada por la aparición repentina de los clubes de empresa, la recién creada Fédération Française de Football-Association (fffa), fundada en 1919, los autoriza a tomar parte en las competiciones nacionales a condición de que eliminen de su nombre la razón social de la empresa.182 Por este motivo el grupo Casino, con sede en Saint-Étienne, que había creado en 1919 su club deportivo de empresa, el asc (por sus iniciales en francés: Amicale des Employés de la Société des Magasins Casino) —cuyo color, el verde, era el de la cadena de ultramarinos—, se ve forzado a cambiar precipitadamente su nombre por el de Amical Sporting Club, para poder conservar las iniciales asc de su club, antes de convertirse, en los años 1960, en el legendario y popular AS Saint-Étienne.
Mediante las actividades deportivas en la empresa, señala el Bulletin des Usines Renault en enero de 1919, los obreros «se aficionan al combate franco, se convierten en hombres enérgicos con la honesta ambición de mejorar su situación y la de su familia, es decir, de producir más. Aquel que practica habitualmente un deporte tiene una vida completamente distinta a la del que pasa sus horas libres en el café».183 Con una perspectiva a la vez higienista y paternalista, el patronato espera que la práctica del fútbol mejore la forma física de sus obreros con el fin de aumentar su productividad en el trabajo al tiempo que se identifican con la empresa.184 «El deporte corporativo es positivo para el desarrollo físico del individuo, pero también para el acercamiento entre empleadores y empleados», declara el presidente de la Union Sportive des Tréfileries durante una entrega de copa.185 Con frecuencia, la composición de las instancias dirigentes del club reproduce la jerarquía existente en el seno de la empresa: el propio director preside personalmente el club e invierte en infraestructuras deportivas de calidad. «Nunca hasta ahora el deporte se había desarrollado con tanta rapidez en nuestra región —destaca el boletín de información corporativa de Peugeot en 1935—. Y esto ha sido posible gracias a la comprensión del deber social y a la generosidad de los señores Peugeot, que han visto en el deporte un orientador físico y moral para la juventud».186 Los patrones de las fábricas también descubren en el fútbol el instrumento pedagógico de la nueva organización industrial. En el terreno de juego, la intensa entrega física de los jugadores y la competición deportiva son un reflejo de la taylorización de la producción y de la competitividad económica.187 En 1920, el boletín corporativo de la empresa de automóviles Berliet, que lleva el evocador título de L’Effort,188 llega incluso a precisar que «una fábrica bien organizada ha de ser como un equipo de fútbol […] en el que cada uno se sitúa por iniciativa propia en el puesto que mejor le corresponde, donde cumple su cometido con orgullo, con alegría, con todo su corazón».189
Aun así, los partidos dominicales organizados por las fábricas marcan un hito en la dura semana de trabajo de los empleados y se convierten en un nuevo espacio de sociabilidad obrera: «El lunes por la mañana las conversaciones en la chapistería no giraban más que en torno al partido de la víspera: comentarios, críticas y esperanzas para el domingo siguiente se sucedían buen ritmo —testimonia un obrero de la industria del automóvil en 1932—. Aquello debía de afectar a la producción de los lunes, ¡pero por aquel entonces la productividad aún no se había convertido, como ahora, en una obsesión!».190 Trasladando al césped la analogía física y disciplinaria entre deporte y trabajo industrial, las capacidades futbolísticas de los jugadores se convierten en un factor de contratación de jóvenes obreros. Los dirigentes de las fábricas Renault utilizan así su Club Olympique de Billancourt (cob) para contratar, tal como narra en marzo de 1931 un ebanista en paro:
Acudo al estadio del Club Oympique de Billancourt, en la Île Saint-Germain, para mostrarle mis talentos de futbolista al entrenador, un tal Stutler, apodado el Cereza debido a su tez enrojecida. Es un antiguo integrante del Red Star [club de fútbol instalado en Saint-Ouen, municipio limítrofe con París], en el que llevo jugando desde hace tres temporadas en júnior, en segunda y ahora en la reserva. Me fastidia tener que