El carácter de la filosofía rosminiana. Jacob Buganza

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El carácter de la filosofía rosminiana - Jacob Buganza Biblioteca

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modo es el intelecto agente mismo. La luz del intelecto agente penetra al intelecto como su “forma” permanente. Y esta luz, además, vuelve hábil al intelecto para conocer los principios de las cosas, que por medio de esta luz se vuelven manifiestos (per lumen intellectus agentis precipue intellectus cognoscit prima principia omnium illorum, quae naturaliter cognoscuntur). 99 De ahí que Petri se cuestione qué cosa es aquella luz que vuelve hábil al intelecto para conocer principalmente los primeros principios. 100 Este es el foco de la quaestio, según este pensador toscano. Y asegura hallar sustento no tanto en la Summa theologiae, sino en la Summa contra gentes. Ahí, en un texto traído poco a colación, el filósofo y teólogo napolitano asienta que el intelecto es una fuerza, y que tiene un objeto natural, “cujus per se et naturaliter cognitionem habet.” 101 Este objeto no es otro que el ser (esse). Por ello remata el Santo Doctor diciendo: “Naturaliter igitur intellectus noster cognoscit ens, et ea quae sunt entis, in quantum huiusmodi: in qua cognitione fundatur primorum principiorum notitia; ut non esse simul affirmare et negare, et alia hujusmodi.” 102

      Si se tiene presente que lo “natural” es lo que viene dado con el nacimiento, se ve con toda claridad que el intelecto tiene dado, con el nacimiento, la intuición del ser y sus principios. De ahí quiere sostener Pietri en su interpretación rosminiana que la idea de ser es la luz del intelecto agente. Veamos un poco más lentamente cómo llega a esto. Si el intelecto agente actúa, es porque posee algo en acto, eso que la metáfora llama “luz” y que no es sino la idea de ser, que brinda la forma ideal a las cosas que conoce el intelecto paciente. Si se entiende así la doctrina tomista, y el intelecto agente tiene una forma permanente y perfecta, se comprende que esta sea la idea de ser. La luz permanente del intelecto agente es la forma bajo la cual concibe a todos los inteligibles, y esto lo hace bajo la forma del ser, es decir, del ser ideal.

      Por lo anterior Pietri asienta:

      En tanto la potencia intelectiva se extiende a todas las cosas, en cuanto obiectum intellectus est ens; objeto que abraza todo, porque nulla res naturae est, quae sit extra essentiam entis universalis. Pero ello, en lo cual se verifica la condición para abrazar bajo sí omnia, ad quae potentia se extendit, cumple perfectamente la potencia y es su forma perfecta. Por tanto, la idea del ente es la forma del intelecto, o sea, su luz. 103

      Es muy importante esto último, porque Liberatore había dicho, según los textos citados por Pietri, que habría que probar, para aceptar la tesis rosminiana, que el intelecto agente es el ente común, lo cual es evidentemente falso, porque el rosminianismo no postula que una facultad real (como lo es el entendimiento agente) sea una mera idea. Lo que hay que decir es que la luz del intelecto agente es la idea de ser, y que esta idea viene a conformar al intelecto.

      En efecto, la filosofía rosminiana pide distinguir, como lo hemos hecho, entre la potencia intelectiva en su subjetividad (el intelecto agente de cada uno) y el objeto inteligible que actúa a la misma potencia: este objeto es la luz del intelecto, y es para el rosminianismo la idea de ser. 104 Y esta idea de ser no es otra cosa que “forma” del intelecto, es decir, la forma de lo que la tradición llama “luz” del “entendimiento agente”. 105 Así, una cosa es el intelecto agente, que sería la mente misma subjetivamente considerada, y otra la luz del ente común, a la que intuye de manera natural, que sería el polo objetivo.

      Estos dos elementos son indicados por el S. Doctor con la frase luz del intelecto agente, que repite miles de veces. Esta frase dice evidentemente que son dos cosas diversas; es más, son opuestas, [pues una cosa es] la luz que ilumina al intelecto y [otra] el intelecto que, iluminado por dicha luz, es apto para actuar según su naturaleza; en palabras breves: el objeto intuido y el sujeto que intuye. 106

      No debe confundirse, entonces, la luz del entendimiento agente con el entendimiento agente. Se trata de dos cosas distintas, y por ello Petri les llama “contrarias”. La idea de ser en universal no es el entendimiento agente, sino la luz del entendimiento agente. Esta luz es una primera verdad, si se quiere, a través de la cual se manifiestan las verdades particulares, desde el punto de vista del intelecto. En efecto, se trata de la luz originaria o verdad primigenia en el horizonte, de la cual se ponen de manifiesto las verdades secundarias o más determinadas. Y es que la luz es primera verdad en cuanto que gracias a ella las verdades más determinadas se logran observar.

      Empero, muchos han argumentado en contra de esta tesis, diciendo que el Doctor angélico no admite ninguna idea innata, siguiendo muy de cerca a Aristóteles. Bobba piensa que, estrictamente hablando, para Aristóteles el entendimiento agente no es la idea de ser, porque el intelecto paciente es el que visualiza esta idea. Bobba apresa muy bien el nodo de la cuestión y el porqué de la interpretación de Rosmini, y afirma que en el pasaje clásico del De anima, Aristóteles asegura que el νοῦς viene de fuera y es divino, por lo cual Rosmini piensa que Aristóteles ve al νοῦς desde el aspecto inteligible, es decir, como el primer objeto del alma intelectiva. Este νοῦς que proviene de fuera es la condición de posibilidad del raciocinio (es cuestión de posibilidad para la ciencia, diríamos), ya que para que este proceso se dé es necesario que el alma previamente intuya los principios; en otros términos, para que la parte de la mente con la cual se razona y percibe pueda efectuar su labor, para la cual está en potencia, es necesario que sea precedida por otra mente que esté en acto, que es para Rosmini el νοῦς τῶν ἀρχῶν o νοῦς ὡς ἕξις τις, οἷον τὸ φῶς. 107 Y esto en razón de que el νοῦς, si viene de fuera y no está mezclado, entonces proviene de Dios (si no, no sería divino), y lo es en cuanto el νοῦς es lo inteligible, el ser indeterminado, pura forma sin nada de corpóreo. 108 Pero en realidad la interpretación de Rosmini es más bien ya de corte agustino-tomista. En suma, la interpretación de Rosmini sobre Aristóteles, en muchos sentidos, más que ser estrictamente aristotélica es agustino-tomista, que es lo que habría que responder a Bobba.

      Antes de Bobba, Puecher tiene la firme intención de brindar algunas pruebas para ver cómo es que, aunque sea implícitamente, y aunque incluso siga a Aristóteles, que Rosmini ve muy en su línea, Santo Tomás admite como innata la idea de ser en universal e indeterminada (en el contexto de la polémica, por cierto, con la Civiltà Cattolica, revista jesuita que la había avivado en aquellos años). En primer lugar, el Aquinate admite como innata, fuera de toda duda, a la luz de la razón, que viene con el hombre desde el momento en que nace o, si quiere verse así, desde que es creado: “Proprium est Dei illuminare omnes, imprimendo eis lumen naturale intellectus agentis.” 109 Y aquí es donde Puecher, siguiendo al beato Rosmini, hace equivaler esta luz innata con la “participación”, es decir, la hace equivaler a una “semejanza” o “impresión” en nosotros de la primera e increada Verdad. Para ello hay que recurrir a la Summa theologiae, donde Tomás de Aquino afirma: “in luce primae veritatis omnia intelligimus et judicamus, inquantum ipsum lumen intellectus nostri, sive naturale sive gratuitum, nihil aliud est quam quaedam impressio veritatis primae.” 110

      Aunque Puecher no repare inmediatamente en algo importante contenido en esta cita, es claro que Santo Tomás se refiere a esta luz del intelecto con los calificativos de naturale sive gratuitum, es decir, algo innato, ya que lo natural es lo innato o bien gratuito, es decir, algo que se recibe sin que se haya hecho algo por obtenerlo. Puecher se decanta por el concepto de “verdad”, que vemos en el texto tomista referido a la verdad primera. Si la verdad se funda sobre el ser (veritas super ens fundatur), entonces la verdad es el mismo ser y el ser la misma verdad, ya que se trata de dos términos que se refieren a lo mismo, sólo que desde dos perspectivas distintas. Por ello, el ser y la verdad son trascendentales, a saber, porque son lo mismo y una se funda inmediatamente en la otra, aunque sólo por referencia a una potencia (en este caso, al entendimiento). Si esto es así, el texto del Santo Doctor puede traspasarse así: “la luz innata es una impresión del ser supremo e increado”. Pero sabemos bien que el hombre no conoce a las sustancias increadas en esta vida de manera natural y directa, como bien demuestra Santo Tomás en la cuestión siguiente, lo cual corresponde a la experiencia.

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