De caperucita a loba en solo seis tíos. Marta González De Vega
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El truco para convertirte en loba es… ¡que ya lo eres! Una loba no es más que una caperucita que ha aprendido a reírse de sí misma. Lo que pasa es que cuando te enamoras te pierdes en el bosque del drama y se te olvida quién eres. El proceso de pasar de caperucita a loba consiste en aprender a manejar nuestras emociones a nuestro favor aun cuando estemos bajo los influjos del amor.
¿Que si es posible en solo seis tíos? ¡Sí! Porque he calculado que en los seis tíos que vamos a analizar están reflejadas toda la gama de situaciones y actitudes a las que te vas a ver enfrentada en el amor.
Pero, ojo, que te puedes encontrar todas esas actitudes en el mismo tío. ¡Tiempo que te ahorras! Si llega uno tan chungo que te las hace todas juntas, ¡te haces el proceso en uno! Aunque no creo que tengas tanta suerte…
¡¿Te das cuenta de lo que acaba de pasar?! ¡De pronto que te venga uno chungo se ha convertido en un motivo de alegría! Porque será tu vehículo para convertirte en loba, que es tu nuevo y único objetivo. Fíjate, acabamos de empezar y ya te está cambiando el chip. Ya estás pensando, ¡que me venga lo más chungo posible, que me ahorra tiempo!
¿CUÁNTO DURA EL PROCESO EN TIEMPO REAL?
Pues no te lo puedo decir porque el «tío» no es una unidad de medida temporal demasiado exacta. De hecho, no es una unidad de medida temporal en absoluto, aunque nosotras llevemos toda la vida usándolo como tal. Sí, sí. Da vergüencita reconocerlo, pero es así. Muchas veces no contamos la vida en años, sino en tíos. Por ejemplo, el 2003 es «cuando Pepe». La conversación con tu amiga puede ser más o menos así:
—¿Que en qué año presenté la tesis doctoral? Espera que recuerde exactamente… Sí, eso fue cuando Arturo.
—¿Sí? ¿No fue ya con Luis?
—No, acuérdate de que fue cuando tú estabas con Fernando.
—¿Qué Fernando, Fernando I o Fernando II?
—Fernando I.
—Ah, es verdad.
Sí, es que esa es otra. En una vida sentimental lo bastante azarosa enseguida empiezan a salirte repes y tienes que numerarlos como a los reyes. Yo tengo mi propio Felipe VI. Vive en Pamplona.
Bueno, y en el momento en que conoces a uno nuevo no es ya que sea un rey, directamente es el mesías. A partir de ese instante tu vida se divide en a. C. y d. C. Antes de Carlos y después de Carlos.
Y mientras te dure la devoción, la sábana en la que haya dormido se convierte en la sábana santa. Así como toda silla en la que se siente, mesa en la que se apoye o surtidor de gasolina en el que reposte. Y por supuesto su familia pasa a ser la sagrada familia. ¡Te enamoras de todo el pesebre! De su padre, de su madre, de la mula de su hermana y del buey de su cuñado.
En realidad, pensándolo bien, los tíos son una unidad de medida temporal muy válida, digna de entrar en el sistema métrico.
Sin embargo, lo que tardes en superar cada uno en tiempo real dependerá de una variante: lo que te empecines en él. Y a lo largo del proceso te vas a empecinar de mil maneras distintas. Ya lo veremos a lo largo del libro.
Pero, por si acabas de sonreír porque estás en pleno empecinamiento, te voy a ir dando un truco, para que empieces a aplicarlo desde ya:
Imagínate por un momento que hubieras nacido en China. La misma obstinación que tienes ahora mismo por el tío en el que estás pensando, la tendrías por un chino. Y no hablamos de un chino hipotético e imaginario. Ese chino por el que estarías amargada, ESE exactamente ¡existe! Ese chino tiene nombre, apellidos y teléfono. Es una persona real. Sin embargo, como no le has visto nunca, ese chino te da igual. Conclusión: ¡la única razón por la que estás sufriendo por el que tienes en mente es porque es el que conoces!
¿Y cuando estabas empecinada por el anterior a este? ¡El que te obsesiona ahora ya existía entonces! Pero tú no querías oír hablar de nadie que no fuera el anterior, que ahora te importa un pimiento. Pues, igualmente, el hombre de tu vida, al que encontrarás cuando decidas pasar del tío en el que estás empecinada ahora, ¡ya anda por ahí! Párate a pensarlo un segundo: ¡A no ser que seas Demi Moore o Marujita Díaz, tu próximo novio ya ha nacido! Ahora mismo ¡ya existe! Está en algún lugar dentro de este mismo planeta. Cierra los ojos y medítalo un momento. En este mismo instante está haciendo algo. Desayunando, trabajando, ¡echando un polvo! ¡Y a ti te da igual! ¡No te duele! ¡No te obsesiona! ¡Pensarlo no te produce ningún dolor! Vamos, digo yo… porque si dices que sí… entonces ya tienes un problema de posesión… que casi mejor que te lo mire un exorcista.
2
Las reglas
QUIEN RÍE EL ÚLTIMO…
HA PERDIDO UN TIEMPO PRECIOSO
En el momento en que por fin te conviertes al humor como religión, la vida te revela esta su primera ley. ¿En qué punto estás tú? ¿Lo suficientemente harta de enfocar las cosas siempre de la misma forma como para probar una nueva perspectiva? Si no has llegado al tope del drama va a ser difícil. Igual te faltan tres o cuatro tíos. Ve a buscarlos…, que aquí te espero.
¿Ya? Qué velocidad. Ni siquiera yo daba con tantos capullos tan deprisa. Bueno, pues te cuento. Convertirte al humor es hacer de él la tabla sobre la que surfeas tu vida. No puedo decirte que no vayas a seguir pegándotela, pero en vez de sufrir te reirás, y eso lo cambia todo. El proceso que vamos a emprender es el de dominar esa arte. Cuando hayas conseguido dominarlo, habrás pasado de caperucita a loba.
El arte se va dominando poco a poco, paso a paso, tío a tío. Cuando yo empecé a comprobar que el método funcionaba, no me lo podía creer. Me parecía imposible que ante situaciones que antes me hubieran hecho polvo ahora me estuviera partiendo de la risa.
¡Y es que las tías somos muy graciosas para estas cosas! Tú eres capaz de gastarte cien euros en una crema anticelulítica; ahora, como haga efecto ¡lo flipas! Se lo dirás a todo el mundo:
—¡Mira, miraaaa, tengo menos celulitis. Es increíble… Miraaaaa!
Vamos a ver, ¿te estabas gastando cien eurazos convencida de que no iba a servir para nada? Eso es como comprarte un Ferrari y luego alucinar porque se mueve:
—¡Hey, arranca! ¡Qué fuerte! ¡Arranca!
¡Pues claro que arranca! Igual que tú vas a arrancar de tu vida todas aquellas creencias que te hacen sufrir.
A estas alturas te estarás preguntando si pretendo lavarte el cerebro. ¡Pues sí! Pero en el sentido literal. No se trata de meterte ideas en la cabeza, se trata de limpiártelo de las que tienes ahora.
No te vas a arrepentir de convertirte al humor como religión, porque cumple con todas las promesas que hacen las religiones convencionales, pero además, no para cuando te mueras, sino para ya mismo. No te librará del infierno en la otra vida. ¡Te libera del infierno en el que tú misma te metes en esta! Es compatible con cualquier otra creencia que puedas tener, y te va a dar paz, esperanza y felicidad, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, amén.
Al convertirte al humor, dejarás de ser la reina del drama para convertirte en la protagonista