De caperucita a loba en solo seis tíos. Marta González De Vega

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De caperucita a loba en solo seis tíos - Marta González De Vega Harpercollins Nf

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Hasta donde el drama se convierte en comedia y todo se vuelve un chiste.

      A mí, ahora, cuando un tío me dice:

      —Es que piensas demasiado.

      Le contesto:

      —No, señor, el problema es que no pienso lo suficiente.

      Lo dejo loco.

      ¡Porque es cierto! El problema no es que pensemos mucho. Es que no pensamos lo bastante. Nos quedamos a mitad de camino perdidos en el drama.

      Pero si tú piensas hasta el fondo de cualquier asunto, siempre hay un momento en que el drama se convierte en risa. ¿No te ha pasado cuando estás al borde de la angustia, de la desesperación, del agotamiento… que te entra como una risa floja? ¡Que te dan auténticos ataques de risa! Pues ahí es adonde hay que llegar. Ese clic que tu mente hace de forma inconsciente para que puedas sobrevivir, tienes que aprender a activarlo a voluntad.

      Convertirte al humor es tomar la decisión consciente de arrinconar a tu mente hasta que brote el surtidor de la risa en cada ocasión que se te presente.

      Ser tú la que juega con tu mente cada vez que entre en bucle, obligándola a llegar al punto en el que le dé la risa. ¿Cómo? ¡Riéndote TÚ de ella!

      Te propongo un ejercicio. Vamos a llamarlo el juego de las «íes». Es como hacer de «Supernanny» de tu propia mente. Deja a tu mente gritar y patalear lo que le dé la gana. No hagas caso, no intervengas. Por más pollo que monte ella, tú a lo tuyo hasta que se canse. Se va a irritar un montón, ya verás. Pero que no te avasalle. ¡De eso se trata! ¡Ya está bien de que ella sea la única que da por saco!

      Piensa en esa situación dramática que tanto te preocupa. Yo qué sé…; imagínate que tu mente agarra el nabo y empieza:

      —¡¡Estoy segura de que mi novio ya no me quiere!!

      Y tú, sin inmutarte, pregúntale tranquilamente:

      —¿Y?

      Se va a quedar flipando, claro. Lo más probable es que corte la escena y te diga:

      —¿Cómo que «y», petarda? ¡Pues que si no me quiere me va a dejar!

      Ahí insistes:

      —Vale, ¿y?

      Y ella dirá:

      —¡Joder, pues que me voy a quedar hecha polvo!

      Y tú:

      —Ya, ¿y?

      Y ella:

      —Pues… pues… ¡pues eso! ¿Qué más quieres? ¡¿Tú estás gilipollas?!

      ¿Ves? Ya has empezado a vacilar a tu mente. ¡La estás retando. Y la estás cabreando! ¡Felicidades!

      Puede que ahora mismo estés de acuerdo con ella porque te parece evidente que quedarse hecha polvo es una putada. Pero si sigues manteniéndote imperturbable en tus «¿íes?», tu mente se acabará rindiendo porque la realidad es que no es capaz de explicarte por qué es tan horrible. Y por primera vez te abrirás a la pequeñísima posibilidad de que su drama no tenga sentido y perderá el poder de darte por saco. La única razón de que te dominara es que siempre te rendías antes que ella. Si aguantas los «íes» hasta donde ella no pueda seguir argumentando, te digo yo que a los pocos segundos vas a empezar a oír pequeñas risitas enlatadas en tu cabeza. ¡Como en las sitcoms!

      Pruébalo con tus amigas cuando el drama lo tengan ellas. Cuando intenten argumentarte lo terrible de su tragedia, reproduce la conversación de arriba con ellas. Si aguantas lo suficiente sin inmutarte, a tu quinto «¿y?» estarán soltando una carcajada, reconociendo el patetismo de su melodrama. O eso, o arrancándote la cabeza. En cualquier caso, bien para ti, porque es mejor que te arranque la cabeza a que te la siga comiendo de esa manera.

      Al convertirte al humor comprendes que nuestra necesidad de profundizar en las cosas hasta la náusea no es una debilidad, ¡es otro superpoder! ¡Lo que ocurre es que hay que saber usarlo! Si Superman pensara que los rayos láser de su mirada son una debilidad caminaría tan cabizbajo que se dispararía a los pies, como Froilán.

      ¿Qué nos dicen ellos siempre?

      —Es que te lo tomas todo demasiado en serio.

      ¡Y tienen razón! Descartes dijo: «Pienso, luego existo». Las Caperucitas dicen: «Pienso, luego sufro». Las lobas dicen: «Pienso más, luego río».

      Con el «pienso, luego sufro» nos quedamos a mitad de camino regodeándonos en el drama, dando vueltas en bucle una y otra vez. Aprender a usar nuestro superpoder es profundizar del todo y convertir el «pienso, luego sufro» en un «pienso, luego río».

      Visto desde esta perspectiva, no tienen que darnos envidia los que parecen ser capaces de no pensar, no son lobas ni lobos de verdad, ¡solo son lobas de los chinos! Vale que no sufren, pero también se pierden muchas cosas maravillosas por lo que ellos llaman no «complicarse la vida». Cuando vives en el «pienso, luego sufro» claro que llega un momento en el que dices: mira, me quito. Me quito del amor, porque esto no compensa. De hecho, ese deseo te atacará muchas veces en tu proceso de caperucita a loba, y también hablaremos de ello, pero cuando lo completes descubrirás que al convertirte al humor y llegar al verdadero fondo de todo, ¡ya no tienes que renunciar al amor para no sufrir!

      Así que apunta esta como otra posible ley del humor:

      «El que crea que hay cosas demasiado profundas como para poder reírse de ellas es que no ha profundizado lo suficiente».

      Como ves, me saco leyes de la manga como me da la gana. Pero, vamos, no creo que me denuncien, esto es un libro de humor. No es como si me inventara la ley de la gravedad. De hecho, a estas leyes podríamos llamarlas leyes antigravedad, para contrarrestar la gravedad que le impones tú a todo lo que te pasa.

      Pero es que es muy importante tener esto claro, porque si nos asusta profundizar, nos autoengañaremos de mil maneras para no enfrentarnos a la realidad. Y vamos a verlas todas a lo largo del proceso.

      Os dije que esto iba de darnos caña también entre nosotras. Así que el primer paso para dejar de ser caperucitas es abandonar el autoengaño. Y lo siento, pero en eso somos expertas.

      Los hombres nos dicen que las mujeres nos pasamos la vida pidiéndole peras al olmo. Y hay que reconocer que es verdad. Pero les voy a explicar por qué. Es porque estamos convencidas de que no es que el olmo no tenga peras, ¡es que el muy cerdo no te las quiere dar!

      Si eres tío, ahora mismo lo estarás flipando. Sí, nuestra cabeza va mucho más allá de lo que podáis suponer.

      A veces nos autoengañamos tanto que nos cuesta distinguir la fantasía de la realidad. No hay más que ver cómo nos ponemos cuando un sex symbol sale del armario. ¿Os acordáis cuando salió Ricky Martin? Ahí tocamos techo.

      —¡Jodeeer! ¿Qué? ¿Que Ricky Martin es gay? ¡¡No!! ¡Mierda!

      Vamos a ver… Reflexiona un momento. ¿De verdad pensabas que te lo acabarías tirando?

      Los hombres, nos guste o no, distinguen mucho mejor las ilusiones de la realidad. Un tío se entera de que

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