De caperucita a loba en solo seis tíos. Marta González De Vega

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De caperucita a loba en solo seis tíos - Marta González De Vega Harpercollins Nf

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de fallos que te ves allí. Pero ahí te planteas, si todo depende del tipo de luz, ¿cómo saber cuál es el estado REAL de tu piel de naranja? ¡Es imposible!

      ¡Y esa es la actitud correcta! La de asumir que es imposible juzgar nada, y, por lo tanto, no aplicar ningún prejuicio sobre las cosas en virtud de lo que esperamos o de lo que tememos. Simplemente, dejarlas ser.

      Y es que la realidad no es ni buena ni mala. Es el prejuicio que tengas hacia ella lo que la convierte en buena o mala para ti. Por ejemplo:

      —Oh, me ha dejado mi novio, que drama. Bueno, espérate, que a lo mejor es comedia.

      Punset dice que la fórmula de la felicidad incluye el desaprendizaje consciente. Que tenemos que liberarnos de las asociaciones infundadas. ¡Y eso es también lo que te decía antes! Se trata de lavarte el cerebro, pero en sentido literal. Limpiarlo de cualquier idea previa. Normalmente llamamos lavar el cerebro a que te metan una idea en la cabeza. ¡No! Lavarlo para mí es limpiarlo de toda idea preconcebida. Y desde esta nueva concepción, una lobotomía no serviría para dejarte atontada sino todo lo contrario, lo que haría es despertarte. Porque una lobotomía para nosotras es convertir nuestro cerebro en el de una loba. Cualquiera que abriera el libro por este punto al azar y leyera que quiero lavarte el cerebro y practicarte una lobotomía, pensaría todo lo contrario a lo que acabo de explicarte. Esa es la prueba del poder de liberarte de los antiguos conceptos.

      Dice Punset que hay que desaprender para volver a mirarlo todo con ojos nuevos. ¡Y eso es exactamente lo que haces cuando te conviertes al humor! ¡Ver las cosas desde otro ángulo! ¡Pensar por libre! Y puede parecer difícil, pero yo aprendí a lo tonto, un día haciendo zapping, que di con un programa concurso; se llamaba Lo sabe, no lo sabe. En él hacían preguntas por la calle a personas escogidas al azar. El presentador, Juanra Bonet, le preguntó a un señor:

      —¿Cómo se conoce a las personas sin pigmentación en la piel?

      A lo que el señor respondió:

      —Hablando con ellas.

      Me quedé alucinada; me pareció fascinante. Pero la cosa siguió porque Juanra le aclaró:

      —No, me refiero a cómo se las llama.

      Respuesta del señor:

      —Ah… pues por educación, se las debe llamar de usted.

      ¿Qué te parece? En un primer momento simplemente me hizo mucha gracia, pero luego me pareció de una profundidad bellísima. Absolutamente todo depende del proceso mental con que lo afrontes. Las desconcertantes respuestas de este hombre eran perfectamente válidas. Nadie podría decir que no estaba contestando a las preguntas que se le habían hecho.

      Empecé a pensar en la cantidad de cosas que nos hacen sufrir por no darles el enfoque adecuado. Cómo nos quejamos de todo, sin intentar siquiera ver las cosas de un modo en el que pasarían a ser completamente positivas.

      El otro día, una amiga estaba deprimida porque cumplía cuarenta años. Y le dije:

      —Tía, pero ¿cuál es el problema?

      Y me respondió:

      —Hombre, que ya no tengo veinte años…

      Me quedé loca, ¿¡cómo que no!? ¡¡Claro que los tienes!! ¡De hecho, tienes veinte más!

      ¡Claro! Qué mentalidad de carencia, por Dios…

      Además, cuando cambias el chip encuentras soluciones para todo. Esta misma amiga tenía una cita y me llamó mientras iba de camino:

      —Paso de ir, tía, estoy supernerviosa. Me sudan las manos y tengo la boca seca.

      —¡Coño, pues chúpate las manos!

      ¡Si es que de dos problemas puedes hacer una solución! Ains… Si no llego a estar yo ahí, se pierde la cita. Con lo que cuesta conseguir una cita a su edad… ¡Es broma, es broma! Sigo pensando que es genial tener cuarenta. Vamos, que debe serlo… Ya te lo diré cuando llegue. Si llego, porque lo veo tan lejos que me da pereza ir.

      Sé lo que estáis pensando ahora. Todo eso está muy bien en la teoría, pero en la práctica las emociones son muy difíciles de manejar. ¡Y es cierto! ¡Pero gracias a Punset descubrí el truco para lograrlo!

      Y es que las emociones, antes, siempre, son pensamientos. ¡Ahí es cuando hay que aprender a manejarlos! Porque cuando ya se convierten en emociones es mucho más complicado revertir el proceso. Punset me explicó que el camino de ida del pensamiento a la emoción es como una autopista vacía por la que llegas a toda velocidad. El camino de vuelta es una carretera secundaria con atasco.

      Así que para asegurarte emociones positivas tienes que trabajarlas cuando aún son pensamientos. Si esperas a que se conviertan en emociones para intentar cambiarlas, lo que harás será reprimirlas. Te pongo un ejemplo poético para que lo entiendas. Es como si tienes gases, y en vez de tomarte un Almax, te pones un tapón en el culo.

      No cabe duda de que una de las cosas que más nos mortifica es el clásico conflicto mente-corazón. La mente te dice que te vayas, pero el corazón se quiere quedar. En esos momentos una piensa… Ojalá existieran relojes de cal, igual que existen los relojes de arena. Así podríamos contar por separado las horas felices de las tristes y saber si un amor nos compensa.

      Hasta que te das cuenta de que no hay motivo para separar la cal de la arena. Que tu mente puede convertirlo todo en cal (suponiendo que la cal sea la buena, que nadie lo sabe). Así que el trabajo no es renunciar a nuestras emociones, es volverlas a nuestro favor.

      Es la única pelea que vale la pena. No como la que tenía yo para que no se me pegaran los dedos de los pies. Porque si lo piensas, los dedos de los pies sí que son bastante inútiles, la verdad. Y si se te pega alguno tampoco pasa nada, que son cinco. De hecho, siempre me ha dado la impresión de que son más… ¿a ti no? Se los cuento a todo el mundo porque no me lo acabo de creer… Pero no, siempre son cinco y siempre me sorprende. ¿Para qué queremos tantos dedos en los pies?

      Debes estar preguntándote el motivo por el que me he enconado de esa manera con los dedos de los pies.

      Pues para que te des cuenta de lo absurdo que se ve desde fuera empecinarse con algo. Como tú cuando le pides peras al olmo. ¡Luego te enfadarás con la vida! ¿Cómo va a saber la vida que lo que quieres que te dé es a tu media naranja si te ve con esa obsesión por las peras? ¡La vuelves tan loca que al final te da limones!

      Pero esto ya no va a pasarnos más. Y vamos a empezar ya, que, como dice Punset, y ya os he trasladado, la forma de aprender a controlar las emociones es precisamente haciendo lo que más miedo nos da: ¡exponernos!

      A continuación, nos adentramos en el alucinante proceso de pasar de caperucita a loba en solo seis tíos.

      Todo lo que vas a leer está basado en sentimientos reales. Sin embargo, las situaciones han sido alteradas y algunos nombres modificados para preservar la intimidad de sus protagonistas. Aunque la mayoría no, por tratarse de venganzas personales.

      He de admitir que ha sido duro decidirme a hacer públicos los resultados de mis investigaciones. Es muy difícil hablar sobre las emociones, dar la cara y reconocer ciertas cosas, pero tuve que asumir que escribir un libro es como enamorarse: te obliga a exponerte. No queda otra. ¡Hay que mojarse! Y no como esos espectadores que llaman a los videntes de la tele sin tener el valor

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