Boda por amor. Trisha David

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Boda por amor - Trisha David Jazmín

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asintió. Se acercó a donde estaba su hijo y Maggie se dio cuenta al verlo andar de que se había herido una pierna.

      –¿Dom?

      No hubo respuesta.

      –Dominic, ahora te vamos a llevar a la casa de Maggie –dijo Dev suavemente–. Esta es Maggie y nos va a ayudar.

      –Mi ordenador se ha quemado.

      –Te compraré otro.

      –Era mi ordenador –exclamó el niño lleno de furia–. ¡El mío! ¡Lo gané en un concurso y era mío!

      –Lo entiendo.

      Dev le puso una mano en el hombro, pero el niño la apartó.

      –Déjame en paz. Has quemado mi ordenador.

      –Dominic, vámonos a la casa.

      –No. Déjame en paz.

      –Tenemos que ir, Dom…

      Maggie contuvo la respiración y miró a los dos. Ambos parecían muy rígidos.

      Estaba claro que Dev estaba muy dolorido y no parecía tener ni idea de cómo tratar a su hijo.

      Bueno, tal vez ella pudiera ayudar. Sabía cómo tratar a niños en estado de shock y tenía una gran herramienta a mano. Chasqueó los dedos para llamar a Lucy y luego se llevó a la collie hasta donde estaba el niño.

      –Dominic, yo soy Maggie –dijo–. Y esta es mi mejor amiga, Lucy. Lucy, dale la mano.

      Como respuesta, Lucy miró a Dominic con una pregunta en sus inteligentes ojos.

      –Lucy, dale la mano –insistió ella.

      La perra echó la cabeza a un lado, miró de arriba abajo al niño, se sentó en el suelo y levantó una pata.

      La mayoría de los niños no se resistiría a eso. La misma Maggie nunca había podido, a pesar de que Lucy le daba la pata unas cincuenta veces al día, pero Dominic lo intentó y se quedó rígido durante todo un minuto, inmóvil, con su padre al lado.

      El niño miró a la perra y luego trató de apartar la mirada, pero Lucy no lo iba a dejar así como así. Se quedó muy quieta, como estaba, delante de él y mirándolo fijamente a los ojos, meneando la cola.

      Dev miró a Maggie, que agitó la cabeza y le indicó con la mirada que no se metiera. El hombre fue lo suficientemente inteligente como para no hacerlo.

      Por fin, Dominic no lo pudo resistir más y le dio la mano a la perra. Lucy agitó más aún la cola y luego hizo lo que Maggie había sabido que iba a hacer. Se puso de pie sobre las patas traseras, las delanteras en los hombros del niño y le lamió la cara de la barbilla a la frente.

      Dominic se estremeció, rodeó a la perra con los brazos y se puso a llorar.

      Por fin se encaminaron hacia la casa formando una extraña procesión. Maggie le servía de apoyo a Dev con un hombro, la otra mano se la daba a Dominic, que sujetaba con la suya a Lucy, e iban todos seguidos por una treintena de cabras.

      Para cuando llegaron a la casa, Dev estaba pálido de dolor y se tumbó en la cama del dormitorio de invitados como si no se fuera a volver a levantar.

      Maggie se alegró mucho de verlo allí. La herida de la cabeza estaba empezando a preocuparle mucho.

      –Llamaré por radio a Melbourne para decir que estáis aquí. El control de tráfico aéreo ya debe saber que habéis caído.

      –Sí –admitió él–. Gracias. Yo les dije que tenía problemas y estarán preocupados.

      –Les haré saber que necesitamos ayuda médica y enviarán a un helicóptero para evacuaros. Tendrán que hacerte una radiografía de la cabeza para ver si tienes una hemorragia interna.

      –¡Eh!, ya he sangrado bastante por fuera. No estoy sangrando por dentro.

      –Eso no lo sabremos hasta que no lo vean.

      Dev logró sonreír a su hijo, que estaba en la puerta, muy pálido y con Lucy aún a su lado.

      –No la escuches, Dominic. Si me hubiera hecho daño de verdad, el dolor de cabeza iría a más, no a menos. Puede que parezca que estoy en muy mal estado, pero tu padre vivirá.

      Dominic se limitó a mirarlo como si no le importara.

      –Iré a llamar –dijo Maggie–. Volveré y te ayudaré a meterte en la cama dentro de un momento. Luego te curaré un poco ese corte. Pero si no llamo ahora, van a mandar aviones de rescate desde tierra firme, cuando lo que yo quiero es un helicóptero.

      –No es necesario que me metas en la cama, ni quiero un helicóptero. Diles que el avión se ha estrellado pero que estamos bien.

      –Pero quiero que te hagan una radiografía de la cabeza…

      –Yo no –respondió él firmemente–. Y es mi cabeza.

      –Yo te la he salvado –respondió Maggie con actitud beligerante–. Si no fuera por mí, ahora sería una cabeza asada.

      –¿Y eso te da derechos de imagen sobre ella?

      –Sí.

      Maggie levantó la barbilla y, a pesar del dolor que sentía, él logró sonreír.

      –Entonces deberías haberme hecho firmar un contrato antes de salvarme. Sinceramente, no es necesario todo este lío. Sé el mal aspecto que debo de tener, pero es sólo sangre. Tengo toda la intención de vivir y no quiero molestar al Servicio Aéreo de Rescate. Así que, si tienes una bolsa de hielo, una aspirina y esparadrapo, te estaré eternamente agradecido. Y, si puedes cuidar de Dominic mientras yo me repongo, también te lo agradeceré.

      Sus miradas se encontraron y fue como un cruce de espadas. Maggie parpadeó. Ella tenía una personalidad muy fuerte, pero la de ese hombre lo era más. Estaba acostumbrado a mandar, pensó. A salirse con la suya.

      Bueno, era su cabeza, se dijo a sí misma. Si quería morir…

      –Si muero en las próximas veinticuatro horas –dijo él como leyéndole el pensamiento–, tengo un seguro lo suficientemente importante como para que Dominic se pueda comprar otro ordenador. Eso es lo único que importa, y no me echará de menos. Pero sinceramente, no tengo ninguna intención de morirme. Sólo dame la bolsa de hielo y lo demás, y déjame descansar.

      Maggie lo miró aún preocupada.

      –Vamos, Maggie. Soy un hombre adulto. Dame una aspirina y déjame dormir. Tú cuida de Dominic. Él te necesita y yo no.

      Capítulo 2

      CUANDO Dev se despertó ya había oscurecido. Por un momento no tuvo ni idea de dónde estaba, pero enseguida recordó los sucesos del día.

      La oscuridad sólo quedaba rota por una vela colocada en el quicio

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