Interculturalidad, arte y saberes tradicionales. Bertha Yolanda Quintero Maciel

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Interculturalidad, arte y saberes tradicionales - Bertha Yolanda Quintero Maciel

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quisiéramos desvalorar ni un ápice la demoledora máquina exterminadora del fascismo en España, más feroz aún por su enorme extensión en el tiempo (1939-1975), pero, y precisamente por eso, lanzamos las siguientes hipótesis. Parece observarse en el lenguaje hablado, conversacional y cotidiano una continuación de la memoria heredada, lo que implica trasmisiones no fallidas. Ahora bien, este lenguaje rehacedor del pasado es, como se dijo al principio de este trabajo, contingente y genealógico-biográfico, hasta las fotos se narran en clave biográfica, todo menos un relato ideológico.

      La perpetuación del pasado solamente se manifiesta unida a la mención biográfica, como si la única forma de traspasar el umbral de la memoria anterior a la guerra fuese apelando a la historia personal de los mencionados, nunca como relato autónomo, sino con indicadores dentro del texto oral, por ejemplo, al mencionar un nombre de una amiga se da fe de que su padre había desaparecido en la guerra y la madre tenía que trabajar en casa de unos ricos, quienes aun sabiendo que el marido había sido republicano la querían mucho. Son verdaderos microrrelatos dentro de una conversación, que por el tono de sorpresa, miedo, misterio… van relatando el mundo político a través de lo que en otros trabajos he denominado resistencia antropológica.

      En cierta manera, se crece con las palabras de la comunidad y con su sentido ético del mundo, que actúan como un gran conjunto de fuerzas primarias para navegar en él. Todo ello nos remite al ethos comunal, social y político en su definición más genuina. Este ethos no fue destruido ni por el memoricidio ni por el ideologicidio. Pero ¿dónde radicaba su fuerza? Paradójicamente se trata de un elemento que hace crecer y cohesiona a la comunidad en los momentos más duros: la afectividad.

      Se toma el concepto de afecto de Spinoza como verdadero motor de la acción. El afecto no puede ser sólo idea o razón, tiene que haber el deseo de que esa idea se haga realidad mediante la acción y solamente así el juicio se vuelve parte integrante del ethos, que aún en su aparente inmovilidad es acción social en sí mismo.

      Creemos que ello se debe también al grado de confianza que otorga el saber sobre las personas y sus hechos en el pasado. Toda comunidad necesita tener conocimiento de sus miembros cercanos, y este conocimiento funda una comunidad, diríamos que incluso inmaterial, donde caben los muertos y los vivos.

      El espacio y el tiempo compartidos hacen que la comunidad conviva de tal forma que al conocerse en el trabajo y en el descanso, al compartir las vías de transmisión, comunicación y expresión de los enfados, los anhelos y vivencias, se estrechan los lazos de unión comunitarios, no tanto por la identidad común como por el afecto mutuo.

      La identidad puede ser efímera, de hecho, es cambiante y múltiple. Es un elemento de referencia, mil veces empleado, para explicar los nexos de unión de una comunidad vecinal, pero lo identitario es más frágil que lo afectivo. En los vecindarios de la posguerra española, urbanos industriales periféricos, rurales concentrados o de aldea, la identidad y la costumbre si bien no dejan de ser importantes, parece ser la gran carga emocional y afectiva de las redes sociales físicas la que osamenta la comunidad.

      Esta fuerza del afecto spinoziano lleva a la acción y a la convivencia, incluso cuando miembros duraderos o recientes de la comunidad optan por la heterodoxia. El lenguaje recoge todo esto en su estructura profunda y en sus expresiones periféricas “hablamos la misma lengua”, la lengua biográfica que instaura, restaura y cofunda la comunidad inmaterial, su verdadero corazón.

      Más allá del calor vecinal se extendía un páramo de agresiones sin fin. El ethos de la comunidad de los vencidos perduró, y para ello no hace falta locuacidad, ni doctrina republicana, ni activismo político. La capacidad de no ser transformada por un sistema autoritario fascista y su enorme aparato genocida, reside en la perpetuación de la memoria como resistencia “antropológica” o la negación a que se roben los recuerdos, el mantenimiento de un ethos como orientador de significado que damos al mundo, la enorme calidez afectiva entre sus miembros y la posesión de “una misma lengua”.

      El estudio de esta “lengua” confirma el gran poder de relato de las biografías ordenadas en genealogías. En estos relatos circula todo el sentido de lo humano e inhumano, de lo social y de lo político, pero siempre a partir del relato a través de la mención de las personas, sus procedencias, características y hechos, ordenando “en” y “con” estos relatos el tiempo (tiempo biográfico), el espacio (espacio biográfico) y la acción (acción biográfica).

      Saber escuchar estas microhistorias dentro del relato más general es un elemento central para interpretar estas producciones orales y adentrarnos en el sentido que dieron al ser, al sentir y al actuar en el mundo.

      Bibliografía

      AGULHON, M. (2016). Política, imágenes, sociabilidades. De 1789 a 1989. Zaragoza: Prensas de la Universidad de Zaragoza.

      ARTEAN, A. (1995). Zubieta 1931-1936. Errepublika eta 1936ko guerra, Baztan-Bidasoan. Ahozko dokumentuak. Irún: Luma Liburuak.

      BOURDIEU, P. (1989). Sistemas de enseñanza y sistemas de pensamiento. En La enseñanza: su teoría y su práctica, J. Gimeno y A. Pérez. Madrid: Akal.

      BOTT, E. (1990). Familia y red social.

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