Platón en Anfield. Serafín Sánchez Cembellín

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Platón en Anfield - Serafín Sánchez Cembellín Logoi

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que a él le faltan para jugar la pelota. Lo básico es que nuestro «destructor» no se entretenga con el balón, que no se ponga a regatear y a hacer cosas que no sabe, porque entonces lo más seguro es que se lo roben y que el técnico asista, con un rebote considerable, a la contra rival.

      La sencillez es también fundamental para los centrocampistas con clase. Estos son muy cotizados porque la facilidad y simplicidad con la que juegan el balón no son habituales. Son hombres que ven el juego fácil, que mueven el balón con relativa tranquilidad. Pueden estar sufriendo la presión del rival, pero en su mente no hay oscuridad ni excesivas complicaciones, de hecho esconden la pelota hasta que como por arte de magia se abre el hueco y sin inmutarse la ponen ahí.

      Ocurre que cuando uno ve en casa a esta gente piensa: «hay que ver qué fácil y sencillo es el fútbol en el fondo». El problema es cuando se está en el campo rodeado de contrarios; entonces se aprecia la dificultad que para una persona normal tiene hacer lo que ellos hacen con tanta sencillez. Y es que en definitiva Ockham tenía razón, el camino más sencillo es el más racional, y el que conduce al gol también. Esto último ya no lo dijo él claro.

      El asunto es que encontrar ese camino sencillo solo está al alcance de unas pocas mentes privilegiadas, que desde luego no abundan.

      Llegamos a los delanteros. Volvemos a la navaja, ya que hay delanteros de todo tipo: altos, bajos, grandes, pequeños, torpes, habilidosos... Pero lo cierto es que el asunto no cambia esencialmente, los entrenadores siguen prefiriendo a los delanteros que hagan bien su trabajo y sin excesivas florituras.

      Les gustan por ello especialmente esos hombres fuertes y poderosos, que lo mismo te aguantan un balón y esperan a que el equipo salga y se desahogue para ponerla en la banda, que rematan en cualquier posición y con la parte del cuerpo que sea menester. Estos delanteros no suelen ser muy espectaculares, pero si tienen que marcar, marcan; si hay que aguantar la bola, la aguantan y si hay que defender un balón por alto lo defienden. Seguro que en muchos partidos pasarán desapercibidos, no harán grandes ni espectaculares chilenas, no meterán goles maravillosos, pero cumplirán con su trabajo sin adornos y con la sencillez por bandera.

      Estos delanteros estarán llamados a ocupar un lugar privilegiado en la plantilla, y desde luego, el entrenador contará con ellos permanentemente.

      Y es que como dijo Ockham: los entes no deben multiplicarse sin necesidad.

      En el fútbol tampoco.

      4

      Es muy probable que una de las preguntas más importantes a las que se ha enfrentado la ciencia, y por qué no, la filosofía, sea la del origen del universo. En relación con este asunto hoy sabemos que hace aproximadamente 13.700 millones de años se produjo una inconcebible explosión que dio lugar a dicho universo; a raíz de esa explosión, conocida popularmente como Big Bang, resulta que el universo se está expandiendo y lo más increíble es que, según dicen los físicos, se expande cada vez más rápido.

      En cualquier caso lo que no está tan claro son las causas por las que se produjo esa explosión, ni tampoco la situación anterior a la misma, si es que la había, ya que con el Big Bang no solo se crearon la materia y la energía, sino también el espacio y el tiempo. En definitiva, si el tiempo no existía hasta entonces no tendría sentido preguntarse que había antes de la primigenia explosión.

      La verdad es que no solo el origen del universo es un misterio, sino también su final. En este contexto los científicos nos dicen que asistimos a dos posibles escenarios: o bien el universo seguirá expandiéndose para siempre llegando a temperaturas próximas al cero absoluto, o bien se contraerá violentamente provocando el llamado Big Crunch.

      Todo esto viene a significar que el universo morirá congelado si nos basamos en la primera hipótesis, o más bien abrasado si nos decantamos por la segunda.

      Para saber a qué atenernos sería necesario calcular la cantidad de materia-energía que existe en el universo. Es fundamental saber la densidad media de materia que existe para determinar si hay materia y energía suficientes como para que algún día la gravitación invierta la expansión cósmica a la que está sometido el universo a partir del Big Bang.

      Si la materia y la energía del universo son suficientes para que la gravedad invierta la expansión, entonces el universo acabará con el Big Crunch. Poco a poco el universo empezará a contraerse sobre sí mismo y las galaxias, incluida la nuestra, la Vía Láctea, comenzarán a chocar unas con otras hasta que al final se fundan. Las estrellas se disolverán antes de empezar a chocar entre sí. La temperatura del universo superará la de la superficie de las estrellas con lo que estas se desintegrarán y dispersarán en nubes de gas a temperaturas inconcebibles. La vida inteligente, si es que la hay, o la hubo en algún momento, de lo cual podemos dudar razonablemente, morirá abrasada por el calor cósmico procedente de estrellas y galaxias.

      Ahora bien, supongamos que el contenido de materia-energía no es suficiente para detener la expansión, en ese caso el universo se expandirá ilimitadamente hasta que su temperatura llegue prácticamente al cero absoluto. Esto traerá como consecuencia el aumento de la entropía que mide la cantidad de desorden o caos en el universo. En este caso estaremos asistiendo a la muerte entrópica del mismo.

      Para comprender por qué ocurre esto sería necesario mencionar alguna de las tres leyes de la termodinámica. La primera dice que la cantidad total de materia y de energía se conserva, es decir, la cantidad total de materia y energía ni se crea ni se destruye,

      En cualquier caso para nosotros, y en relación con la muerte entrópica del universo la ley que más nos interesa es la segunda. Esta ley viene a decir que en cualquier sistema aislado que sufre un proceso, la entropía del mismo, es decir la cantidad de desorden del sistema, siempre aumenta. La entropía es simplemente una propiedad termodinámica que cuantifica el desorden molecular de un sistema y aunque pueda parecer algo muy raro, es algo que podemos comprobar casi diariamente en nuestras vidas. Si echamos algo de leche en una taza de café los dos líquidos se mezclarán irremisible y aleatoriamente haciendo desparecer el orden. La cuestión es que intentar rehacer el orden volviendo a separar la leche del café es algo extremadamente complicado, tan complicado como fácil es conseguir que se desordenen.

      Imaginemos que tenemos dos recipientes. En uno tenemos canicas blancas y en otro negras. Es evidente que el tiempo que tardaremos en deshacer el orden y mezclarlas en muy poco si vaciamos el contenido de los recipientes en uno mayor. Pero si intentamos rehacer el orden volviendo a separar las canicas blancas de las negras tendremos que invertir una enorme cantidad de esfuerzo y trabajo, y es que teniendo en cuenta la dirección del tiempo hay que concluir que los sistemas desordenados acontecen más tarde que los ordenados.

      En el fondo, como decíamos antes, la entropía es algo a lo que nos enfrentamos de manera constante en nuestra vida cotidiana. Todo envejece, todo se agota, y en el fondo todos sabemos que es mucho más fácil destruir que construir, desordenar que ordenar.

      ¿Qué hombre no ha recibido una bronca alguna que otra vez a causa de este principio? Cuando nuestra

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