La evaluación de los académicos. Gonzalo Varela

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La evaluación de los académicos - Gonzalo Varela

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relativo y la orientación conductista estímulo-respuesta fomenta una investigación estandarizada más que impulsar la innovación. Se sostiene que, al pretender incorporar a un número creciente de investigadores, se fomenta la cultura de cumplir requisitos, en cantidad estimada y tipo de productos para cada nivel, por encima de otras valoraciones. Es decir, que de esta forma se estaría inhibiendo la generación de proyectos estratégicos más arriesgados y trascendentes: el aspirante elige la opción que promete dinero y ascenso en un plazo razonable, antes que el riesgo intelectual de años de esfuerzo con poca producción intermedia que lo avale.

      Una demanda pendiente es utilizar los criterios de evaluación del SNI para establecer la figura del profesor-investigador nacional con un tabulador homogéneo, lo que permitiría una rotación deseable de académicos de buen nivel entre instituciones y regiones (Valenti, 2013: 46-64) y aceleraría la descentralización de la investigación científica y tecnológica. Pero, entre otros factores, el contumaz pluralismo institucional en materia de información no facilita una reforma de este calibre que supera los límites del SNI.

      Al rechazar el gobierno la idea original de que la Academia Mexicana de Ciencias operara el SNI, este quedó inserto en la esfera de la SEP (en la entonces Subsecretaría de Educación Superior e Investigación Científica, SESIC) y después en la del Conacyt. Esto último ha traído consecuencias como la de separar la investigación de la educación superior y, desde el punto de vista financiero, generó una sobrecarga en el presupuesto del Conacyt. De haber permanecido en la órbita de la SEP, la incidencia presupuestal del SNI sería porcentualmente muy reducida. En principio solo se crearon los niveles I, II y III, pero por sugerencia del gobierno se incluyó el nivel de Candidato con el fin de facilitar el ingreso de los jóvenes investigadores. Idealmente debía coordinarse con el PRONAES (Programa Nacional de Educación Superior) que se concibió, entre otros objetivos, para financiar la investigación de las IES en un periodo de crisis; sin embargo, este vínculo no se concretó,[13] por lo que el apoyo a la investigación quedó concentrado en el SNI. Esto llevó a una nueva exclusión, puesto que este sistema quedó funcionando como una agencia externa al sistema de educación superior, sin participación directa de las IES, aunque sí de grupos de académicos seleccionados de estas instituciones. Se supone que tal separación evitaría a los directores de las IES los conflictos derivados de una distribución desigual de fondos dentro de una misma categoría laboral. No obstante, la medida se ha criticado porque da la pauta para que las IES retengan a sus mejores investigadores y les resta motivos para mejorar internamente las condiciones en que se desarrolla la investigación por medios más integrales de desarrollo institucional.

      Cabe señalar que las IES han generado sus propios sistemas de evaluación, los cuales están dotados de fondos financieros específicos que, aunque no están relacionados con el SNI, funcionan con cierta complementariedad. En lo concerniente al desarrollo institucional, los sistemas de las IES son evaluados por el Programa de Fortalecimiento de la Calidad educativa (PFCE) y otros instrumentos.[14] Además, tanto el Profocie como las evaluaciones y acreditaciones de programas institucionales a cargo de los CIEES, el Programa Nacional de Posgrado de Calidad (PNPC) y agencias autorizadas por el Consejo para la Acreditación de la Educación Superior (COPAES) toman en cuenta la participación de investigadores nacionales. Por tanto, siendo un mecanismo de evaluación individual, el SNI se ha convertido indirectamente en una fuente de evaluación institucional. Ha provisto asimismo de ideas para el diseño de la evaluación individual de algunas IES, como el Programa de Primas al Desempeño del Personal Académico de Tiempo Completo (PRIDE) de la UNAM, que luego fue replicado por otras instituciones e imitado con variantes por casi todos los países latinoamericanos que han generado organismos similares a nivel nacional (Rama, 2009: 130-131). En México se le puede considerar como un referente del posterior Sistema Nacional de Creadores de Arte (SNCA), así como de los estímulos a la docencia que ofrecen las instituciones en tanto actividad evaluable con independencia de la investigación.

      Debido a que el SNI es un instrumento en manos del gobierno federal sin mayor coordinación con las IES, la participación de estas en ese sistema se da sobre todo por medio de la integración de académicos del nivel III en las comisiones dictaminadoras. Se trata de la evaluación por pares que, aunque consagrada internacionalmente, no fue de inmediata aceptación cuando se discutía el funcionamiento del SNI en sus inicios. Para que los primeros comités se sobrepusieran a los cuestionamientos, se integraron con miembros prestigiosos de El Colegio Nacional y premios nacionales de ciencias.

      Otra discusión giró en torno a la cantidad de integrantes que tendría el sistema. En una época de crisis en la que preocupaba la escasez de fondos, algunos funcionarios de gobierno propusieron un número cerrado de miembros, pero triunfó la posición de darle forma abierta sin límite de crecimiento, el cual, aunque lento, ha sido sostenido: los 1 396 integrantes de 1984 han pasado a 25 072, en 2016 (Rodríguez, 2016: 8).

      Respecto a la composición por nivel, el incremento durante el mismo periodo ha sido escaso, sobre todo el nivel III ya que se ha mantenido en alrededor del 10%, pero no hubo decrecimiento, excepto en el nivel de candidatos cuando la exigencia de obtener el doctorado se volvió más rígida: en 1984 representaban aproximadamente el 15%, tres años después sobrepasaron el 40%, para después volver a valores de entre 18 y 20%. Posteriormente, dicho nivel recuperó la tendencia a aumentar cuando se flexibilizó el límite de edad, que finalmente se eliminó en el reglamento de 2017, al igual que el límite establecido en cuanto al periodo de quince años transcurrido desde la licenciatura (Rodríguez, 2016: 14).

      La participación de mujeres, que actualmente es poco más de un tercio del total de investigadores nacionales, no representa su peso mayor en el conjunto de los académicos del país (50% o más); sin embargo, su presencia ha crecido de modo consistente pasando del 18.1, en 1984, al 36.2% en 2016 (Rodríguez, 2016: 11).

      Los criterios de dictaminación del reglamento del SNI son homogéneos en términos generales, tanto entre áreas de conocimiento como entre regiones del país, aun cuando los criterios específicos por área marcan diferencias y sufrieron cambios importantes. Una preocupación de 1984 era que, dada la gran concentración de recursos humanos e institucionales en grandes centros urbanos y en particular en la capital del país, el SNI podía generar un efecto Mateo[15] beneficiando a los ya favorecidos. Aun así, se descartó fijar patrones de exigencia más blandos para académicos de entidades o regiones de menor desarrollo académico, porque se hubiera generado un SNI “de primera” al lado de otro “de segunda”. Se pretendía un sistema con parámetros internacionales de calidad y exigencia homogénea. El apoyo a la descentralización —y como parte de esta a las entidades o regiones menos aventajadas— se daría por el incentivo económico, que es mayor para los investigadores nacionales que trabajan fuera de la Ciudad de México.

      La discusión sigue latente en lo que concierne a la aplicación de criterios similares de evaluación en las distintas áreas de conocimiento que actualmente son siete, en particular por la disparidad entre culturas académicas, universalidad temática y grado de desarrollo de la investigación en las áreas humanística y de ciencias sociales, por un lado, y las de ciencias básicas y experimentales,[16] por el otro, lo que en parte se corrige con la definición de criterios específicos en cada comisión dictaminadora, como más adelante se examina.

      En los primeros días del SNI, se distinguía entre productos primarios y secundarios para evaluar. Los primarios se refieren a publicaciones de calidad; los secundarios, fundamentalmente son docencia y difusión. Los secundarios presentan dificultades específicas porque, si bien es importante su vinculación con la investigación, que ello se cumpla no es fácil de comprobar. En todo caso no se acepta que estos últimos sustituyan a las publicaciones, que son elemento central de juicio. Tampoco ha sido sencillo —aunque ha habido avances— valorar la investigación aplicada, cuando no se verifica en publicaciones sino en resultados distintos como las patentes. Como al iniciar este sistema de investigación había pocos participantes y escasa producción, se valoraba sobre todo la cantidad de productos sometidos

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