Diseño de Políticas Públicas, 4.a edición. Julio Franco Corzo

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Diseño de Políticas Públicas, 4.a edición - Julio Franco Corzo

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      —¿Qué hace un presidente municipal? —preguntó Máximo.

      —Hace que se cumplan las reglas en una ciudad, hijo —le expliqué, después de haber pensado la respuesta durante algunos segundos.

      —¡Ah!, ya entendí papi, vas a entregarle un reporte de que te has portado muy bien, ¿verdad? —contestó Máximo, orgulloso de su razonamiento.

      —No hijo, es el reporte de un trabajo que le encargó a mi empresa. El presidente municipal está preocupado porque hay demasiados perros callejeros en su municipio y no sabe qué hacer —respondí, mientras pensaba si había sido la forma más elocuente de explicarle que íbamos a uno de los municipios de México con más perros callejeros y, por ende, con un problema grave de enfermedades gastrointestinales en un sector de la población.

      —Papá, ¡que les construyan una casa muy grande y que les den de comer todos los días para que no se vayan! —dijo Máximo, casi gritando.

      A dos calles del Ayuntamiento pensé: “Julio, tienes dos opciones, puedes discutir con tu hijo toda la tarde sobre la viabilidad de una “Casa del perro callejero” o puedes decirle que por alguna razón técnica no se puede construir esa casa, e inmediatamente le cambias el tema y le hablas de Laika”, una schnauzer que prácticamente vive en su cuarto.

      —Hijo, el presidente municipal no tiene dinero para construir la casa, nadie le puede prestar dinero porque debe mucho y no tiene un terreno para construirla.

      —¿Por qué no le prestas dinero al presidente municipal y haces la casa en un terreno de mi abuelito?

      Cuando estuvimos frente al Ayuntamiento, respiré profundo y le dije con mucho cariño:

      —Hijo, vamos rápido a dejar esta carpeta, después comemos en Peter Piper Pizza y platicamos toda la tarde sobre los perros sin casa.

      Llegamos a la recepción de la presidencia municipal y ya estaba ahí el gerente de consultoría de mi empresa con un reporte impecable sobre las alternativas de política pública que el Ayuntamiento podría implementar. Preguntamos por el presidente municipal, pero nos recibió el secretario general:

      —Julio, perdón por la insistencia, yo sé que el documento que le encargamos a tu empresa era para la próxima semana, pero tenemos una urgencia. Ayer se reunió el Cabildo y en una discusión con la Dirección de Protección Civil, se llegó a la conclusión de que sería una buena idea construir un albergue para perros callejeros, pero yo les comenté que te habíamos contratado y que antes de tomar una decisión sería mejor escuchar tu recomendación.

      ¡Me quedé helado!

      —Papá, ¿qué es un albergue? —preguntó Máximo.

      —Es una casa grande para los que no tienen casa —respondió amablemente el secretario general.

      —¡Te lo dije, papá! —contestó Máximo con mucha energía.

      Los minutos que siguieron fueron muy incómodos, así que le pedí a mi hijo que se sentara en el sillón que estaba a cinco metros de donde estábamos y mi colaborador y yo le explicamos al secretario general que esa opción no era técnica, ni económicamente viable y que no atacaba las causas del problema.

      —¡Es una verdadera estupidez! —le comenté al funcionario.

      Le entregamos el reporte que hizo mi equipo y ésa fue la última vez que me contrataron. Afortunadamente, no construyeron el albergue.

      Quinta lección de este libro: contrata consultores que te digan la verdad, aunque eso te moleste. Muchos de los “elefantes blancos” que se han generado en América Latina pudieron evitarse si se contaba con la opinión profesional de un tercero. El dinero gastado en consultores para evaluar la factibilidad de proyectos es dinero bien gastado.

      En mis seminarios de Análisis y Diseño de Política Pública, los servidores públicos participantes han compartido conmigo cientos de casos de “elefantes blancos” creados en distintas administraciones federales, estatales y municipales.

      En el léxico de los políticos de América Latina, un “elefante blanco” es una obra con infraestructura que tiene muy poca utilidad para la ciudadanía o que de plano no sirve. La expresión “elefante blanco” tiene su origen en la anécdota que cuenta que el Rey de Siam, ahora Tailandia, regalaba un elefante blanco a un colaborador o enemigo al que deseaba arruinar. El animal era muy venerado y requería cuidados especiales y alimentación de primera calidad, lo cual era muy costoso. Esto obligaba a una familia a destinar muchos recursos a un fin que no tenía beneficios ni provecho hasta dejarlos en la pobreza.

      Un “elefante blanco” es una obra de infraestructura que 1) tiene mayores costos que beneficios sociales, o 2) no resuelve el problema público para la que fue creada, o 3) está inconclusa, en desuso o subutilizada.

      Uno de mis pasatiempos es coleccionar fichas de “elefantes blancos” de las ciudades a las que me invitan a impartir una conferencia o un taller.

      La mayoría de mis alumnos son servidores públicos, por lo que conocen muy bien los “elefantes blancos” de la administración donde laboran y, una vez que lo comparten en clase, trato de verificarlo de primera mano. Eso me motiva para continuar con el trabajo de capacitación y asesoría en política pública, y para contribuir desde mi trinchera a detener el mal uso de los escasos recursos públicos en América Latina.

      Resultado de esta colección que he reunido a lo largo de los años, nació El País de los Elefantes Blancos, mi nuevo libro, próximo a publicarse, en él te comparto algunos de los fracasos gubernamentales icónicos que he documentado de cada una de las entidades federativas.

      Respecto a los “elefantes blancos” he llegado a varias conclusiones, pero mencionaré las dos más importantes: 1) suceden en gobiernos de todos los partidos políticos; y 2) seguramente ningún presidente de un país, gobernador o presidente municipal deseaba ver esas catástrofes, pero todos tenían a uno o más colaboradores cercanos con intereses personales en que se realizara la obra o implementara el programa y lo consiguieron gracias a sus habilidades de comunicación. Una vez anunciada y puesta en marcha la obra o el programa, era políticamente muy costoso echarse para atrás.

      Veamos ejemplos de los dos tipos de “elefantes blancos” más comunes que he identi­ficado: 1) el programa u obra que se implementó y no funciona; y 2) un programa u obra que se terminó pero no se planearon correctamente los recursos para hacerlos funcionar.

imagen1 ciudad

      A poco más de 65 km de la ciudad de Puebla, en el municipio de San José Chiapa, se encuentra Ciudad Modelo, el pueblo fantasma más caro de México. El gobierno del estado de Puebla invirtió más de mil millones de pesos para convertir Ciudad Modelo en la segunda urbe más grande de la entidad durante los próximos 30 años.

      El proyecto comenzó a construirse en el año 2014 como una medida para dar certeza a los inversionistas ante la instalación de la primera planta automotriz de Audi en el continente

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