Diseño de Políticas Públicas, 4.a edición. Julio Franco Corzo
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Los dos señalamientos son acertados y nos proponen operaciones intelectuales, administrativas, comunicativas y políticas para conducir exitosamente la política a puerto. Estos van más allá del análisis decisional, dejan ver que el autor conoce el oficio y el papel del analista de políticas no sólo en la cátedra sino en el mundo real del gobierno y la política, con sus complejidades, restricciones y obstáculos. En efecto, muchos análisis y diseños de políticas públicas, rigurosos y fundamentados, terminan por ser proyectos de pizarrón o representaciones espléndidas y correctas de futuros posibles, pero que se desploman o se distorsionan apenas se ponen en movimiento y enfrentan los laberintos de la política, las reglamentaciones, las organizaciones, los procesos administrativos y los presupuestos.
La herramienta alop de análisis representa uno de los aportes originales del libro. Si el objetivo es diseñar y ejecutar políticas públicas que efectivamente resuelvan problemas públicos y realicen objetivos de valía social, es lógico preguntarse cuáles son los factores, los componentes o las referencias que posibilitan la eficacia de la política pública y que, por consiguiente, deben tenerse presente al momento de su diseño y de su implementación.
Para Julio Franco los factores esenciales son el Análisis, el Liderazgo, la Organización y la Política (alop) y deben ser tomados en consideración y en serio tanto en el diseño como en la implementación de la política a fin de asegurar su eficacia. En este punto, el autor resume, simplifica y trata de integrar posiciones que se han presentado y debatido a lo largo de la historia intelectual de la disciplina, suscitando confrontaciones y polarizaciones.
Al inicio de la disciplina, la posición norteamericana dominante fue que la idoneidad y eficacia de una política depende de o se basa en el conocimiento racional, en un ejercicio riguroso de análisis racional. Los otros factores, el político, el administrativo, son secundarios, no determinantes. A pesar del énfasis acaso excesivo en la razón técnica, no se puede negar que la eficacia de las acciones de los gobiernos, la posibilidad de que éstas tengan efectos (los deseados), remite a la causalidad, implica verificar su origen. Justamente el descubrimiento y la validación de la causalidad, de los nexos causales (que rigen en la naturaleza y/o en la sociedad) y de los factores causales que producen los hechos sociales indeseados o deseados, es precisamente la tarea y el campo de la ciencia. No fue fortuito que la disciplina se presentara desde su nacimiento como “Ciencias de políticas”, como ciencia, no como opinión. Sin interés en la causalidad no hay ciencia en el nivel del conocimiento ni tampoco eficacia en el nivel de la acción y de la acción de gobierno.
El énfasis en la razón técnica ha incluido finos debates sobre el tipo de racionalidad que es posible o ha de exigirse en el análisis de la política y se discutió desde el comienzo si es posible y ha de exigirse la racionalidad irrestricta o más bien una “racionalidad limitada” en el análisis y diseño de la política.
Considero que la razón técnica sigue siendo la referencia fundamental de todo diseño de política, aunque la eficacia implica factores adicionales complementarios que son frecuentemente cruciales, como los que lista Julio Franco y que son:
El liderazgo creíble y convincente de un gobierno
La existencia de instituciones apropiadas y coherentes
Un aparato de administración pública dotado con las capacidades y los recursos apropiados para llevar a efecto la política decidida
La existencia de relaciones políticas apropiadas entre el gobierno y la sociedad, que favorezcan los entendimientos con los actores políticos que tienen visiones discrepantes y contrarias acerca de la política pública decidida, con los grupos de ciudadanos que están intensamente involucrados en la puesta en marcha de una política y, particularmente, con aquellos a los que afectará significativamente la política
El debate acerca de si el diseño de la política debe seguir el criterio de lo estrictamente racional y maximizador, o si lo operativamente factible, o lo políticamente viable y socialmente aceptable; es recogido, ordenado y reconciliado en el alop de Julio Franco.
Tiene la razón cuando afirma que en el diseño hay que tomar en consideración, además del análisis racional riguroso, el cuerpo de leyes y regulaciones; la existencia de un liderazgo político emprendedor (o, más realistamente, el grado o nivel de liderazgo social que tiene una autoridad); el estado que guarda la organización administrativa (su estructura, procesos, competencias del personal, equipo y recursos), la correlación de fuerzas del entorno político, que cada vez más es un entorno internacional de regímenes, organismos, regiones económicas, asociaciones multiestatales, redes transfronterizas de asuntos y causas.
La posición de Franco es correcta, y en mucho, es resultado de las características de la recepción mexicana de la disciplina, que comparte el enfoque norteamericano de la exigencia de eficacia y, por consiguiente, la necesidad de contar con información objetiva y actualizada, modelos o hipótesis causales, cálculos racionales de costos y consecuencias, pero que va más allá de las consideraciones de eficacia técnica y eficiencia económica, en razón de que las decisiones de gobierno del viejo régimen autoritario o las del reciente gobierno democrático tenían y tienen no sólo fallas técnicas, sino también institucionales y políticas.
Son numerosas las decisiones que se encuadraban o encuadran en el marco de regulaciones inapropiadas, o que son decisiones institucionalmente oportunistas o decisiones equivocadas debido a las relaciones políticas erróneas que el gobierno practica o practicaba con sus oposiciones políticas y con los sectores económicos y sociales que son fundamentales para que sus acciones sean viables, aceptables y exitosas.
Vivir en un régimen democrático en formación y consolidación impulsa a Julio Franco y a muchos otros intelectuales y analistas de políticas a incorporar en el análisis y diseño de las políticas otras referencias relevantes que no se reducen a los modelos de la razón técnica, e incluyen la calidad de la regulación, la institucionalidad (y las reformas institucionales) y los factores políticos del liderazgo, la funcionalidad del sistema político y el sentido público o sentido nacional de la clase política.
Sobran las evidencias de que se han descartado muy buenos diseños de política, racionalmente sustentados, debido a instituciones obsoletas, carencia de liderazgo convincente, o porque la actuación de la clase política obedece a sus intereses de partido más que al interés público.
En correspondencia con la teoría establecida del proceso de la política pública, que es entendida como proceso de solución de problemas públicos, Julio Franco va adelante en su exposición y nos presenta las cinco etapas del diseño:
1 El análisis del problema
2 El análisis de las soluciones,
3 El análisis de factibilidad,
4 La recomendación de política pública
5 El plan de acción de política pública
A partir del capítulo 4, Franco entra de lleno en cada una de estas actividades