Aquellos sueños olvidados. Amy Frazier

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Aquellos sueños olvidados - Amy Frazier Jazmín

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no me gusta nada hacerlo en una piscina.

      Neesa no se lo había imaginado tan amable y hasta humilde. Al contrario, en la parada le había parecido distante y orgulloso, además de muy macho. Tal vez la diferencia estaba en el Stetson, ya no lo llevaba, y aún sin él estaba que cortaba la respiración. Pero era guapo de una forma que no la repelía. eso la hizo desear conocerlo mejor.

      Un pensamiento peligroso.

      –¡Hank! –gritó Casey cuando entró en la cocina–. ¡Nadie quiere jugar conmigo a la consola! Estoy sola allí. Chris me ha dejado. Nadie me quiere.

      La niña, de seis años, parecía a punto de llorar y Hank la tomó en sus brazos.

      –¡Qué tontería! –dijo él–. Yo te quiero. Si alguna vez tengo una hija, me gustaría que fuera como tú.

      Casey se ruborizó.

      –Pero nadie quiere jugar conmigo…

      –¿Y eso te ha hecho perder la buena educación?

      Casey lo miró extrañada.

      –Tenemos una invitada. Dile hola a Neesa.

      La niña se volvió hacia ella en sus brazos.

      –Neesa no es una invitada. Es nuestra vecina. En Halloween me dio muchas golosinas. De chocolate.

      Hank la miró y levantó una ceja.

      –Es cierto –respondió Neesa–. Son mis dulces favoritos.

      –Recuérdame que venga por aquí en Halloween. A mí me encanta el chocolate.

      Hank dejó a Casey en el suelo y luego le acarició el cabello.

      –Deja que acompañe a Neesa a la puerta. Luego jugaré contigo. Ahora desaparece.

      Estaba claro que a ese hombre le gustaban los niños. Eso sería perfecto para ella.

      Cuando se volvió de nuevo hacia ella, le dedicó la misma mirada profunda de la parada del autobús y a ella casi le fallaron las piernas.

      –¿Estás bien? –dijo él tomándola por lo brazos–. De repente parece como si te hubieras mareado.

      El contacto de esas manos la mareó todavía más.

      –Estoy bien. Es que he tenido un día de trabajo muy duro.

      –Y aun así, has pensado traernos la cena. Te lo agradecemos mucho.

      –De nada. Ahora será mejor que me vaya.

      –¿Te veré mañana en la piscina?

      –Oh, no lo sé –dijo ella tratando de sonreír–. A mí tampoco me gustan mucho las piscinas artificiales.

      Él sonrió entonces ampliamente.

      –Bueno, Neesa, entonces te veré en Halloween. Guárdame una gran chocolatina.

      Le guiñó un ojo y cerró lentamente la puerta. Neesa se quedó allí un momento, con las rodillas temblorosas, anonadada y frustrada. Anonadada porque acababa de experimentar un caso extremo de atracción hacia un desconocido que, por lo que sabía, bien podía tener esposa e hijos en su rancho. Estaba claro que él era un padre con todas las de la ley. Un auténtico padrazo. Aunque fuera soltero, se le notaba mucho su deseo de tener hijos y eso lo eliminaba de su lista de solteros elegibles.

      Y también se sentía frustrada porque ese pollo le había costado un buen dinero en la tienda de comida para llevar. Por muy bien que oliera, no había logrado siquiera que Hank Whittaker le dijera que era ranchero. Ella no había tenido la menor oportunidad de hablarle de su trabajo ni de su idea.

      Maldijo en voz baja. Tendría que encontrar el bañador y demás cosas de baño para ir a la piscina al día siguiente.

      Capítulo 2

      HANK? ¿Por qué no estás casado? –le preguntó Chris cuando dejó de hinchar la colchoneta.

      ¿Por qué no lo estaba?

      Era curioso que él se sintiera muy capaz de evadirse de una pregunta similar que le hiciera un adulto, pero que fuera incapaz de hacerlo si se la hacía un niño de ocho años.

      Hank tomó un refresco de la nevera portátil y le dijo:

      –Casi lo estuve.

      –¿Y qué pasó?

      –Oh, ella era una chica de ciudad y yo un chico de campo. No estábamos de acuerdo en la mayoría de las cosas.

      –¿La querías?

      –Sí.

      Y era cierto. Le dolió mucho cuando ella lo dejó. Y aún le seguía doliendo a veces. Ese dolor le indicaba que podía buscar por donde quisiera, pero que se necesitaba una mujer muy especial para ser la esposa de un ranchero.

      –Yo te podría ayudar a encontrar otra. Mi profesora es muy bonita.

      –¿Has estado hablando con Willy? –gruñó Hank–. Mira, deja que te infle eso.

      Tomó la colchoneta y se puso a soplar para evitarse las preguntas del niño.

      Pero lo tuvo que dejar para gritarle a Casey que dejara de correr con sus amigos por el borde de la piscina.

      Además de todo eso, estaba el tumulto de gente que no paraba de gritar y chapotear.

      ¿Sobreviviría a ese fin de semana urbano?

      –Parece que tienes las manos muy ocupadas –dijo una voz femenina que le pareció conocida.

      Pero había oído tantas voces nuevas en las últimas veinticuatro horas…

      Miró por debajo del ala de su Stetson y vio una silueta muy bien formada recortándose contra el sol de la tarde. Pero su rostro estaba en sombras.

      –No necesito la colchoneta –dijo Chris de repente.

      Luego le dijo al oído a Hank:

      –Ella es incluso más bonita que mi profesora.

      Antes de que Hank pudiera responder, el niño se marchó corriendo y se tiró haciendo la bomba a la piscina.

      –¿Está ocupado este asiento? –le preguntó la voz femenina.

      –Ahora sí. Es suyo.

      Hank se llevó la mano al ala del sombrero y se levantó galantemente, maldiciendo por dentro esa invasión a su intimidad.

      –Señora… –añadió.

      –Por favor, Neesa.

      Vaya. La chica de los ojos azules y el deportivo rojo. Su fin de semana urbano se complicaba

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