¿Por qué siempre faltan dólares?. Группа авторов
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Schvarzer, J. y Tavosnaska, A. (2008), Modelos macroeconómicos en la Argentina: del “stop and go” al “go and crush”, Documentos de Trabajo nº 15, Buenos Aires.
Thirlwall, A. P. (1979), “The Balance of Payments Constraint as an Explanation of International Growth Rate Differences”, BNL Quarterly Review, 32(128): 45-53, <doi.org/10.4324/9780203495360>.
Wainer, A. (2011), “Inserción argentina en el comercio mundial. De la restricción externa al desarrollo económico”, Realidad Económica, 264: 60-88.
— (2018), “Economía y política en la Argentina kirchnerista (2003-2015)”, Revista Mexicana de Sociología, 80(2): 323-351.
[1] De modo estilizado, la versión simple de la Ley de Thirlwall establece que, dado un tipo de cambio constante y suponiendo que los términos de intercambio se mantienen estables en el largo plazo, la expansión del producto compatible con el equilibrio en la balanza de pagos se determina por el cociente entre la tasa de crecimiento de las exportaciones y la elasticidad ingreso de las importaciones. Más tarde, a este modelo “simple” se incorporaron variables que dieron cuenta de los cada vez más importantes flujos de capitales (Alleyne y Francis, 2008; Barbosa-Filho, 2001; Elliot y Rhodd, 1999).
[2] Sobre el papel de la burguesía agroexportadora durante el gobierno de Cambiemos y su reposicionamiento en el bloque en el poder, véase el capítulo 6.
[3] La dinámica de stop and go (“pare y siga”) que acompañó el proceso de industrialización sustitutiva se explica, según Diamand (1973), por la existencia de una estructura productiva desequilibrada (EPD) caracterizada por sectores con distintos niveles de productividad: un sector primario desarrollado de forma temprana, competitivo a nivel internacional y principal generador de divisas de la economía, y un sector industrial desarrollado más tardíamente, con una menor productividad relativa, deficitario en su comercio exterior y, por ende, consumidor neto de divisas. Como la producción agraria mantenía un volumen de producción más o menos estable, en períodos de crecimiento el proceso conducía a un cuello de botella en el sector externo que derivaba en la imposibilidad de sostener la paridad cambiaria. La dinámica que tomaba el ciclo puede sintetizarse de la siguiente manera: la elevación del empleo y de los salarios reales durante la fase expansiva del ciclo económico conducía a una creciente demanda tanto de bienes industriales (que eran muy dependientes de maquinaria e insumos importados) como de “bienes salario” derivados del sector agropecuario (que eran la base de las exportaciones). Dicho incremento del consumo doméstico, junto con la expansión industrial y el consecuente aumento en la demanda de bienes importados (sobre todo bienes intermedios y de capital), producían una contracción del saldo comercial hasta alcanzar un déficit (Braun y Joy, 1981; Canitrot, 1975; Diamand, 1973). Para su solución se aplicaban políticas de estabilización basadas esencialmente en la devaluación de la moneda, la reducción del gasto público y la elevación de las tasas de interés internas. Estas políticas contractivas restablecían el equilibrio de la balanza de pagos al reducir el nivel de actividad, mientras se producía una reducción de las importaciones y, en menor medida, una ampliación de los saldos exportables (Braun, 1973).
[4] Para tener una idea de la magnitud del fenómeno, cabe señalar que a fines de 1962 las reservas internacionales del BCRA habían retrocedido casi al nivel que tenían cuando se sancionó la Ley 14.780 de Radicaciones de Inversiones Extranjeras, lo que representaba un mínimo histórico (Mallon y Sourrouille, 1973).
[5] Según los cálculos realizados por Basualdo (2006), las exportaciones de manufacturas de origen industrial se expandieron entre 1962 y 1975 a una tasa del 16,7% anual. De esta manera, pasaron de explicar el 7% en 1962 al 21% en 1975.
[6] Durante el gobierno de Duhalde se produjo una maxidevaluación del peso (del orden del 67%), la pesificación y el congelamiento de las tarifas de los servicios públicos, la pesificación de las deudas contraídas en el sistema financiero nacional y la reimplantación de retenciones a las exportaciones, medidas que generaron un cambio en los precios relativos favorable a las actividades transables. El gobierno de Néstor Kirchner procuró mantener este esquema de precios relativos tratando de evitar una pronunciada apreciación del tipo de cambio real, incrementó las retenciones a las exportaciones de los principales productos agropecuarios (en especial a la soja) y propició una sustancial reducción de la tasa de interés (que incluso llegó a ser negativa en términos reales). Al respecto, véase, entre otros trabajos, Cantamutto y Wainer (2013).
[7] En seis de los diez años el incremento de los precios superó proporcionalmente al de las cantidades, en tanto la contracción que sufrieron las exportaciones en 2009 (en torno al 20%) se explica en partes iguales por la evolución de los precios y las cantidades.
[8] Hay elementos que permiten pensar que el 6% de caída del producto bruto en 2009 podría estar sobreestimado, ya que tanto la versión anterior de la serie del PIB 2004 como la iniciada en 1993 mostraban un estancamiento y no una contracción en dicho año. Por otro lado, el valor negativo registrado en la última revisión de la serie –realizada en 2016– resulta muy elevado si se la compara con otras estimaciones alternativas, en tanto el crecimiento registrado en 2010 (10,4%) muestra una recuperación excepcional.
[9] Sobre las diversas medidas de regulación del comercio exterior implementadas durante el segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, véase el capítulo 4.
[10] El único año entre 2011 y 2015 en el cual no se registró pérdida de reservas fue 2014 (aumentaron en algo más de 1000 millones de dólares). Ello se debió principalmente a la activación de distintos tramos de un acuerdo financiero con China (swap), al que se sumaron otros factores como la mejora en el saldo comercial y la licitación de nuevas bandas de telefonía móvil. El excedente comercial de 2014 estuvo muy influido por una caída cercana al 20% de las importaciones de bienes, por el cuadro recesivo imperante en la economía doméstica a partir de la devaluación de la moneda a comienzos de ese año y la aplicación de una política monetaria más restrictiva.
[11] El déficit conjunto entre viajes y transporte aumentó constantemente desde 2011 –con la sola excepción de 2014, año de una fuerte devaluación–, y pasó de 2663 millones de dólares a 4210 millones en 2015 y 9261 millones en 2017, el año con el registro más elevado. En particular, el déficit que más creció fue en el rubro viajes, ya que se multiplicó por 25 entre 2011 y 2017 –pasó de 236 millones de dólares a 6009 millones–, mientras que el resultado negativo en transporte se incrementó en un 30% en el mismo período.
[12] A fines de octubre de 2011 se implementó una autorización especial ante la autoridad fiscal (AFIP) para todos