Seducidos por el amor - Un retorno inesperado - Nunca digas adiós. Кэрол Мортимер
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Читать онлайн книгу Seducidos por el amor - Un retorno inesperado - Nunca digas adiós - Кэрол Мортимер страница 14
Jane sabía exactamente por qué ella no había dejado de pensar en el pasado y en Paul durante la última semana. La aparición de Gabriel Vaughan había despertado recuerdos que creía ya prácticamente muertos. Y Gabe, aunque fuera inconscientemente, parecía haberla reconocido.
¿Cuánto tiempo tardaría en llegar a ser consciente de aquellos recuerdos que estaban trabajando a escondidas en su mente?
–No tengo el menor interés en saber por qué, Gabe. La única respuesta que puedo darte es que no tengo ningún interés en ti –lo miró desafiante, sintiendo los violentos latidos de su corazón en el pecho.
–Sabes condenadamente bien que eso no es cierto –replicó él–. Pero quien quiera que fuera él, Jane, no se merece que vivas escondida en…
–¿En mi torre de marfil? –terminó Jane por él. Estaba enfadada consigo misma y con Gabe. La enfurecía el rubor que había cubierto sus mejillas cuando Gabe había desmentido su negativa. Y estaba enfadada porque Gabe estaba derrumbando las barreras que había levantado en torno a sus sentimientos–. ¿Y Jennifer merecía la pena? –le preguntó con toda intención.
–Muy ingeniosa, Jane, pero no te va a servir de nada. Jennifer, y todo lo que hizo mientras estaba viva, ha perdido toda la capacidad de hacerme daño.
–¿Y el dolor causado por su muerte? –preguntó con crueldad. Pero en cuanto vio la mirada escrutadora de Gabe deseó no haberlo hecho. Los nervios le estaban haciendo bajar la guardia.
–Jennifer murió en un accidente de coche, Jane –le explicó Gabe suavemente–. Y no hay nada más definitivo que la muerte. A partir de ella, la gente deja de hacerte daño.
–¿Estás seguro? –preguntó ella con voz ronca.
–Si Jennifer no hubiera muerto cuando lo hizo, habría terminado estrangulándola yo mismo.
No era cierto. Jane sabía que no era cierto. Porque tres años atrás, Gabe parecía haberse vuelto loco tras la muerte de su esposa; necesitaba culpar a alguien de lo ocurrido y, al haber muerto la única persona a la que podía responsabilizar, había dirigido su furia y su humillación hacia la única persona que había quedado en una situación tan lamentable como la suya.
Gabe tenía razón al imaginar que había sido un hombre el que la había obligado a refugiarse en su torre de marfil. Era el mismo hombre parcialmente responsable de su cambio de vida.
El mismo del que había estado huyendo durante tres años.
Y ese hombre era Gabriel Vaughan.
Capítulo 5
–NO TE preocupes tanto, Jane –se burló Gabe–. Esos instintos asesinos estaban exclusivamente dirigidos a Jennifer. En realidad, aborrezco la violencia.
Y ella también. Pero, sin embargo, no era ajena a ella…
–Dicen que es muy pequeña la barrera que separa el odio del amor.
Y ella también lo sabía por experiencia. Se había casado con Paul estando perdidamente enamorada de él, pero al final de los cuatro años de matrimonio, lo odiaba. Por lo que le había hecho a su familia y por todo lo que le había quitado a ella.
Y también sabía que por difícil que hubiera sido vivir con ella y por egoísta que Jennifer fuera, Gabe la había amado. Al menos lo suficiente como para salir en busca de toda persona a la que creía involucrada con su muerte.
–¿No deberíamos terminar de hacer la cena? –sugirió Gabe.
Jane continuó mirándolo en silencio. Ya no tenía ningún interés en cocinar, y mucho menos en cenar. No, después de lo que Gabe había dicho… Y de la forma que la había besado.
–Vamos, Jane –la animó Gabe alegremente–. A los dos nos sentará bien comer –se volvió y continuó cocinando como si no hubiera nada más que discutir. Se notaba que era un hombre acostumbrado a dar órdenes y a ser obedecido.
Pero no fue aquel ejercicio de autoridad el que impulsó a Jane a seguir cocinando. La razón fue mucho más sencilla. Cuando cocinaba, se sentía creando algo y era capaz de olvidarse de todo lo que la rodeaba. Y, después de haber estado pensando en su matrimonio con Paul, necesitaba urgentemente evadirse.
–¡Excelentes! –exclamaba Gabe tiempo después, tras haber terminado los espaguetis de su plato–. Creo que deberíamos hacer negocios juntos.
Jane le dirigió una dura mirada, pero pronto adivinó que Gabe estaba bromeando.
–No te imagino trabajando para nadie –replicó entonces Jane sonriente.
–Yo estaba pensando en algo más parecido a una sociedad.
–¡Y yo estaba pensando en el tipo de clientes para los que trabajo!
Gabe rio suavemente.
–¿Por qué una cocinera de tu categoría no se decide a poner un restaurante, como sugirió Felicity la otra noche? –le preguntó con interés–. Seguramente, en un restaurante, tendrías más clientes, más…
–Más gente trabajando para mí y, en definitiva, más complicaciones –se encogió de hombros.
Cuando había comenzado a montar su negocio, no habían sido esas las razones que la habían decidido a trabajar sola. No tenía dinero suficiente para invertirlo en un restaurante. Con lo único que había podido contar había sido con ella misma y su talento para la cocina.
–Y tú eres una persona a la que le gusta evitarse complicaciones, ¿verdad?
–Pensé que tendría más posibilidades de éxito si nadie dependía económicamente de mí.
–Pero eso fue al principio. ¿Y ahora? Ya has consolidado una importante clientela, no te costaría mucho…
–No todo el mundo es tan ambicioso como tú, Gabe. Hace tres años ni siquiera tenía este negocio…
–¿Qué pasó hace tres años? –la interrumpió Gabe suavemente–. Es simple curiosidad –le aseguró al advertir su mirada asustada–. Aunque quizá no haya formulado la pregunta de forma correcta. Quizá debería haberte preguntado a qué te dedicabas antes de montar este negocio.
Hasta los dieciocho años, Jane se había dedicado a estudiar. Cumplidos los dieciocho, en vez de matricularse en la universidad, había decidido ir a Francia a tomar un curso avanzado de cocina. A los veinte, pocos meses antes de regresar a su casa, había conocido a Paul y se habían comprometido. A los veintiuno estaba casada. Y viuda a los veinticinco. En los detalles de la vida con Paul, prefería no pensar.
–Estaba