El libro de la vida y la muerte. Osho

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El libro de la vida y la muerte - Osho Sabiduría Perenne

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beber, dormir, moverse, discutir, amar, hacer amigos y crear enemistades, de repente, en el momento de la muerte, también percibe que la vida se le escurre entre los dedos. Que lo que había creído que era la vida no lo es en realidad. Ésos eran simplemente actos, visibles a la luz de la vida. Al igual que los objetos se ven en presencia de la luz, también la persona ha visto ciertas cosas cuando la luz de su interior estuvo presente. Tomó alimentos, hizo amigos, creó enemistad, construyó casas, ganó dinero y alcanzó una posición elevada; todo ello son cosas vistas a la luz de la vida. Ahora, en el momento de la muerte, se da cuenta de que se le escapan.

      Así que ahora cree que se ha ido, que se muere y que pierde la vida para siempre. Ya ha visto morir a otras personas y la ilusión social de que el ser humano muere está grabada en su mente. Así que siente que se muere. Su conclusión también forma parte de esa misma ilusión social. Siente que se muere igual que otros han muerto antes que él.

      Se ve a sí misma rodeada de sus seres queridos, de su familia y conocidos, que lloran amargamente. Ahora su ilusión empieza a confirmarse. Todo ello crea un efecto hipnótico en la persona. Toda esa gente –la situación es ideal–, el médico a su lado, el oxígeno preparado, toda la atmósfera de la casa ha cambiado, la gente llorando… Ahora esa persona está segura de su muerte. La ilusión social de que se está muriendo atenaza su mente. Los amigos y conocidos que la rodean empiezan a proyectar sobre la persona el hechizo hipnótico de que está a punto de morir. Alguien le toma el pulso. Todo ello convence a esa persona de que está a punto de morir, de que todo lo que siempre se ha hecho con los moribundos le está sucediendo ahora a ella.

      Eso es hipnotismo social. La persona está totalmente convencida de que está a punto de morir, de que se está muriendo, de que se va. Esta hipnosis de muerte hará que se vuelva inconsciente, asustada y que esté horrorizada; le hará encogerse, sintiendo: «Estoy a punto de morir, estoy a punto de morir. ¿Qué debo hacer?». Superada por el miedo, la persona cerrará los ojos y en ese estado de miedo se volverá inconsciente.

      De hecho, caer inconsciente es un mecanismo que solemos utilizar frente a todo lo que tememos. Si padecemos de dolor de estómago, por ejemplo, y si el dolor se hace insoportable, entonces caemos en la inconsciencia. Sólo es un truco que usamos para desconectar la mente, para olvidar el dolor. Cuando el dolor es demasiado agudo, caer inconsciente es un truco mental… pues no queremos seguir padeciendo el dolor. Cuando el dolor no desaparece, la única alternativa es desconectar la mente. Se “desconecta” para permanecer inconsciente del dolor.

      Así pues, caer inconsciente es nuestra única manera de lidiar con el dolor insoportable. No obstante, recordad que no existe nada que se denomine «dolor insoportable»: sólo sentís dolor mientras resulta soportable. Tan pronto como alcanza un punto en que se vuelve insoportable, entonces desaparecéis; por eso nunca sentís dolores insoportables. No creáis una palabra si alguien dice que sufre un dolor insoportable, porque esa persona que os habla sigue consciente. Si el dolor se hubiese tornado insoportable estaría inconsciente. El truco natural hubiera funcionado y habría perdido la consciencia. Tan pronto como alguien traspasa el límite de lo soportable cae inconsciente.

      Si incluso las enfermedades menores nos asustan lo suficiente como para caer inconscientes, ¿qué decir del pensamiento aterrador de la muerte? ¡La idea de la muerte nos mata! Perdemos la consciencia, y en ese estado inconsciente tiene lugar la muerte. Por lo tanto, cuando digo que la muerte es una ilusión no quiero decir que sea una ilusión que le suceda al cuerpo o al alma. Yo lo llamo ilusión social, un tipo de ilusión que hemos cultivado en todos los niños. Les adoctrinamos con la idea: «vas a morir, y así es como tiene lugar la muerte». Así que, para cuando el niño ha crecido, ya ha asimilado todos los síntomas de la muerte, y cuando dichos síntomas le son aplicables se limita a cerrar los ojos y cae en la inconsciencia. Está hipnotizado.

      La técnica de la meditación activa es justo lo contrario. Se trata de una técnica para entrar conscientemente en la muerte. En el Tíbet esta técnica se conoce como bardo. Al igual que la gente hipnotiza a una persona en el momento de su muerte, de igual manera, la gente que utiliza el bardo proporciona sugerencias antihipnóticas a la persona moribunda. En el bardo, las personas reunidas alrededor de alguien que está a punto de morir le dicen: «No estás muriendo, porque nunca ha muerto nadie». Le proporcionan sugerencias antihipnóticas. No hay gemidos ni lloros; sólo eso. La gente se reunirá a su alrededor y el sacerdote del pueblo llegará y le dirá: «No estás muriendo, porque nunca ha muerto nadie. Partirás relajado y totalmente consciente. No morirás, porque nunca muere nadie».

      La persona cierra los ojos y le es narrado todo el proceso: ahora su energía vital ha abandonado sus piernas, ahora sus manos, a continuación ya no puede hablar, y así… Y no obstante, se le dice que sigue siendo, que continúa, y se le siguen ofreciendo todas esas sugerencias, continuamente, que simplemente son antihipnóticas. Eso significa que tienen por objeto que la persona no se aferre a la ilusión social de que está a punto de morir. A fin de evitar que lo haga, la gente utiliza el bardo como antídoto.

      El día en que este mundo cuente con una actitud sana frente a la muerte, entonces el bardo no será necesario. Pero somos gente muy malsana; vivimos en una gran ilusión, y a causa de esa ilusión es necesario el antídoto. Siempre que muere alguien, sus seres queridos deberían intentar que haga pedazos la ilusión de que está muriendo. Si pudieran mantener despierta a la persona, si pudieran recordárselo en cada instante…

      Luego la conciencia se retira del cuerpo, pero no lo hace de golpe; todo el cuerpo no muere al mismo tiempo. La conciencia se encoge dentro y va abandonando las diversas partes del cuerpo poco a poco. Se retira por etapas, y todas las etapas de esta contracción pueden serle referidas a la persona agonizante a fin de mantenerle consciente.

      Cuando un maestro zen se estaba muriendo reunió al resto de los monjes a su alrededor y les dijo:

      –Quiero pediros algo. Ha llegado mi hora, pero siento que no tiene sentido morir como lo hace todo el mundo. Son muchos los que han muerto de la misma manera. No tiene gracia. Mi pregunta es: ¿Habéis visto morirse andando a alguien?

      –No hemos visto a nadie hacerlo así, pero hemos oído que cierto místico murió andando –contestaron los monjes.

      –Muy bien, ¡olvidaos de ello! Dejad que os pregunte lo siguiente: ¿Habéis visto algún místico morir cabeza abajo? –preguntó el maestro.

      –Ni siquiera en sueños podríamos concebir algo así, por no hablar de haberlo visto –dijeron los allí reunidos.

      –Muy bien –dijo el maestro–. Pues así será.

      Se puso cabeza abajo y murió.

      La gente que le rodeaba se asustó. Ver un cadáver desconocido ya resulta bastante atemorizador, pero intentar bajar un cadáver que se sostiene sobre la cabeza es todavía peor. El maestro era un hombre peligroso. ¡En qué postura se había colocado…! Ya muerto nadie se atrevió a bajarlo y depositarlo sobre el féretro. Entonces alguien sugirió que llamasen a su hermana mayor, una monja que vivía en un monasterio cercano. Tenía fama de que cuando el maestro se comportaba mal de pequeño ella le cantaba las cuarenta.

      Fueron a buscar a la hermana y la pusieron al corriente. Ella pareció molesta por todo el asunto.

      –Siempre ha sido muy enredador. No ha abandonado sus viejas costumbres ni siquiera de viejo. ¡Ni siquiera a la hora de morir ha podido dejar de hacer una jugarreta! –dijo ella.

      Así que la mujer, que tenía noventa años, cogió su bastón y se dirigió hacia donde estaba el cadáver de su hermano. Al llegar, golpeó con fuerza el bastón contra el suelo y exclamó:

      –¡Deja de hacer tonterías! Si tienes

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