El libro de la vida y la muerte. Osho

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El libro de la vida y la muerte - Osho Sabiduría Perenne

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me estaba divirtiendo –dijo–. Sentía curiosidad por ver qué es lo que iban a hacer todos éstos. Ahora me tenderé en el lecho y moriré de manera convencional.

      Se tendió en la cama y murió.

      Su hermana se alejó, diciendo:

      –Ahora ya está bien. Disponed de él –dijo, sin mirar atrás–. Así es como se hacen las cosas. Hagáis lo que hagáis, hacedlo de la manera adecuada.

      Así que nuestra ilusión de la muerte es una ilusión social. Si contáis con una pequeña experiencia de meditación –si alguna vez habéis tenido un pequeño atisbo de la verdad de que estáis separados de vuestro cuerpo, si la sensación de desidentificación con el cuerpo ha penetrado en vuestro interior aunque sólo sea por un momento– no estaréis inconscientes en el momento de la muerte. De hecho, entonces vuestro estado de inconsciencia ya habrá quedado deshecho.

      Nadie puede morir con conocimiento, conscientemente, porque permanece consciente todo el tiempo de que no está muriendo, de que algo muere en él, pero que no es él. Observa su separación y finalmente descubre que su cuerpo está allí tendido, lejos de él, a distancia. Entonces la muerte se convierte simplemente en una separación; es como si se interrumpiese una conexión. Es como si fuese a salir de una casa, y sus moradores, inconscientes del mundo más allá de esas cuatro paredes, fueran a salir hasta la puerta y despedirme entre lágrimas, sintiendo que el hombre que han salido a despedir fuese a morir.

      La separación del cuerpo y la conciencia es la muerte. Como existe esa separación, no tiene sentido llamarla muerte… es como soltar, romper una conexión. No es nada más que cambiarse de ropa. Así pues, alguien que muere con conocimiento nunca muere, y por ello la cuestión de la muerte nunca surge para él. Nunca llamaría muerte a una ilusión. Ni siquiera sabría decir quién muere y quién no. Sólo diría que lo que llamamos vida hasta ayer era meramente una asociación. Esta asociación se ha roto. Ahora ha empezado una nueva vida que, en el sentido anterior, no es una asociación. Tal vez sea una nueva conexión, un nuevo viaje.

      Pero sólo puede morirse en un estado de conciencia cuando se ha vivido con conciencia. Si has aprendido a vivir conscientemente, podrás morir de la misma manera, porque el morir no es sino un fenómeno de la vida; tiene lugar en la vida. En otras palabras, la muerte es el suceso final de lo que entiendes que es la vida. No es nada que suceda fuera de la vida.

      Es como un árbol que da fruto. Primero el fruto es verde, luego empieza a volverse amarillo. Cada vez es más amarillo hasta que finalmente es totalmente amarillo y cae del árbol. Esa caída del árbol no es un suceso aparte del proceso de maduración del fruto, sino que es la consumación final de la maduración.

      La caída del fruto del árbol no es un suceso externo, sino más bien la culminación del proceso de amarilleamiento, de maduración, por el que ha pasado. ¿Qué sucedía cuando el fruto era verde? Se estaba preparando para enfrentar el mismo suceso final. Y ese mismo proceso continuaba cuando todavía ni siquiera había florecido en la rama, cuando seguía oculto en el interior de la rama. También en ese estado se preparaba para el suceso final. ¿Y cuando el árbol ni siquiera se había manifestado, cuando continuaba en el interior de la semilla? También entonces se estaba preparando el mismo suceso. ¿Y cuando la semilla ni siquiera había nacido y se hallaba oculta en algún otro árbol? También entonces se llevaba a cabo el mismo proceso.

      Así pues, el suceso de la muerte forma parte de la cadena de acontecimientos que pertenecen a un mismo fenómeno. El suceso final no es el fin, es sólo una separación. Una relación, un orden, es reemplazado por otra relación, por otro orden.

      4. ORIENTE Y OCCIDENTE, MUERTE Y SEXO

      Hasta el presente, sobre la tierra han existido dos tipos de culturas, ambos inclinados hacia un lado y desequilibrados. Todavía no ha sido posible desarrollar una cultura total, completa y santa.

      Ahora mismo, en Occidente, se ha dado completa libertad al sexo, pero –puede que no lo hayáis observado– la muerte ha sido suprimida. Nadie quiere hablar de la muerte; todo el mundo habla de sexo. Existe una vasta literatura pornográfica sobre el sexo. Existen revistas como Playboy, obscenas, morbosas, enfermizas y neuróticas. En Occidente existe una obsesión neurótica acerca del sexo ¿pero, y la muerte? Muerte es la palabra tabú. Si hablas de la muerte con alguien, la gente pensará que eres morboso: «¿Por qué hablas de la muerte?». Come, bebe, diviértete… ése es el lema. «¿Por qué sacas el tema de la muerte? Déjalo estar. No hables de ello».

      En Oriente, el sexo ha sido suprimido, pero se habla de la muerte con libertad. Al igual que en Occidente hay una literatura sexual y obscenamente pornográfica, en Oriente también existe un tipo de pornografía distinta. Yo la llamo la pornografía de la muerte, tan obscena y morbosa como la sexual de Occidente. He leído escrituras que… Podéis hallarlas en cualquier sitio; casi todas las escrituras indias están llenas de pornografía de la muerte. Hablan demasiado de la muerte. Nunca hablan de sexo; la sexualidad es tabú. Hablan sobre la muerte.

      Y los denominados mahatmas de la India no dejan de hablar de la muerte. Hacen continuos comentarios sobre ella. Si amas a una mujer, te dicen: «¿Pero qué estás haciendo? ¿Qué es una mujer? Sólo un saco de piel. Y dentro contiene todo tipo de cosas desagradables». Y empiezan a hablar de todas esas cosas repugnantes; parece que disfruten haciéndolo. Son morbosos. Hablan sobre las flemas del interior del cuerpo, de la sangre y la carne; hablan del estómago y del vientre, lleno de excrementos, de la vejiga llena de orina. «Eso es lo que es tu mujer tan preciosa. ¡Un saco de mierda! Y tú te vas a enamorar de un saco así. Ándate con ojo.»

      Pero eso es algo que puede comprenderse: en Oriente, cuando quieren hacerte consciente de que la vida es sucia entonces echan mano de la mujer; en Occidente, cuando te quieren convencer de que es hermosa entonces también acuden a la mujer. No tenéis más que echar una ojeada a Playboy; sus chicas son de plástico, tan hermosas. Pero no existen en el mundo; no son reales. Son trucos fotográficos… en los que todo tiene que rehacerse y retocarse una y otra vez. Y resulta que se convierten en los ideales de miles de hombres que fantasean y sueñan con ellas.

      La pornografía sexual depende del cuerpo de la mujer y la pornografía mortal también depende del cuerpo de la mujer. Y cuando dicen: «¿Te estás enamorando? Esa jovencita no tardará en envejecer. No tardará en convertirse en una vieja bruja. No te despistes y no te enamores, porque esa mujer morirá, y entonces llorarás y gritarás, y no harás más que sufrir». Si quieres crear nueva vida se necesita el cuerpo de una mujer. Si quieres hacer patente la muerte, también necesitas el cuerpo de una mujer.

      El hombre parece estar continuamente obsesionado con el cuerpo de la mujer, no importa si son playboys o mahatmas. ¿Por qué? Siempre sucede igual: siempre que una sociedad suprime el sexo expresa la muerte; siempre que una sociedad suprime la muerte se vuelve expresiva acerca del sexo. Porque la muerte y el sexo son las dos polaridades de la vida. El sexo significa vida, porque la vida surge de él. La vida es un fenómeno sexual, y la muerte es su final.

      Y si pensáis en ambos a la vez parece existir una contradicción; no podéis reconciliar sexo y muerte. ¿Cómo lograrlo? Es más fácil olvidarse de uno y recordar el otro. A vuestra mente le resultará muy difícil comprender cómo ambas cosas existen a la vez si recordáis ambas, y lo cierto es que existen juntas, son congruentes. De hecho, no son dos, sino la misma energía en dos estados: activa e inactiva, yin y yang.

      ¿Os habéis dado cuenta? Mientras le hacéis el amor a una mujer llega un momento de orgasmo en el que sentís miedo, estáis asustados, tembláis; es así porque en la cumbre del orgasmo la muerte y la vida coexisten juntas. Experimentáis la cumbre de la vida y la profundidad de la muerte. Cumbre

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