El libro de la vida y la muerte. Osho
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Un hombre consciente vería inmediatamente que muerte y sexo son una única energía, y una cultura total, íntegra, santa, aceptaría ambas. No estaría desequilibrada; no se trasladaría a un extremo para evitar el otro. En cada momento sois vida y muerte. Comprenderlo es trascender la dualidad.
Sólo cuando una persona se hace consciente de la muerte es posible una vida de autodisciplina. Si sólo eres consciente del sexo, de la vida, y has estado evitando la muerte, escapando de ella, cerrando tus ojos a su realidad, manteniéndola siempre oculta en la inconsciencia, entonces no podrás crear una vida de autodisciplina. ¿Para qué? Entonces tu vida será una vida de indulgencias: comer, beber y pasarlo bien. No hay nada malo en ello, pero no es una imagen completa. Sólo es una parte, y cuando confundes la parte con el todo, te equivocas… te equivocas enormemente.
Los animales no tienen conciencia alguna de la muerte: por eso es imposible que un maestro de meditación pueda enseñarles algo. No hay ninguna posibilidad, porque ningún animal está preparado para la autodisciplina. El animal preguntaría: «¿para qué?». Sólo existe la vida, no hay muerte, porque el animal no es consciente de que vaya a morir. Si eres consciente de que vas a morir, entonces empiezas a replanteártelo todo acerca de la vida. Entonces querrás que la muerte sea absorbida en la vida.
La autodisciplina aparece cuando la muerte es absorbida en la vida. Entonces vives pero lo haces recordando la muerte. Te mueves de aquí para allá pero siempre sabes que te mueves hacia la muerte. Disfrutas, pero siempre sabes que eso no durará para siempre. La muerte se convierte en tu sombra, en parte de tu ser, en parte de tu perspectiva. Has absorbido la muerte… y entonces es posible la autodisciplina. A partir de ahora pensarás: «¿cómo vivir?», porque la vida no será ya el único objetivo; la muerte también formará parte de ella. «¿Cómo vivir?», de manera que puedas vivir y también morir de manera hermosa. «¿Cómo vivir?» para que la vida no sólo se convierta en un crescendo de gozo, sino para que la muerte sea lo más elevado, pues la muerte es el clímax de la vida.
Vivir de manera que seas capaz de vivir y morir totalmente, ése es el sentido de la autodisciplina. La autodiciplina no es supresión; es vivir una vida dirigida, una vida con un sentido de la dirección. Es vivir una vida totalmente alerta y consciente de la muerte. Entonces tu río de vida cuenta con ambas orillas. Vida y muerte, y el río de conciencia fluye entre ambas. Cualquiera que intente vivir la vida negando la muerte intenta discurrir a lo largo de una única orilla; ese río de conciencia no puede ser total. Le faltará algo; algo muy hermoso. Su vida será superficial, no habrá profundidad en ella. Sin la muerte no hay profundidad.
Y si vas a parar al otro extremo, como han hecho los indios, empiezan a vivir continuamente en la muerte: asustados, temerosos, rezando, haciendo todo tipo de cosas para intentar convertirse en inmortales, dejando de vivir. Eso también es una obsesión. También fluyen únicamente por una orilla; su vida también será una tragedia.
Occidente es una tragedia, Oriente es otra tragedia, porque una vida total todavía no ha sido posible. ¿Es posible tener una bonita vida sexual recordando la muerte? ¿Es posible amar, amar profundamente, sabiendo muy bien que vas a morir y que la persona amada también morirá? Si fuese posible entonces también sería posible una vida total. Entonces estaríamos totalmente equilibrados; entonces estaríamos completos. Entonces no nos faltaría nada; entonces estaríamos satisfechos, y sobre nosotros descendería un gran contento.
En Oriente se han desarrollado muchas disciplinas que permiten que una persona sepa de antemano cuándo va a morir. Pero ¿para qué preocuparse de ello? ¿Servirá para algo? ¿Qué sentido tiene?
Si preguntamos a los psicólogos occidentales, dirían que es algo anormal, una especie de morbosidad. ¿Por qué preocuparse de la muerte? Evítala. Sigue creyendo que la muerte no sucederá, al menos no a ti. Siempre le ocurre a algún otro. Has visto morir a gente, pero nunca te has visto morir a ti mismo, ¿para qué preocuparse, entonces? Puede que seas la excepción.
Pero nadie está excluido, y la muerte ya viene sucediendo desde tu nacimiento, así que no puedes evitarla. Ahora el nacer está más allá de tu poder. No puedes hacer nada al respecto; ya ha sucedido, ya ha pasado. Ya queda atrás, y no puedes evitarlo ni modificarlo. La muerte te aguarda por delante, y es posible hacer algo al respecto.
Toda religión oriental depende de la visión de la muerte, porque ésa es la posibilidad que va a suceder. Si lo sabes de antemano, entonces las posibilidades son tremendas. Se abren muchas puertas. Puedes morir a tu manera. Puedes morir dejando tu propia rúbrica al hacerlo. Puedes arreglártelas para no volver a nacer… Ése es todo el significado.
No se trata de morbosidad. Es algo muy científico. Cuando alguien va a morir, es una tontería no pensar en la muerte, no meditar en ella, no concentrarse en ella, no comprenderla profundamente.
Va a suceder. Y si lo sabes, es mucho lo que se puede hacer.
Patañjali, el fundador del Yoga, dice que puede conocerse de antemano incluso la fecha exacta, la hora, el minuto y el segundo de la muerte. Si sabes exactamente cuándo va a llegar la muerte, puedes prepararte. Hay que recibir a la muerte como a una gran invitada. No es una enemiga. De hecho, es un don de Dios. Es una gran oportunidad. Puede convertirse en un gran progreso; si puedes morir alerta, consciente, atento, nunca volverás a nacer, y nunca volverá a tener lugar la muerte. Si no, volverás a nacer. Si no haces más que perder la oportunidad entonces nacerás una y otra vez, a menos que aprendas la lección de la muerte.
La intensidad de la muerte es tal que casi siempre la gente cae en la inconsciencia. No pueden soportarla. En el momento en que llega la muerte están tan asustados, tan llenos de ansiedad, que para evitarla se tornan inconscientes. Casi el noventa y nueve por ciento de las personas que mueren lo hacen inconscientes. Pierden la oportunidad.
Conocer la muerte de antemano es un método para ayudar a prepararte, de manera que cuando te llegue estés totalmente alerta y consciente, a la espera, listo para ir con ella, listo para rendirte y para abrazar la muerte. Una vez que hayas aceptado la muerte con atención, no habrá más nacimientos para ti, habrás aprendido la lección. No habrá más vuelta al colegio. La vida es sólo un colegio, una disciplina; una disciplina para aprender la muerte. Eso no es morbosidad.
Antes de que muera una persona sucede algo, casi nueve meses antes. Por lo general no somos conscientes porque el fenómeno es muy sutil. Digo «casi nueve meses» porque no siempre es así. Depende: sería como el tiempo entre la concepción y el nacimiento. Si naciste tras permanecer en la matriz diez meses, entonces serán diez meses. Si naciste al cabo de siete, entonces serán siete meses. Depende del tiempo transcurrido entre la concepción y el nacimiento.
Exactamente ese mismo tiempo antes de la muerte hay algo que hace “clic” en el hara, el centro del ombligo. Tiene que hacer “clic” porque entre la concepción y el nacimiento existe un lapso de nueve meses. Nueve meses te costó nacer, y exactamente el mismo tiempo te costará morir. Igual que te preparaste nueve meses en el vientre de tu madre antes de nacer, también deberás prepararte nueve meses para morir. Entonces se completará el ciclo. Sucederá algo en la zona del ombligo. Quienes permanezcan atentos sabrán de inmediato que algo se ha roto en esa zona, que la muerte se cierne sobre ellos. Aproximadamente nueve meses…
También hay otros presagios y portentos. Exactamente seis meses antes de morir una persona es cada vez más incapaz de verse la punta de la nariz porque sus ojos empiezan a girar hacia arriba, muy lentamente. Con la muerte se vuelven totalmente hacia arriba, pero empiezan a hacerlo antes de morir. Cuando nace un niño le cuesta casi seis meses –es lo normal, aunque pueden haber excepciones– fijar la vista. Mientras tanto, sus ojos están