50 leyes del poder en El Padrino. Alberto Mayol

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“Nuestros intereses son cosa nostra. Nuestro mundo es cosa nostra”. ¿Qué ley debe regir sobre ese mundo? La propia. Por lo tanto, dirá Vito, quienes juegan el peligroso juego de avanzar por el margen del camino deben mantenerse unidos, pues es el único modo de evitar interferencias.

      La demostración de Corleone sobre esta sabiduría es un gran sacrificio. En nombre de este ideario señalará ante la Comisión de familias que no vengará la muerte de Sonny, de su hijo. El bien común es lo primero y frente a él dará la marca de Caín a los asesinos de su hijo: nadie podrá tocarlos. Afirmará que ninguno de los suyos levantará un solo dedo contra ninguno de los presentes en la reunión, salvo que la provocación sea intolerable. Vito dirá que está dispuesto a sacrificar sus intereses comerciales en aras del bien común. Pero aclarará un último punto. Dice tener un problema personal: que su hijo menor (Michael), acusado de las muertes de Sollozzo y de un capitán de la policía, está obligado a vivir exiliado en Sicilia sin poder volver a Nueva York. Y exige así su retorno.

      La paz de Corleone es un gesto, es la tranquilidad y la amenaza. El mundo es siempre doble. De alguna manera dice: “este es nuestro asunto, proteger nuestros intereses, nuestro mundo y aun cuando tengo problemas también estoy dispuesto a ayudarlos a todos en sus problemas, pero ustedes me tienen que ayudar a mí”.

      He aquí el carácter fundante de lo que hemos llamado el “Principio constituyente del acto político en El Padrino”: cada acto debe tener su razón, su moral y su estrategia. Esa es la tríada. Pero estos tres conceptos no son lo más importante de este principio constituyente. Lo clave radica en el posesivo su. No se trata de la razón, de la moral, de la estrategia. Se trata de aquella razón, aquella moral y aquella estrategia que le son propias a la existencia misma de quien debe actuar.

      La única filosofía que pesa sobre los hombros es necesariamente situacional. El abstracto poder es en realidad un animal siempre concreto, un fantasma sólido como una roca. ¿Qué es la razón? La comprensión de los intereses en juego, la comprensión de qué quiere el otro, qué está buscando, y el asumir que es legítimo que lo quiera. ¿Qué es la moral? Es la reciprocidad, en primer lugar (los favores), pero es también comprender que nunca se debe abusar del mal, no se debe ofender, siempre se debe intentar razonar; el mal solo va de vuelta, uno no debe aplicar el mal de ida, y el bien se paga. ¿Qué es la estrategia? La acción política es meditada y jamás inmediata, hay que desconfiar radicalmente del ahora, lo que no significa la inacción, por supuesto, pero significa tener una estrategia.

      La Cosa Nostra es algo así como la conciencia de clase. Se trata de la comprensión, por parte de un grupo, de que nadie puede representar sus intereses mejor que ellos mismos, pues estos asuntos no son delegables. Y ello implica, en ese contexto, que todo lo que afecte a los intereses comunes de un grupo, en este caso una familia determinada (que es una estructura organizacional de varias familias), debe ser comprendido desde la conciencia de la posición verdadera en la sociedad. Un grupo que busca acumular poder debe comprender dónde está parado, qué recursos tiene y cuáles son sus intereses. Y debe comprender que sus asuntos son estricta e intensamente propios.

      Al Capone no tuvo conciencia de clase, no comprendió el alcance verdadero de su poder, mucho más modesto de lo que imaginaba, no comprendió que aun cuando ganaba dinero a manos llenas caminaba sobre un escenario enemigo. Tener claridad de que los asuntos propios son propios no es una comprensión que comienza y termina en dicha frase. Es algo más robusto, más sólido, pero también más complicado, aunque la forma de gestionar esta problemática sea siempre la misma.

      En rigor, la única ley de la Cosa Nostra es el poder. Eso es lo único que importa. Todo lo demás es emanación de él. El poder, que es primero físico y material, luego institucional y finalmente metafísico. El poder debe aumentar hasta configurarse a la manera imperial, articulando el poder político y económico, usándose todos de herramientas entre sí. Ahí no hay Kant que valga. Se acabaron los fines últimos, solo quedan los medios. Maquiavelo en plena gloria. Per secula seculorum.

      La mafia construye, pues, un espacio autónomo, soberano. La pregunta se la hace Puzo en boca de Vito Corleone. Y en esta cita se unen la historia de Estados Unidos con la de los sicilianos. Dice Vito Corleone:

      “Tengo nietos, y espero que sus hijos lleguen a ser gobernadores o, incluso, presidentes. Quién sabe, en América todo es posible. Pero debemos empezar a luchar para ponerlos a la altura de los tiempos. Ya ha pasado la hora de las pistolas y los asesinatos. Debemos ser astutos como los demás hombres de negocios, y ello repercutirá en beneficio de nuestros hijos y de los hijos de nuestros hijos. No tenemos obligación alguna con respecto a los pezzonovante2 que se consideran a sí mismos como rectores del país, que pretenden dirigir nuestras vidas, que declaran las guerras y nos dicen que luchemos por el país. Porque, en realidad, lo que quieren es defender sus intereses personales. ¿Por qué debemos obedecer unas leyes dictadas por ellos, para su propio beneficio y en perjuicio nuestro? Y ¿con qué derecho se inmiscuyen cuando pretendemos proteger nuestros intereses?

      “Nuestros intereses son «cosa nostra». Nuestro mundo es cosa nostra, y por eso queremos ser nosotros quienes lo rijan. Por lo tanto, debemos mantenernos unidos, pues es el único modo de evitar interferencias, o de lo contrario nos dominarán, como dominan ya a millones de napolitanos y demás italianos de este país” (265 y 266).

      Esta filosofía es persistente en Vito Corleone. Efectivamente no le preocupa cómo se gana la vida el resto, no lo comenta, no le importa. Se sabe lo que piensa en genérico de ciertas conductas, pero puede amar y respetar a quien incumple esas normas porque pertenece a sus afectos, como es el caso de Johnny Fontane. Vito Corleone comprende que cada quien se juega su destino y que intentar llevarlo lo mejor posible es lo más digno e indispensable. Nada es, de por sí, condenable. No es la ética de la convicción, diría Weber, es la ética de la responsabilidad. A Vito le preocupa la conducta disipada de sus hijos Fredo y Sonny, pero no porque le moleste realmente el carácter innecesariamente pecaminoso de su actuar (aunque también), sino porque se exponen y exponen a la familia a riesgos importantes.

      La unidad básica de la sociedad en la Cosa Nostra es la familia, pero no nuclear, ni siquiera extensa. La familia es una gran estructura que articula las necesidades de quienes pertenecen a lo ‘nuestro’. Y es así que lo propio no es lo propio, sino que es lo pactado. Más allá de la familia comienza el horror de la desconfianza, pero incluso así eso puede ser cosa nostra. Porque esta son los intereses comunes, es la comunidad de necesidades y apuestas que ha obligado y obligará a familias en competencia a permanecer unidas, pues finalmente su gran esfuerzo es defenderse de los verdaderamente poderosos, de los ‘importantes’, los que controlan la ley y la construyen para su propio beneficio. La Cosa Nostra es la conciencia de clase de un grupo ultraconservador, antiliberal, anticomunista y depredadoramente capitalista. Es un grupo que sabe que hay dos guerras, una como grupo contra la sociedad y otra como familias contra las familias.

      Puzo señala que la palabra mafia significaba ‘lugar de refugio’, ya que Sicilia había sido una isla dominada por diversas naciones y ciudades: romanos, germanos, bizantinos, sarracenos, gibelinos, aragoneses, españoles, italianos. También fue un reino autónomo. Este dominio permanente de fuerzas foráneas templó el carácter de los sicilianos hasta convertirlos en aborrecedores del poder constituido y formal, a tal punto que lograron construir una forma de acumulación de poder basada en la comunidad y en sencillas conductas como el secreto, la venganza y el honor. Como la historia de Sicilia es una historia de atropellos, como la Inquisición torturó allí con una intensidad desconocida en otros lugares, como Mussolini entró a Sicilia con una violencia inusitada, la herida de los ciudadanos de Sicilia es siempre la misma: el sufrimiento de inenarrables dolores y atropellos. Por esa razón el poder policial era absolutamente ilegítimo, y no había mayor insulto que la palabra ‘policía’.

      Los pobres, describe Puzo, habían aprendido a no demostrar su cólera simplemente por miedo. El poder era siempre salvaje y su pulsión

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