50 leyes del poder en El Padrino. Alberto Mayol

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en la mano, entró al crimen organizado cuando comprendió las enormes dificultades para forjar un monopolio desde las técnicas de mercadeo habituales. Su amistoso despotismo, acompañado de la desesperación de los migrantes, le permitió un avance vertiginoso.

      La llegada de la prohibición de venta de alcohol fue su siguiente oportunidad, pues los camiones que le servían para el aceite ahora eran el mecanismo de tráfico de alcohol. Esa oportunidad nació en realidad de las faltas que cometieron los contrabandistas que le pidieron los camiones a cambio de sumas importantes de dinero, pero no pagaron. Corleone decidió tomar el asunto en sus manos y se convirtió en el principal distribuidor ilegal de alcohol, manteniendo su lógica de cultivar una amplia red de socios de sus actividades en el mundo “legal”. El fin de la prohibición lo obligó a ampliar su repertorio de negocios y fue así que transitó al juego, la usura, la prostitución y los sindicatos, entre otras actividades.

      Cuando creció su negocio contactó a Salvatore Maranzano para unir fuerzas. Maranzano tenía enorme superioridad en términos comerciales, pero no en poder. Las influencias de Vito Corleone eran mayores. Este último asumió que Maranzano comprendería y aceptaría el pacto, pero no fue así. No lo vio conveniente. Vito Corleone decidió actuar en su contra. Para ello recurrió a Tessio, el jefe de uno de sus regimientos históricos, quien se encargó de realizar un exitoso magnicidio. Desde ese día Vito Corleone pasó a ser parte de las familias más importantes.

      A fines de la década de 1920 el tema del crimen organizado ya había explotado en Estados Unidos. La matanza del día de San Valentín en 1929, cuando Al Capone eliminó a cinco rivales de peso y se hizo dueño de la ciudad de Chicago, había marcado la historia. Ya en 1928 una película sobre la mafia de Chicago había sido nominada al Óscar (The Racket, de Lewis Milestone) y el año anterior Al Capone había ganado el equivalente a 1.600 millones de dólares de nuestros días. Es el mismo año en el que, en Nueva York, Vito Cascio intenta unificar las familias de la mafia. Pero es Chicago el centro del escándalo social y político. Y es la razón por la que finalmente Al Capone será un objetivo político fundamental para Estados Unidos, lo que terminará con su juicio por evasión fiscal, ironía monumental que simplemente reveló la influencia de las familias del crimen organizado.

      Lo interesante es que Puzo elige Nueva York y no Chicago para emplazar su obra. Más aún, sitúa a Capone como un personaje menor en su obra. Y de alguna manera, Joey Saza en El Padrino III nos recuerda el perfil de Capone. Incluso Michael, en la famosa reunión de la Comisión donde Saza organiza el atentado desde el helicóptero, le dice con ironía que gracias a él (a Saza) pronto todos los miembros de la comisión aparecerán en la portada de los periódicos. Como Saza ama las portadas de los medios porque se siente una “bella figura”, entiende literalmente lo que ha de ser visto con el gesto oblicuo del sarcasmo. Zasa cree que Michael imagina que todos se harán famosos gracias a su actuar. Y es que cree que la fama tiene solo una cara, la de las revistas de moda, la de los príncipes y monarcas del mundo. Pero Michael le está diciendo, no a él, sino al resto de los asistentes, que de la mano de un imprudente y pornográfico exhibicionismo no hay más destino que la prensa hablando una y otra vez de la mafia y, con ello, destruyendo sus posibilidades de acción. He aquí una tensión que Puzo y Coppola desean remarcar: la diferencia entre el poder gris de la mafia neoyorquina y el galopante poder explícito y arrogante de los de Chicago. Saza, aunque neoyorquino, viene a actualizar ese conflicto, ya que en la nueva era (El Padrino III está ambientado en la segunda mitad de los años setenta, más de cuarenta años después de las glorias criminales de Chicago) se revela que Al Capone fue al respecto vanguardia, pues la nueva forma de ser mafioso es justamente la tendiente al exhibicionismo.

      La mafia ha perdido la capacidad de ser un intersticio entre lo legal y lo ilegal. No hay que extrañarse. La gracia de la mafia al estilo de Vito Corleone radica en comprender que, más allá de los crímenes cometidos cada cierto tiempo, la actividad lucrativa es fundamentalmente “paralegal”, ya que se trata de actividades que en una época o lugar son ilegales y en otro tiempo y espacio no lo son. Por eso cuando Sollozzo aparece con la oferta de la droga, Vito dice sencillamente “no”, porque el entronque del poder de las familias y el crimen con el poder político y judicial es la clave del éxito.

      En los años setenta vemos a Michael saliendo del crimen para quedarse solo con el poder político y económico en su alianza con el Vaticano mediante una forma corporativa y propia de las sociedades por acciones, pero con lo de siempre, la compra de indulgencias. Por otro lado, vemos a una parte del crimen organizado transitando cada vez más a sus actividades criminales, perdiendo conexión con su barrio (ni Michael vuelve al Bronx, por razones asociadas a su elevación; ni Saza, que controla el barrio, cuida a la gente del Bronx).

      La magia de la construcción de poder de Vito Corleone está en estas sutilezas. Y dentro de esas sutilezas, su pensamiento conservador llega a una conclusión “liberal” pero por mera extensión de su conservadurismo: cada cual puede llevar su vida y ganarse el pan como mejor le parezca. El imperativo categórico de Kant no le es del todo ajeno, ironía mediante: “obra de tal modo que la máxima de tu voluntad siempre pueda valer al mismo tiempo como principio de una legislación universal”, dijo el filósofo alemán en su Crítica de la razón práctica. Para Kant, su formulación es un imperativo capaz de orientar la sociedad hacia la paz. Para Vito Corleone, esa misma máxima abre un mundo más ancho y complejo, moralmente discutible pero necesario; cada ser humano tiene derecho a llevar su vida y satisfacer sus necesidades como le parezca, y en ello su voluntad es libre, pero su forma de proceder siempre debe tener un sentido universal, es decir, siempre debe existir una ley para la conducta. El principio de la omertà, el código del silencio siciliano que prohíbe comentar cualquier asunto policial y que establece que toda información debe quedar dentro de la organización; constituye (ese código) la principal impronta de la actividad criminal de la mafia. Y detrás de ese código subyace una ley universal, que es el respeto a las reglas, crueles, sensibles o despiadadas, de aquella inmanencia social y espiritual que es la Cosa Nostra.

      La Cosa Nostra significa al menos tres cosas:

      1 Cada cual tiene derecho a ganarse la vida como le parezca. Vito Corleone dice: “Nuestros intereses son cosa nostra”. En la formulación del concepto cosa nostra hay un hálito imperial, el del mare nostrum de los romanos. “Los límites de nuestro poder son los límites de nuestro mundo”, diría el tratado en el punto uno si así se escribiera.

      2 En el ejercicio de su actividad, cada cual debe respetar a quienes pertenecen a una cofradía que ha hecho alianza política desde lo cultural como necesidad de autodefensa en un mundo: Estados Unidos, que es una oportunidad, pero también un riesgo. Es un país obsesionado por la corrección normativa, por la ausencia de delitos, por la ausencia de vicios. Es un país protestante, metodista. Y la mafia italoamericana es evidentemente hostil a esas formas de vida.

      3 Las familias están en conflicto entre sí, los clanes se unen y se traicionan por doquier, pero hay códigos mínimos de carácter interno. Y es que la Cosa Nostra es también de todos sus miembros contra el orden social imperante, contra las élites que son compradas, neutralizadas y absorbidas, pero que siempre son los enemigos.

      La Cosa Nostra puede guardar tanto resentimiento como el más beligerante de los anticapitalismos y como el personaje más crítico de la riqueza. Pero la diferencia es que la mafia no pretende destruir ese orden, sino solo presionar para sumarse a él por el lado de los beneficios. Su resentimiento se cura explícitamente con el éxito.

      Así, la Cosa Nostra es el tejido social del crimen organizado convertido en un conjunto de instituciones propias, valores, normas y códigos que han de respetarse, pues de no hacerlo se puede perder la vida o, peor, el orden.

      Decir “Cosa Nostra” es, para Vito Corleone, preguntarse por qué debemos obedecer unas leyes dictadas por otros, hechas para su propio beneficio y en perjuicio nuestro. Decir “Cosa Nostra” es preguntarse

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