La enseñanza y el entrenamiento del fútbol 7. Rui Pacheco
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Curiosamente, esas mismas propuestas acabaron posteriormente impuestas por decreto, en el caso de la reciente deliberación de la UEFA (Unión Europea de Fútbol Asociación), que introduce el fútbol 7 como obligatorio para las categorías de edad sub10 y sub12 a partir del año 2000.
Estando el mundo compuesto de cambios, y siendo éstos esenciales para el progreso, el fútbol, entendido como fenómeno deportivo social y económico es también sensible a estas alteraciones.
La “ley Bosman”, la transformación de los grupos en sociedades anónimas, la creación de un nuevo agente social –los agentes deportivos (empresarios, representantes)–, la influencia y poder económico de las cadenas de televisión, la nueva liga de campeones europea, así como una probable creación de una liga de fútbol europea, han venido a agitar la pacífica existencia y al mismo tiempo conservadora del “mundo del fútbol”.
El poder de adaptación de los agentes deportivos a este nuevo orden dictará la progresión de esta modalidad, que cada vez menos se compadece con el estado de “paz podrida” y reclama cambios positivos.
Sabemos que los mercados periféricos del “mundo del fútbol”, como es el caso de Portugal, que no posee poder económico para poder competir de igual a igual con sus restantes compañeros europeos, se tendrá que adaptar a esta nueva realidad y reestructurar su plan interno de desarrollo del fútbol.
Por lo tanto, la apuesta recaería en la formación de jugadores, que parece ser una de las vías a seguir para asegurar una posición importante en el contexto futbolístico mundial.
La importancia que sin duda asume la enseñanza del fútbol en la actualidad exige por parte de los clubes que se le preste una mayor atención y una mejor coordinación a través de la implementación de un modelo de formación e iniciación, con programas, medios y métodos de entrenamiento adecuados.
Los clubes no podrán continuar viviendo sobre modelos improvisados, sin una coherencia lógica de desarrollo, bajo criterios personales de varios entrenadores que cíclicamente van pasando por el club y cuyos resultados no nos parecen ser los más satisfactorios.
Los clubes deberán definir claramente aquello que pretenden del fútbol infantil y juvenil, a través de la implantación de modelos de formación propios, con programas adecuados, que contribuyan a un mejor aprendizaje del juego, respeten las diferentes fases de desarrollo de los jóvenes, sirvan de guía para los entrenadores y contribuyan a una mejor y más eficaz formación de los jóvenes futbolistas.
En un coloquio reciente sobre fútbol juvenil (1999), realizado en la ciudad de Maia, que contó, entre otros, con la presencia de dos entrenadores de fútbol juvenil de los mejores clubes portugueses y de tres entrenadores de fútbol de primera división, todos fueron unánimes al afirmar:
“En Portugal no hay una apuesta seria en la formación de los jugadores de fútbol.”
Para Jesualdo Ferreira (1999), entrenador de la selección nacional, “nuestra formación de jugadores es deficiente, la competitividad es baja, hay poco trabajo…”
En un reciente artículo de opinión de un periodista deportivo (Rui Santos, 2000) se podía leer:
“hoy en día hay clubes que tienen más de una centena de jóvenes atletas en actividad que sirven únicamente de escaparate. ¿Qué condiciones de desarrollo técnico se le han dado a esos jóvenes?”
Se vuelve urgente reflexionar sobre “el fútbol juvenil que queremos” e intentar resolver los mayores problemas que le afectan en este momento, entre los que destacan:
•Presupuestos reducidos de los clubes destinados al fútbol de formación.
•Falta de un modelo de juego, de entrenamiento, de jugador y de entrenador, que son condicionantes para una intervención de calidad en la formación.
•Inexistencia de una programación coherente y específica para la progresión entre las diferentes categorías de formación.
•Carencia de los objetivos intermedios a alcanzar en cada etapa deportiva y de los objetivos finales al final del proceso de formación.
•Falta de criterios objetivos para la detección y selección de talentos.
•Inexistencia de centros de formación en los grupos.
•Falta de un mapa de carreras para los jugadores de fútbol.
•Horarios escolares incompatibles con los horarios de entrenamiento.
•Bajas condiciones materiales y de entrenamiento.
•Número de campos insuficientes y con superficies inapropiadas.
•Clubes de fútbol de primera división, que no poseen un único campo propio para sus jugadores y categorías de formación, pero poseen más de 200 atletas para entrenar y competir en campos prestados, llegando a entrenar dos categorías al mismo tiempo, o sea, cerca de 70 atletas entrenando simultáneamente en el mismo campo y a la misma hora y “orientados” por sólo dos entrenadores.
•Enseñanza del juego suministrada en la mayoría de los casos por entrenadores aficionados, a los que les gusta el fútbol, pero que no son los más habilitados.
•Gran dependencia de funcionamiento deportivo de personas “aficionados”, sin ninguna preparación específica.
•Falta de remuneración de la mayoría de entrenadores de fútbol infantil y juvenil.
•Calendarios competitivos heterogéneos y no ajustados a la realidad.
•Elevada presión competitiva sobre los jóvenes.
•Iniciar la competición formal en edades muy bajas.
•Falta de acompañamiento e información a los padres de los jugadores, para identificarles con el desarrollo del proceso de enseñanza y competición.
•Excesiva importancia atribuida al resultado deportivo inmediato, en detrimento de la calidad de la formación deportiva a largo plazo.
•Falta de equipos médico, psicológico y social adecuado, al lado de los jóvenes futbolistas.
En Portugal, los modelos de competición para los más jóvenes han sido relegados también a un segundo plano, encontrándose que la forma más simple es utilizar por cualquiera las mismas estructuras y la misma organización utilizada por los seniors. Por esto, no se han tenido en consideración ni la edad, ni las fases de desarrollo de los jóvenes, ni los objetivos formativos