Una aristócrata en el desierto - Matrimonio en juego. Maisey Yates
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–¿Quién lo ha elegido? – quiso saber ella, posando la mano sobre la cajita.
–Yo.
Olivia lo miró con curiosidad, preguntándose qué le había empujado a elegir una joya en vez de otra.
Por supuesto, él no iba a explicárselo.
Despacio, tomó la cajita y la abrió.
Contuvo la respiración al ver el sencillo anillo que había dentro, con una gran piedra cuadrada del color del agua cristalina de los lagos de Alansund. Un oasis en medio del desierto. Era lo que parecía.
Olivia se había quitado su anillo de compromiso y su alianza antes de salir de Alansund, pues no tenía sentido llevarlos cuando iba a casarse con otro hombre. La idea de ponerse uno tan distinto a los que había tenido antes le parecía excitante y extraña al mismo tiempo.
Sin más preámbulos, sacó el anillo y se lo puso.
–Es de mi tamaño.
–Cuestión de suerte.
–O una señal.
–¿Tú crees en esas cosas?
–Supongo que sí – replicó ella.
Él la miró un instante con expresión impenetrable.
–Hay mucho que preparar antes de la ceremonia – indicó el sultán, frunciendo el ceño–. No me imagino asistiendo a una fiesta.
Olivia no pudo evitar reírse. Y fue un alivio. Había estado acumulando demasiada tensión.
–Está claro que no eres la clase de hombre hecho para las fiestas.
–No sé cómo divertirme – continuó él con tono preocupado.
De pronto, Olivia se imaginó una escena en que él la sujetaba de las caderas mientras ella lo rodeaba con las piernas en tanto la penetraba. Intuía que eso sería divertido. Tragó saliva.
–Seguro que sí sabes. O, al menos, conocerás maneras de aliviar el estrés.
–Me gusta pasarme unas horas al día practicando con la espada. Creo que somos muy diferentes, incluso más de lo que parece.
Olivia se quedó en silencio un momento. Tuvo la tentación de seguir preguntándole, buscando información para poder conocerlo mejor. Pero decidió no hacerlo. Estaba cansada de buscar respuestas y ser la única que mostraba interés.
–Es un anillo muy bonito. Lo has elegido muy bien – afirmó ella, cambiando de tema.
–Espero que sirva para dar a mi pueblo el mensaje adecuado, que estamos unidos como pareja y que nuestro objetivo es el bien del país.
–Seguro que sí. En la fiesta, yo me ocuparé de coordinar a los empleados para organizar el menú, la música y esas cosas. Tú limítate a… sonreír cuando la gente te sonría.
Metiéndose las manos en los bolsillos, Tarek esbozó la mueca de una sonrisa. Con impotencia, su prometida no pudo hacer más que devolverle la sonrisa. Entonces, cuando los labios de él dibujaron algo mucho más auténtico, a ella le dio un vuelco el corazón.
–Muy bien. Lo haces muy bien. Todo saldrá de maravilla, ya lo verás.
Aunque Olivia no estaba segura de si se lo decía a Tarek o a sí misma.
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