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–No merece la pena hablar de él.
–¿Sigue por aquí?
–No, se mudó poco después del divorcio. Jenny y él apenas tienen relación. Mi hermano ha sido más padre para ella que Sam.
–Lo siento.
–Yo también. Supongo que debería haberle prestado más atención cuando me decía que no quería tener hijos, pero supuse que lo decía solo porque tenía miedo.
–Supongo que la mayoría de la gente tiene miedo antes de dar ese paso.
–¿A ti te daría miedo?
Thomas pareció asombrado por la pregunta.
–Antes pensaba en tener hijos al ver a mis hermanos con sus familias, pero cuando me divorcié me alegré de que no hubiera niños que tuvieran que sufrirlo también. Vi lo terrible que fue para los hijos de Mick cuando Megan se marchó.
–Jenny era demasiado pequeña cuando Sam se marchó como para verse afectada, pero sé que a lo largo de estos años ha tenido preguntas y se ha sentido resentida hacia mí por haber permitido que su padre se marchara.
–¿Alguna vez le has dicho la clase de hombre que era?
Connie sonrió.
–Claro que no. Por si existiera la posibilidad de que volviera a su vida, nunca he querido que lo odie.
–Es una actitud muy generosa por tu parte dadas las circunstancias –le dijo con calidez en la mirada–. Y demuestra la mujer tan increíble que eres.
Connie se sonrojó.
–No soy increíble.
–Ey, soy yo el que tiene que juzgar eso. Tienes que aprender a recibir cumplidos.
–Normalmente los cumplidos que recibo son de clientes en el vivero sobre la voz tan agradable que tengo por teléfono o lo mucho que los he ayudado.
–Tengo que decirte que acabas de hacerme un dibujo muy oscuro del nivel de inteligencia de los hombres de Chesapeake Shores.
Ella se rio.
–Creo que es mejor dejar esa discusión para otro momento.
Thomas se rio con ella.
–Odio hacerlo, pero debería volver a Annapolis. ¿Nos vemos la semana que viene en el festival del otoño?
–Claro.
Fueron hasta el coche de ella y Thomas le abrió la puerta.
–Ha sido una buena primera cita.
–Sí que lo ha sido.
Él le guiñó un ojo.
–La próxima será aún mejor.
El gesto de guiñarle el ojo tuvo en ella un efecto mucho más poderoso que el beso, tanto que pensó que si esa atracción se hacía más intensa, acabaría echándose a sus brazos y montando una escena de la que se hablaría en Chesapeake Shores durante años. Se preguntó qué pensaría su hija, que la consideraba una mojigata estirada.
Capítulo 10
Jess pasó cerca de una hora limpiando el ático y después se cansó. Decidió que lo que necesitaba era algo más físico, algo que le hiciera quemar energía de verdad y que la ayudara a dejar de pensar en Will y en su penosa y pobre vida social.
A diferencia de sus hermanos, nunca había sido una gran deportista. Como mucho, el único deporte que la había atraído era el kayak. Encontraba algo relajante en remar por el agua y, de vez en cuando, también podía resultar todo un desafío emocionante.
El hotel tenía un par de kayaks para uso de los huéspedes. Abrió los candados, agarró el más ligero y lo echó sobre las calmadas aguas. Era una tarde perfecta y, al parecer, más gente había tenido la misma idea. El agua estaba moteada de kayaks, además de demasiadas lanchas para su gusto.
Manteniéndose cerca de la orilla para evitar la estela de las embarcaciones más grandes y agresivas, la recorrió hasta girar a la izquierda al llegar a la estrecha ensenada que conducía a la zona más tranquila de Moonlight Cove. Allí había pocas personas en el agua y ninguna lancha. Era una pequeña cala adorada por la gente del lugar porque los turistas no la habían descubierto, además de ser un lugar ideal para ver águilas pescadoras posadas sobre las ramas de viejos robles, cedros y sauces llorones que tanta sombra le proporcionaban a la orilla.
Y su diminuta playa, no muy lejos de la casita de Connor y Heather, Driftwood Cottage, permanecía inaccesible por carretera. Siempre había sido un lugar popular entre los adolescentes que buscaban un sitio para estar solos.
Pensó en las veces que había ido allí con algún novio y cómo Connor o Kevin habían ido a buscarla en su pequeña lancha para llevarla de vuelta a casa antes de que cometiera alguna estupidez. Aunque había protestado en aquella época por su excesiva protección y por las humillaciones que le hacían pasar, ahora agradecía que le hubieran evitado cometer un error que podía haberle arruinado la vida.
Hoy, sin embargo, la playa estaba desierta. Remó hasta cerca de la orilla, puso el kayak sobre la arena y fue a nadar antes de tumbarse sobre la cálida arena para secarse con los últimos rayos de sol del día.
Agotada, se quedó dormida casi de inmediato. Cuando se despertó, la oscuridad estaba cayendo con rapidez, sobre todo al tratarse de una tarde de otoño.
Maldiciendo, agarró la toalla, pero cuando se giró hacia el punto donde había dejado el kayak, se dio cuenta de que había desaparecido, que lo había arrastrado la marea. Podía verlo moverse con las olas, y al hacerlo, maldijo unas cuantas veces más.
¿Y ahora qué? Tal vez podría ir nadando hasta él, pero no era lo más inteligente ahora que había oscurecido. Tenía el móvil, así que podría pedir ayuda. Connor o Kevin irían a rescatarla, pero también se pasarían la semana entera reprendiéndola por haber sido una irresponsable. También podía atravesar el bosque y llegar a casa de Connor, pero pasaría lo mismo si se presentaba en su puerta y explicaba lo que había pasado. Además, por muy cerca que estuviera Driftwood Cottage, era muy probable que acabara perdiéndose en el bosque con tanta oscuridad.
Casi sin darse cuenta de que estaba haciéndolo, llegó hasta el número de Will. Seguro que su reprimenda no sería mucho más llevadera que las de sus hermanos, pero hizo la llamada antes de poder darse cuenta.
–¿Jess?
–Hola –dijo relajándose ante el sonido de su voz.
–¿Dónde estás? Te oigo muy mal.
–Te llamo desde el móvil. Estoy en Moonlight Cove.
–¿Y qué demonios haces ahí a estas horas? Está oscureciendo.
–Créeme, lo sé. Odio tener que molestarte, pero tengo un problema.