E-Pack HQN Sherryl Woods 1. Sherryl Woods
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Читать онлайн книгу E-Pack HQN Sherryl Woods 1 - Sherryl Woods страница 37
Intrigado por su repentina nostalgia del pasado, decidió correr el riesgo. ¿Quién sabía lo que se le estaría pasando a Jess por esa cabeza tan poco predecible que tenía?
–Anda, vamos, antes de que pilles una neumonía.
Cuando entraron en el hotel por la cocina, Jess señaló la nevera.
–Sírvete. Prepárame un sándwich o algo así, si no te importa. Me muero de hambre. Y puedes asaltar la bodega. Vuelvo en unos minutos.
Will encontró una barra de pan recién horneado, cortó unas rebanadas, las cubrió con mostaza y mayonesa y añadió unas lonchas de queso cheddar, jamón y tomate. Encontró un buen alijo de patatas fritas caseras, una de las especialidades del hotel, y las echó en un cuenco. Acababa de servir dos copas de vino cuando Jess regresó.
Tenía las mejillas sonrojadas, el cabello húmedo y revuelto, pero estaba fantástica con un par de vaqueros desteñidos y un jersey que suplicaba que alguien lo tocara. Estaba descalza, tenía las uñas pintadas de un atrevido rojo, algo que se contradecía con su sencilla y discreta imagen. Pensó que esa era una de las cosas que más le atraían de ella: que era una persona llena de contradicciones e imprevisible. Ningún hombre podría aburrirse nunca con ella.
Claro, que lo que él veía como un rasgo encantador, otros a lo largo de los años le habían hecho creer a Jess que era un defecto causado por su déficit de atención. Por ello se había convertido en una persona insegura e irritable que veía que tenía defectos que no podía superar.
–Estás mil veces mejor ahora.
–Y ese sándwich tiene una pinta fantástica. Gracias. ¿Quieres que nos los llevemos al salón? Podríamos encender la chimenea, si quieres. Hoy no hay nadie, así que tenemos todo el lugar para los dos solos. Me encantan los domingos por la noche por eso. Lo tengo todo para mí. ¿Recuerdas cuando éramos niños lo mucho que nos gustaban los domingos porque los turistas se marchaban a la hora de la cena y el pueblo volvía a ser todo para nosotros? No había filas de gente esperando a comprar un helado y nuestros bancos favoritos en Sally’s no estaban ocupados por extraños.
Will sonrió.
–Lo recuerdo –apartó la mirada–. ¿Por qué no llevas tú los sándwiches y yo llevo el vino, las copas y las patatas? ¿Quieres que lleve postre también? Hay una tarta en la nevera que tiene un aspecto impresionante.
–Tráete la tarta entera –dijo ella sonriendo–. Te he dicho que estoy hambrienta, ¿verdad?
Él se rio.
–Llevaré unos platos y tenedores.
–Olvida los platos. Si es la tarta de doble capa de dulce de chocolate que hace Gail, nos la terminaremos. O yo me la terminaré.
–Con lo delgada que eres, ¿dónde metes toda la comida?
–Es porque soy muy nerviosa y activa –dijo entrando en el salón con los sillones frente a la chimenea–. ¡Qué bien que hay leña! –dijo al acercarse a la chimenea después de haber dejado los platos en la mesa.
–Siéntate, ya me ocupo yo –le dijo Will.
Ella lo miró con escepticismo.
–¿Sabes encender el fuego? Creía que eras de los intelectuales que no saben hacer esa clase de cosas.
–Pero también fui Boy Scout, al igual que todos los niños del pueblo –sonrió–. Claro, que suspendí algunas de las pruebas, así que mi colección de chapas de méritos es bastante limitada. Pero creo que puedes dejarme encender el fuego sin que pase nada.
Lo hizo y vio que Jess se había sentado en el suelo y que estaba indicándole que se sentara a su lado. Se sentó y la miró.
–¿Qué está pasando, Jess?
Ella le lanzó una mirada de lo más inocente.
–No sé a qué te refieres.
–A lo mejor estoy viendo más allá, pero esta escena es pura seducción. No nos pega nada. Llevas mucho tiempo manteniéndote lo más alejada de mí posible.
Ella se ruborizó.
–Te estás imaginando cosas.
–¿En serio? Algo ha cambiado esta noche e intento descubrir qué.
–¿Es que no puedo estar agradecida por que hayas venido a buscarme?
–¿Y eso es todo?
–Claro, ¿qué más puede ser?
Will suspiró, más desconcertado que nunca en años. Durante unos minutos había llegado a pensar que sus sueños podían hacerse realidad.
Jess no se había esperado que Will preguntara por sus intenciones, sobre todo porque ni siquiera ella estaba segura de por qué de pronto quería romper la regla de no salir con él. Tenía que admitir que tenía razón en una cosa: algo había cambiado entre los dos esa noche. Notaba algo en el aire que no recordaba que hubiera estado antes, esa poderosa atracción. Al menos no había existido hasta aquel beso en Brady’s, pero desde entonces la había sentido cada vez más.
Tal vez por fin se encontraba en un punto en el que estaba preparada para dejar de lado sus temores y darle una oportunidad a lo que pudiera haber entre los dos. Qué irónico sería si, ahora que ella estaba preparada, él fuera el que se echara atrás.
–¿Con qué frecuencia vas a Moonlight Cove? –preguntó Will mirándola fijamente.
–Ya no tanto. ¿Por qué?
–He oído algunas historias.
–De mis hermanos, seguro. Puse mi virginidad en riesgo allí al menos una vez a la semana durante mi adolescencia.
–¿En serio?
–Realísticamente, supongo que tuve muchas oportunidades.
Es curioso, ahora que lo pienso, siempre contaba con que Connor o Kevin vendrían a rescatarme en el último momento.
–Un juego algo arriesgado, ¿no?
–Ahora sí lo veo así, claro –admitió encogiéndose de hombros–. Pero por entonces, solo quería conectar con alguien.
Era demasiado joven y demasiado estúpida como para darme cuenta de que el sexo no era la respuesta.
Will se quedó verdaderamente asombrado con su respuesta.
–¿Te sentías sola?
Jess pensó en la pregunta.
–No exactamente. Quiero decir, nuestra casa siempre estaba abarrotada de gente, ya sabes, ¿no?
–Sí. Yo era uno de ellos.
–¿Te paraste a fijarte alguna vez en que nunca había amigos míos? Podía estar allí porque era la hermana de Connor, o de Kevin o de Bree, pero los niños de mi edad no podían estar. Pronto me